Víctima de un cáncer linfático,
falleció en Cercedilla (Madrid), la ciudad donde nació el 25
de febrero de 1950, Francisco Fernández Ochoa, único español
que consiguió una Medalla de Oro en la especialidad de
Slalom en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sapporo en
1972, que ganó la Copa del Mundo en Polonia en 1974, el 3º
Slalom en Mundiales de St. Moritz, dominador absoluto del
esquí nacional con 37 títulos de Campeón de España, siendo
miembro del equipo nacional de esquí durante mas de 15 años,
miembro del Comité Olímpico Español y Profesor y Entrenador
Nacional e Internacional diplomado por la escuela Española
de Esquí.
Ya, días pasados, veíamos con tristeza como el gran campeón,
al celebrarse un homenaje en su honor en su ciudad natal,
con asistencia de familiares, de las Infantas Elena y
Cristina, de la Presidenta de la Comunidad de Madrid y otras
autoridades así como los vecinos y paisanos de Paquito
Fernández Ochoa, que así es como le gustaba que lo llamaran,
en el transcurso del cual fue descubierta una estatua en la
que figura recogiendo la medalla de oro olímpica y en cuyo
pedestal se nombra a los 28 campeones de España de esquí que
han nacido en la localidad de la sierra madrileña de
Cercedilla, se vislumbraba el estado de deterioro físico de
nuestro campeón aun cuando se sobreponía al dolor y a la
incapacidad que le estaba provocando el incurable mal que
padecía, adversidad y pesadumbre que, según sus mas
allegados, él conocía pero que ha ido tratando de hacerla
cotidiana y llevadera para no hacer partícipes de su dolor a
quienes compartieron con él su vida.
Hasta en eso ha sido campeón, en su desprendido amor y
entrega por los demás evitándoles cualquier sufrimiento que
por su estado pudiera ocasionarles.
La derrota de un campeón siempre nos lleva a rememorar sus
viejas hazañas atléticas pero de Francisco Fernández Ochoa
nos quedarán perennes, aparte de sus éxitos deportivos, su
caballerosidad y nobleza de ánimo que con tanta serenidad
nos ha venido demostrando en el adiós de su vida.
Pocas veces, en la historia del deporte, se dan casos tan
singulares como el de nuestro campeón Paquito F. Ochoa, ni
persona más afable al tiempo que sencilla como lo fue él
que, hasta en su última prueba, la de la vida, compitió con
total entrega para lograr conservarla aun cuando no contó
con la terrible enfermedad, traicionera e implacable que,
con sus malas artes, ha llegado a vencerle: el maldito
cáncer que no conoce ni distingue a los mejores, que ataca
cuando menos lo esperas y que te derrumba hasta hacerte caer
en las manos de quien, en el Mas Allá, también reconocerá y
premiará todos los méritos que como persona y deportista
tenía adquiridos.
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