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OPINIÓN - MARTES, 7 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

La derrota de un campeón
 


Domingo Ramos
domingoramos@elpueblodeceuta.com

 

Víctima de un cáncer linfático, falleció en Cercedilla (Madrid), la ciudad donde nació el 25 de febrero de 1950, Francisco Fernández Ochoa, único español que consiguió una Medalla de Oro en la especialidad de Slalom en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sapporo en 1972, que ganó la Copa del Mundo en Polonia en 1974, el 3º Slalom en Mundiales de St. Moritz, dominador absoluto del esquí nacional con 37 títulos de Campeón de España, siendo miembro del equipo nacional de esquí durante mas de 15 años, miembro del Comité Olímpico Español y Profesor y Entrenador Nacional e Internacional diplomado por la escuela Española de Esquí.

Ya, días pasados, veíamos con tristeza como el gran campeón, al celebrarse un homenaje en su honor en su ciudad natal, con asistencia de familiares, de las Infantas Elena y Cristina, de la Presidenta de la Comunidad de Madrid y otras autoridades así como los vecinos y paisanos de Paquito Fernández Ochoa, que así es como le gustaba que lo llamaran, en el transcurso del cual fue descubierta una estatua en la que figura recogiendo la medalla de oro olímpica y en cuyo pedestal se nombra a los 28 campeones de España de esquí que han nacido en la localidad de la sierra madrileña de Cercedilla, se vislumbraba el estado de deterioro físico de nuestro campeón aun cuando se sobreponía al dolor y a la incapacidad que le estaba provocando el incurable mal que padecía, adversidad y pesadumbre que, según sus mas allegados, él conocía pero que ha ido tratando de hacerla cotidiana y llevadera para no hacer partícipes de su dolor a quienes compartieron con él su vida.

Hasta en eso ha sido campeón, en su desprendido amor y entrega por los demás evitándoles cualquier sufrimiento que por su estado pudiera ocasionarles.

La derrota de un campeón siempre nos lleva a rememorar sus viejas hazañas atléticas pero de Francisco Fernández Ochoa nos quedarán perennes, aparte de sus éxitos deportivos, su caballerosidad y nobleza de ánimo que con tanta serenidad nos ha venido demostrando en el adiós de su vida.

Pocas veces, en la historia del deporte, se dan casos tan singulares como el de nuestro campeón Paquito F. Ochoa, ni persona más afable al tiempo que sencilla como lo fue él que, hasta en su última prueba, la de la vida, compitió con total entrega para lograr conservarla aun cuando no contó con la terrible enfermedad, traicionera e implacable que, con sus malas artes, ha llegado a vencerle: el maldito cáncer que no conoce ni distingue a los mejores, que ataca cuando menos lo esperas y que te derrumba hasta hacerte caer en las manos de quien, en el Mas Allá, también reconocerá y premiará todos los méritos que como persona y deportista tenía adquiridos.
 

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