Me defino como neoconservadora
republicana, en la línea ideológica del economista y
periodista americano Irwin Stelzer, mano derecha de Rupert
Murdoch, por lo que la realeza, me trae bastante al pairo,
aunque confieso que adoro el BOE de las monarquías que es el
Hola.
Y, dentro de los anacronismos, como tengo ojos veo. Y como
tengo cierto grado de consciencia rigurosamente controlado
por la química, puedo opinar y opino sobre las modernas
reinas y princesas de todo el planeta. Desde la exquisita
Matilde, hija de un barón y de una jueza. Esposada con el
heredero Felipe de Bélgica y a la que llaman en su país, por
la transparencia de su pasado y su elegante sencillez “la
Reina del Encanto” y para los valones de allí que chamullan
francés decir que alguien tiene “charme” encanto, ya es un
superlativo. Hasta la embajadora de la distinción que es
Rania de Jordania, una palestina hija de un reputado
cirujano, también de pasado impoluto, economista por más
señas y volcada en causas humanitarias, trabajando codo a
codo con su marido Abdallah, digno heredero de aquel hombre
de Dios que fue el rey Hussein.
Desde Mary de Dinamarca, abogada australiana, hija de un
catedrático y de una reputada novelista, “niña bien” por
excelencia en su lejana Tasmania que emparejó con el
heredero de Dinamarca, hasta la depresiva princesa Masako de
Japón, agobiada in extremis por el terrorífico protocolo de
la corte del Imperio del Sol Naciente. Masako, en la vida
civil, era abogada y del cuerpo diplomático. No han elegido
mal los futuribles reyes, salvando casos estrambóticos como
el de la Mette Marit en Noruega y algún otro . Pero para
servidora, que sigue con interés marujil vida y milagros de
esas privilegiadas, indudablemente la Más, es la princesa y
auténtica “Reina de Corazones” Salma Benani de Marruecos. Se
pueden o no compartir las líneas directrices de la monarquía
alaouita, pero, a la hora de escoger a la madre del futuro
Rey de Marruecos, Mohamed VI tuvo criterio, fue inteligente
y honrado con sus súbditos y no defraudó. Eligió a una
inteligentísima ingeniera informática, hija de un
catedrático, con un espectacular currículum académico,
mocita, sin pasado como corresponde a una reina y de una
belleza tan espectacular que se diría que acaba de escaparse
del cuadro de un gran maestro florentino.
Comparadas a la exquisitez renacentista de Salma y a sus
suntuosos trajes de noche, el resto de reinas y princesas,
incluso Rania, palidecen. ¿Se han fijado en los kaftanes que
se gasta la madre del heredero marroquí? Obras de arte
dignas de un museo y llevadas con un porte que deja sin
aliento.
Y eso que, las únicas princesitas que soporto son las de los
cuentos de la infancia, pero Salma es de cuento de hadas
¡que chica más linda!.
¿Qué ser princesa es como vivir un sueño? No lo sé. Depende.
A mi no me gustaría ni me ha gustado jamás ser nada
representativo. Todo va conforme al carácter y a la
profesionalidad para aguantar el protocolo, los
aburridísimos actos institucionales y la lejanía con la
gente normal que implica la realeza. ¡Lagarto, lagarto!
Aunque ni hay ni ha habido jamás riesgo de que alguien de la
realeza aspire a mi huesuda mano, porque soy gurrumina y
vulgar, tampoco es un regalito el vivir de cara a la
galería, siempre pendiente de los comentarios y de las
críticas. Y tirando de un pasado que, con excepción de
jóvenes que llegaron a la realeza mocitas e impecables,
puede tener largas y desagradables sombras, camufladas eso
si, por una prensa enmudecida por la censura, pero que
pueden saltar en cualquier momento.
A la desventurada Lady Di, un claro ejemplo de falta de
profesionalidad, de inmadurez y de desequilibrio, los
tabloides ingleses le amargaron la vida. La que fuera
hermosísima Carolina de Mónaco, bastante voluble en su
juventud, ha acabado con un Hannover, prematuramente
avejentada y con un corte radical de pelo que, en psicología
femenina, significa deseos de un cambio radical de en el
curso de su existencia.
Son privilegiadas, materialmente pueden tenerlo todo o caso
todo lo que podemos soñar las marujas. Nunca harán cuentas
en una libreta sobre los intereses hipotecarios, ni llegarán
derrengadas de trabajar en la calle a ponerse a limpiar y a
planchar. Nunca remedarán aquella escena de una
impresionante Carmen Maura en la película almodovariana de
la primera época “¿Pero que he hecho yo para merecer esto?”
y acudirán a una farmacia entre risitas nerviosas intentando
camelarse a la boticaria para que le dispense unas
anfetaminas sin receta. El gesto serio de la farmacéutica y
el diálogo que era algo así como “Usted es una drogadicta” y
la desesperación de la Maura, limpiadora y maltratada “No,
no soy drogadicta, es que no puedo más”.
No vivirán situaciones de riesgo que a todas, Dios no lo
permita, pueden acontecer, como el tener que ir a preguntar
en comisaría por un marido ,un hermano o un hijo, el
peregrinaje por los juzgados e incluso las colas de espera
para la vista carcelaria. Ellas están exentas de las penas
duras de la vida cotidiana, de que no llegue ni alcance, del
quiero y no puedo y de lo agotada que se está cuando se
vuelve a casa después de la jornada laboral y en autobús. Y
pese a las dificultades que conlleva el cada día, pese a
vivir problemas propios y presenciar los ajenos, no sería
princesita ni por todo el oro del mundo.
No me gustan los boatos, ni los joyones, ni los hipócritas
besamanos, ni tener que leer de corrido los discursos que
otros te escriben, ni desplazar a veinte escoltas para ir de
compras a un centro comercial, que trascienda a la prensa y
que, el pueblo, murmure con indignación… Todo en las
monarquías europeas se me antoja precario, que está y mañana
se vota en las urnas y puede no estar. Esas son las luces y
las sombras de los sistemas democráticos. Y cuando a los muy
privilegiados se les cortan de raíz los muchos privilegios y
se quedan en el paro, buscar curro debe antojarse muy duro.
En fin, que no he nacido para personaje real sino para ser
lo más libre posible dentro de mis limitaciones. Eso si,
reconozco que al mujerío nos encandilan las princesas de los
cuentos de hadas, tan preciosas, con esa calidad de
porcelana de Dresde, en resumen,de tener que elegir, yo me
quedo con la Bella Durmiente y con Salma Benani.
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