Cuando la abstención, que en el
caso de las Elecciones al Parlamento Catalán alcanza casi un
44 % del censo electoral y, por el contrario, el partido mas
votado solo llega al 31,5 %, algo pasa o algo ha pasado para
que se den estos resultados. Y es una de las tres opciones,
entre las de votar a un partido político o hacerlo en
blanco, que han elegido los votantes catalanes. Lo que no
cabe duda es que el “tripartito” no ha funcionado (en su
conjunto ha perdido cinco escaños) por lo que podemos
considerar ha bajado la confianza en sus dos más
significados componentes: el Partido Socialista de Cataluña
y la Ezquerra Republicana, demostrándose que no se puede
jugar con el electorado que, aparte de ir perdiendo poco a
poco la adhesión a sus políticos, pierde, también, la
atención por cuestiones de su interés que van,
indefectiblemente, unidas a la política. Aquello de “todos
los políticos son iguales”, se está convirtiendo, salvo
excepciones, en una realidad y harto de promesas, de
malversaciones de fondos, de prevaricaciones, de trafico de
influencias, de cohechos y de especulaciones inmobiliarias
(por citar los desmanes mas sobresalientes), el electorado
viene optando por la postura aliada con el pasotismo: ¿para
qué votar si luego no se cumplen las promesas propuestas o
solo sirve nuestro voto para promover o alentar nuevas
“profesiones” amparadas en la política con el único objeto
del beneficio, en muchos casos adquirido fraudulentamente,
para quien la ejerce?.
Sin embargo, la irrupción en estas elecciones de la nueva
opción política Ciudadanos por Cataluña, con su joven
candidato Albert Rivera a la cabeza de la misma, arropado
por profesores, intelectuales y profesionales de diversos
ámbitos, sin ninguna cobertura mediática, nos vislumbra
esperanza y credibilidad dados sus postulados “de que no
aspira a ser un político profesional sino un profesional
dedicado temporalmente a la política”, de que “las personas
tienen los derechos y no los territorios” (en clara alusión
a las ideas de separatismo de otras agrupaciones políticas
catalanas) y la estampa juvenil que mostraba en el cartel
anunciador de su candidatura, nos hace concebir la idea de
existencia de políticos íntegros defensores de la
Constitución y de la unidad de la nación española. Ha
conseguido, Albert Rivera, la adhesión de más de noventa mil
“descontentos” e irrumpido con fuerza, como un atleta que
es, en el Parlamento Catalán donde dejará constancia,
estamos seguros, de sus planteamientos antinacionalistas y
de que en el futuro, con la inestimable ayuda de Albert
Boadella, Arcadi Espada o Francesc Carreras, también
dirigentes del partido, alcanzará mas logros en pro siempre
de una Cataluña fiel a sus orígenes y tradiciones así como
en la defensa del idioma que cada uno elija, pero integrada
en una sola nación, España, a la que esta región viene
perteneciendo desde hace mas de quinientos años. De todo
ello sacamos la siguiente conclusión: no es bueno para los
políticos (y esto dará que pensar a sus responsables) sean
de una ciudad, autonomía o del estado, que en un proceso de
elecciones libres y democráticas como por suerte se dan en
nuestro país, resulte ganadora una opción sin candidato, tan
legal o ajustada a la ley como cualquier otra pero de
significado harto elocuente: la abstención. Aun cuando nunca
se pierde la esperanza de que surjan quienes ilusionen y
hagan ser partícipes a los ciudadanos en los procesos
electorales como es el caso que hemos referido de Albert
Rivera.
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