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OPINIÓN - VIERNES, 3 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Un soplo de aire fresco
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

¿Tienen en Ceuta alguno de los nuevos establecimientos en los que se toma oxígeno? En la Costa, que yo conozca, no hay aún ninguno, por mucho que la oxigenoterapia esté de plena moda y constituya un hábito muy saludable. De hecho, en Japón cualquier ciudadano puede alargarse a una farmacia o a una parafarmacia y hacerse con una botella de oxígeno puro con inhalador y meterse un chute de vitalidad en los pulmones. El oxígeno limpia, brilla y da esplendor, debe ser parecido al ansiolítico Vicodín tan en boga en EEUU y que provoca la euforia desinhibidora.

Algo similar a los que deben haber experimentado los antinacionalistas catalanes de Ciutadans-Partit de la Ciudadanía, que, con tan solo cuatro meses de andadura, escasísimos medios materiales suplidos con imaginación y una infraestructura basada en ilusiones, ha conseguido tres escaños en el Parlamento Catalán donde, en medio de tanto nacionalismo cerril y paleto vienen a ser un auténtico soplo de aire fresco y de desinhibición. De hecho no hay que olvidar que, el joven líder de esta formación parida intelectualmente por Albert Boadella, alguien muy fiable en el plano cultural, protagonizó una espectacular campaña de marketing apareciendo en el cartel electoral tapando pudorosamente sus vergüenzas y sin, absolutamente nada más encima. Sin inhibirse.

Aunque quienes tampoco se quedan mancos a la hora de la desinhibición son los mariquitusos u homosexuales que es como quieren ser llamados y que, en mi barriada se pronuncia “jomozersuale” o no se pronuncia porque es muy trabajoso, repito, quienes no se quedan cortos son los que, me envían e mails plagados de insultos del más variado calibre, algunos realmente elaborados y que, hasta a mí me sorprenden ya que acostumbran a meter a mis hijos, que no pintan nada en este asunto, por medio. ¿Qué si mis insultadores son heterófobos? Realmente me da igual, tienen todo el derecho del mundo a opinar y hacerme saber sus opiniones por muy procaces que estas sean. Son los riesgos del oficio de escribidora y los asumo respetando lo que piense cada cual, sin ninguna acritud y reconociendo que estoy conociendo una fraseología de tal agresividad y violencia que bien podría pedir protección policial y órdenes de alejamiento. Pero no las pido, porque no voy en plan acusica y porque, al igual que yo tengo derecho a manifestar libremente mi opinión y con las licencias dialécticas o literarias que apetezca, ellos tienen idéntico derecho desde su libertad y yo tengo que joderme y tragármelo. Esas son las reglas del juego y no hay otras.

Como las reglas políticas y las urnas han encumbrado a un grupo de ciudadanos normales, aunados por los excesos del nacionalismo y por el hartazgo comprensible de quienes postulan su derecho a seguir siendo y manifestándose españoles en Cataluña. Lo que me inquieta es que, esas sensibilidades no nacionalistas, no hayan encontrado amparo y acomodo en el Partido Popular que sería su medio natural, relativamente. ¿Qué por que digo “relativamente”? Pues porque, en las listas de los Ciutadans y en la persona de su ideólogo, el dramaturgo Albert Boadella, hay gente auténticamente atractiva y con tirón que puede que jamás hubiera llegado a ser nada ni a ser ni tan siquiera considerados, dentro de la estructura excesivamente jerarquizada del PP, donde los puestos ya están dados de antemano.

El propio Boadella es mucho más carismático que el candidato pepero Piqué, que seguramente ha sido designado desde Génova 13 porque es un político que ha venido ocupando cargos dentro de las listas populares, pero que no es atractivo ni tiene tirón popular. Los catalanes que votan PP lo hacen a una idea firme del no al independentismo solapado, no a la Nación Catalana, no a los excesos xenófobos, son fieles, son leales, son valientes y siguen votando pese a los sucesivos descalabros electorales. Porque saben que la derechona catalana siempre votará a Ciu que ocupa el espectro político conservador y un pelín pijotero. El espacio popular es un no al nacionalismo, casi exacto al de los Ciutadans, aunque estos últimos son tan jóvenes que no han experimentado desgaste y mantienen íntegras sus energías y sus ilusiones. Albert Rivera atrae por su incorrección política y por un populismo cercano, en absoluto populachero, al revés, les miras y parecen todos ellos miembros de aquella “gauche divine” de la elegante Barcelona de antaño, de cuando Dalí derrochaba su genialidad en Figueras y toda España estaba hecha de grandes retos culturales e intelectuales auténticamente deslumbrantes. Yo, en Cataluña, votaría sin dudarlo a Ciutadans, por lo que significan y representan y con la frescura y el arrojo con el que lo representan. Y encima ponen en las listas, no a militantes de probada lealtad, ni “a los de siempre”, los Ciutadans son oxigenantes porque no cargan con compromisos adquiridos sino que van por libre y son pueblo del pueblo, no políticos profesionales.

¿Qué dicen? ¿Qué si los jomozersuales que salpican mi correo de vejaciones son profesionales de la calumnia, la difamación y de la injuria? No. Dicen lo que les da la gana y muy bien que hacen. Porque, la expresión de sus libertades, que acepto y admito sin titubear, hace que yo me considere idénticamente libre de decir lo que me de la gana a mí. Así, sin malos rollos.

Y no como en la política catalana donde se corre el riesgo de la reedición del tripartito y donde, si no hubieran existidos excesos saturantes nacionalistas, el pacto natural conservador sería Ciu-PP-Ciutadans. Mayoría absoluta, pero inviable. Los no nacionalistas han estado demasiado perseguidos y acosados y se encuentran, más que quemados, churrascados y en una situación tal de saturación que han escapado por la vía de Albert Rivera, del que dicen que “dice lo que piensa y lo que él piensa es lo que pensamos todos y no nos atrevemos a decir por auténtico miedo”. Miles de personas necesitaban perentoriamente en Cataluña un soplo de aire fresco, porque el nacionalismo catalanista ha llevado una política tal de manipulación e intoxicación ideológica que tan solo los espíritus fuertes han salido indemnes. Lo triste, lo lamentable, es que un partido tan válido, con tan buena gente votando como el PP, no se haya adelantado a ese reto ilusionante y lo haya hecho suyo poniendo las bases firmes y a los candidatos con un discurso capaz de enamorar a la ciudadanía y con un carisma auténtico, para que, un partido como Ciutadans, no viera razón alguna para existir.

Pero existían las coordenadas y las circunstancias para que surgiera un experimento abiertamente no nacionalista que, contando con lo mínimo, sin grandes prodigios de marketing, ni dinero, ni inmensos asesores de imagen, ni palmeros oficiosos, se presentara en el territorio comanche catalán y se haya hecho un lugar en su inhóspito Parlament. Lo dicho, un soplo de aire fresco.
 

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