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OPINIÓN - LUNES, 6 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Rituales del camino
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

En su día tuve la fortuna de contar, como guía espiritual y profesora, con la ayuda inestimable de la vidente y escritora suiza Elizabeth Kubler Ross, cuya obra estudié a fuerza de codos, memorieta y madrugadas, para aprender algo tan gratificante como los rituales del camino hacia la luz, a través de lo que nosotros llamamos “muerte”. Y que yo prefiero llamar “tránsito” aunque, en la tradición cristiana el único merecedor de ese calificativo fue San José, esposo de la Santísima Virgen. De hecho y en plan anecdótico les diré que, mi anciano esposo tiene el encargo por parte de unas monjitas llamadas Hermanitas del Buen Samaritano de pintar un lienzo que ocupa todo el muro de una capilla con “El tránsito de San José” en el que aparecen el Santo, María y Jesús, justo en el momento en que, el bendito padre terrenal de Nuestro Señor, emprende el camino. Tampoco Nuestra Señora murió, sino que se habla de “Dormición de la Virgen” y ese instante mágico se ha representado artísticamente en numerosas ocasiones por los más grandes maestros, aunque yo no me quedo con ninguna obra famosa, sino con otra dormición infinitamente más bella. ¿Qué cual es? Verán hicieron en Málaga, en su Palacio Episcopal una exposición de obras de arte sobre la Virgen, para ello reunieron maravillas de los conventos de monjas de Antequera y colocaron justo en el hall, al pie de la escalinata, una preciosa cama con dosel donde dormía una Virgen increíblemente acicalada y tan hermosa que quitaba el aliento. Por todo.

Por la perfección de la obra de imaginería que, por los rasgos, debía datar del siglo XVIII, por el hecho de su milagrosa salvación de la quema de conventos de la República de 1931 que expolió obras maestras patrimonio de la Humanidad y antes que nada por el preciosismo de la vestimenta, una túnica bordada con todos los primores de la costura.

Todo en esa representación era un canto al buen gusto y a la minuciosidad de bordadoras y encajeras, de generaciones de mujeres de Dios embelleciendo a Su Señora. Tan solo la almohadita donde reposaba la cabeza la Inmaculada era de por sí digna de figurar en un museo, por las filigranas increíbles, por la finura de las antiquísimas tiras bordadas. Durante una semana acudí a diario porque, encima, las exposiciones son gratuitas, me sentaba en el cuarto escalón de la escalinata, justo enfrente de la cama donde yacía la talla y me quedaba absorta, embelesada y con ese pinzamiento gástrico que identificamos con la emoción. Yo estaba presenciando nada más y nada menos que un milagro y una obra del Espíritu Santo que es el mandamás de la genialidad y de la inteligencia. Benditas las manos y la inspiración del imaginero, benditos los dedos bordadores de las monjitas, bendita la hora en que pudieron camuflarla, pese a su tamaño y que no se convirtiera en antorcha bajo las iras de los rojos.

Muerte, tránsito, dormición todo un mismo camino hacia la Luz. Con sus bellísimos rituales de acompañamiento que intento seguir al dedillo, retrotrayéndome hacia lo que, en el Método Silva de Control Mental llamamos nivel A y que es un estado de relajación y abstracción total. ¿Qué por que me ha dado la ventolera con el camino? Pues con motivos fundados, mi tía paterna más querida, un ser humano angelical y entrañable, que va a partir siendo mocita a los noventa años, está hospitalizada y dicen los galenos que su estado físico es terminal. Mientras que su espíritu permanece alerta y chispeante y hace planes para pasar conmigo la Nochebuena en cuanto le den el alta. De hecho me ha apuntado indirectamente y con mucha discreción que le encantaría, por vez primera en su vida, tener un teléfono móvil “Pero sencillito, nena, que se vean bien los números”. ¿Qué como se llama mi tía? Se llama María, pero sus sobrinos le llamamos Tatá y quedó mozuela porque era la mayor de las hermanas y tenía que hacerse cargo de cuidar a su madre viuda que, conforme pasaban los años, de luto riguroso por la muerte temprana del marido, se iba demenciando. Y los nuestros no llevamos a los ancianos a asilos ni a aparcaderos de viejos. Nosotros les cuidamos con respeto hasta que Dios les llama, en eso somos como los musulmanes, veneramos la vejez que es sabiduría y si el anciano o la anciana se vuelven como niños, no nos importa quitarles la mierda, siendo padres ellos nos la quitaron a nosotros. Los abuelos son sagrados y a mis hijos, que son medio guiris les inculco ese amor incondicional hacia la vejez que yo aprendí y vivo intensamente.

La anciana María está en un hospital granadino, de esa Granada que acogió a mi familia paterna cuando retornaron, asustados y sin tener nada, de su Nador. ¿Qué si poseían algo en Marruecos? Menos todavía, pero eran personas tradicionales, de misa y comunión diarias, de la Adoración Nocturna y todas las hermanas Hijas de María, vivieron las pequeñas turbulencias de la Independencia en 1956, se asustaron y se largaron echando leches. Todos menos mi padre Luisico, que era rifeño puro y cheljaoui, tierra de la tierra que hoy, a sus ochenta años, allí permanece, porque su cultura y sus ardiles son musulmanes , nunca se ha podido adaptar a España y tuvo que regresar porque se moría de nostalgia.

María si se adaptó y las otras también. Y ahora se le escapa la vida en un hospital. Ya le han dado los Santos Óleos, porque nosotros creemos que, la Extremaunción no es sacramento para muertos ¿De que le va a servir a uno que ha partido? Sino sacramento de sanación y de vida, que te esponja el alma y te refuerza el espíritu, gasolinilla para emprender el camino de la Luz o para continuar funcionando en la tierra. De hecho creo que si me impartieran ese sacramento no necesitaría antidepresivos, ni ansiolíticos, ni tiamina, ni overdose de Omega 3 para el sistema neuronal, sería como llevar una anfetamina en el alma, pero sin efectos secundarios.¡Más ilusión me hace!.

Pero, antes que nada, pido al buen Dios que me permita estar en el momento en el que, los ojos se apagan y el electroencefalograma empieza a pitar, porque es entonces cuando el ser humano necesita más afecto, más cálido amor, más apretarle la mano y permanecer a su lado, no importa si horas o minutos, el tiempo necesario como para que, los ángeles cumplan con su trabajo y vayan empujando suavemente al alma hacia el túnel. El que se va sigue viendo a quienes le rodean y sintiendo sus sentires y el despertar de la añoranza dura que provoca la muerte, que es ausencia del ser, que no del espíritu. Ese siempre está y continúa latiendo mientras se le recuerde y se compartan con él todas las cosas pequeñas y hermosas del cada día.

A mi tía, que siempre ha sido muy pulcra para sus cosas, se le ve el pelo blanco porque, como dirían los poetas andalousíes “Blancas son las canas que lloran lágrimas de plata por la muerte de la juventud”. Ella dice que, en cuanto le den el alta va a la peluquería, porque no sabe que ya jamás le darán el alta, porque nada en su cansado organismo funciona y que serán los ángeles quienes peinen sus canas, cuando esté sentada a la vera de esa otra María, la de la dormición, a la que siempre tanto amó.
 

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