Las pinceladas de una Navidad
temprana comienzan a dibujarse en el lienzo de la ciudad y
también en mi barriada paleña, malagueña y exquisita, como
decía el anuncio de la antigua cerveza Victoria. Pregonan
los loteros un Gordo navideño, ansiado y lejano y su pregón
tiene un mucho de poesía popular, porque se esmeran
ofreciendo la suerte tipo: “Si quieres ver lotería, bájame
los pantalones y verás el premio gordo, con dos
aproximaciones”.
El personal cruje de risa y le compra al ingenioso, por
simpático y por resaláo y se guarda el décimo con ademán
solemne. A mí, la verdad es que nunca me ha tocado nada,
aunque es bien cierto que tampoco compro y si lo hago es
para regalar las participaciones a mis amistades, que las
valoran mucho porque son muy piadosas, me refiero a las
participaciones y no a mis amistades que las tengo de todo
tipo. Pero yo compro la lotería de las cofradías, porque
muestran las fotos del Sagrado Titular y al lado el número y
el precio que suelen ser dos euros. ¿Qué a quien le voy a
regalar en Ceuta? Pues a toda la redacción, a mi hermano
Hamadi Amar Mohamed, a Nawa la mujer de Abdeselam Amar, al
doctor Hakim que me han comentado que es inteligente y está
tremendo, por premiarle la galanura y a un político del que
me han hablado bien , en plan populista y que se llama
Abdelmalik. Eso si, pongo condiciones: Si toca aunque sea la
pedrea tenemos que arremolinarnos a la puerta de El Pueblo y
esturrearnos con champán y llamar a las televisiones para
que sean testigos de nuestro júbilo.
Lo genuino y lo cañí de la lotería y del premio gordo es
celebrarlo a mogollón, en la puerta del bar que haya
repartido la suerte o de la Peña afortunada. Si se celebra
en plan sosaina no alimenta tanto, deja de ser
idiosincrásico y de aquella España en la que, los
campesinos, para rellenar la quiniela, mientras iban
diciéndole los números al culto que sabía escribir, se
quitaban la boina y adoptaban una actitud respetuosa, como
si estuvieran rezando.
Navidad temprana en el Corte Inglés que ya ha montado el
stand con los adornos y va rellenándolo de pura belleza, de
árboles plateados que se iluminan, de espumillón marino y
brillante, de figurillas hermosas, de guirnaldas de luces…
Un año, siendo mis niños chicos, mi marido que es guiri,
quiso adornar nuestra casita como se hace en la tierra de él
y decoró los árboles del pequeño jardín con bombillitas y la
fachada, mis chiquitillos suspiraban “Papá ¡Parece la
Navidad de “Solo en casa”! ¿Recuerdan las espectaculares
tomas de la película de aquel niño olvidado en las fiestas
navideñas? Las casas parecían ascuas de luz. Pero vivo en el
Palo. Y los adornos duraron justo una noche, lo que tardaron
en arrancar la instalación y llevarse los cables y las
bombillas, supongo que algún chusmón que opinó que, para que
mi casa estuviera adornada mejor adornaba él la suya y
disfrutaba de las luces. Me dolió la decepción de mis niños,
pero medité sobre la sensibilidad del chusmeta que había
robado tan solo belleza navideña y no por hacer daño, sino
para gozarla él y entonces el delito se diluía de alguna
manera. Me imaginaba al muchacho extasiado ante las
bombillas que son un homenaje al nacimiento de un niño en un
portal.
Recuerdo en el Nuevo Testamento cuando, los judíos oían
hablar a Jesús y decían “Es el de Nazareth, pero ¿Puede
salir algo bueno de Nazareth?” Porque se ve que, a los de
allí, les tenían gato. Pero si salió algo maravilloso, como
puede salir de mi Palo, o del Príncipe, o de cualquier
barrio poblado por gente que sueña con todas las cosas
pequeñas y hermosas y que, por muy humilde que sea su
extracción, se queda embobada ante los árboles iluminados y
ante cualquier espectáculo que sea hermoso porque, la
belleza toca el alma a todos los hijos de Dios, será por
afinidad espiritual ya que todos nosotros somos la mejor
obra de arte de la Creación.
Lotería… ¿Quién hurta un par de monedas a la suerte? Se
compra ilusión y siempre se desea que esté muy repartida,
que la alegría alcance al mayor número de personas posible y
no a un agonías que tenga dinero para comprarse los décimos
completos y se lleve la suerte entera a su casa para él. La
gente ya va en viajes organizados al pueblo de Sort donde La
Bruja es la delegación que más vende de España y por pura
estadística, la que más premios reparte y ahora el listillo
del propietario se va de turista espacial y recorrerá España
recogiendo cartas con los deseos del pueblo para luego
lanzarlos al espacio y que se concedan. ¡No vean el
marketing! Aunque para materializar deseos es más sencillo
juntar las manos soplar en el hueco, hacer que se amalgama
una bola luminosa, abrir la ventana y lanzarla al cielo
conscientes, de que cuando deseamos algo intensamente, el
Universo comienza a conspirar a nuestro favor a base de esas
casualidades que son, tan solo y nada menos que, el
pseudónimo de Dios cuando no quiere firmar,
Refrescan las noches de esta Navidad temprana, en los
escaparates de Zara hay gigantescas copas de champagne
llenas de espumillón y de bolas plateadas, es un tiempo en
el que, como diría mi abuela, la señora Emilia “pega una
manguita” y los pomelos maduran en mi árbol que, en francés
se llama “pamplemouse”, muy bucólicos y pastoriles, como la
poesía antigua, pero agrios del carajo ¡no vean la acidez
que dan!. ¿Qué si yo me apuntaría al turismo espacial como
el dueño de La Bruja de Sort? No. Yo padezco claustrofobia y
aborrezco las pamplinas, mi medio natural es el autobús,
porque no conduzco por la vista y los cohetes de Cabo
Cañaveral se me hacen tan lejanos como las lunas de Marte,
no es mi mundo ni es mi rollo. Mi mundo es más el bar donde
me tomo mis cafelitos al alba, entre los hombres y las
mujeres que se despabilan para empezar a ganarse el jornal y
nada mejor para entrar en calor que un lingotazo y unos
churros que, en Málaga, se llaman tejeringos y que llegue el
lotero vendiendo la suerte “¡Lo llevo, llevo el Gordo!” y el
del bar recordando que, pese a la competencia, ellos también
tienen participaciones cofradieras y de la Peña el Palustre
y rifan la cesta de Navidad de todos los años con su
embutido ibérico, sus polvorones del Santo Cristo Amarrado a
la Columna y sus yemas
El Ecijano “el placer del sibarita” y el jamón que siempre
dicen que es de bellota y luego está blando y salado como
los perros. Late la vida en los barrios, entran, salen, se
preocupan, se despreocupan, tientan a la suerte y todos
soltamos una carcajadota grosera ante la creación poética
“Si quieres ver lotería, bájame los pantalones y verás el
premio gordo, con dos aproximaciones”…
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