¿Tienen en Ceuta alguno de los
nuevos establecimientos en los que se toma oxígeno? En la
Costa, que yo conozca, no hay aún ninguno, por mucho que la
oxigenoterapia esté de plena moda y constituya un hábito muy
saludable. De hecho, en Japón cualquier ciudadano puede
alargarse a una farmacia o a una parafarmacia y hacerse con
una botella de oxígeno puro con inhalador y meterse un chute
de vitalidad en los pulmones. El oxígeno limpia, brilla y da
esplendor, debe ser parecido al ansiolítico Vicodín tan en
boga en EEUU y que provoca la euforia desinhibidora.
Algo similar a los que deben haber experimentado los
antinacionalistas catalanes de Ciutadans-Partit de la
Ciudadanía, que, con tan solo cuatro meses de andadura,
escasísimos medios materiales suplidos con imaginación y una
infraestructura basada en ilusiones, ha conseguido tres
escaños en el Parlamento Catalán donde, en medio de tanto
nacionalismo cerril y paleto vienen a ser un auténtico soplo
de aire fresco y de desinhibición. De hecho no hay que
olvidar que, el joven líder de esta formación parida
intelectualmente por Albert Boadella, alguien muy fiable en
el plano cultural, protagonizó una espectacular campaña de
marketing apareciendo en el cartel electoral tapando
pudorosamente sus vergüenzas y sin, absolutamente nada más
encima. Sin inhibirse.
Aunque quienes tampoco se quedan mancos a la hora de la
desinhibición son los mariquitusos u homosexuales que es
como quieren ser llamados y que, en mi barriada se pronuncia
“jomozersuale” o no se pronuncia porque es muy trabajoso,
repito, quienes no se quedan cortos son los que, me envían e
mails plagados de insultos del más variado calibre, algunos
realmente elaborados y que, hasta a mí me sorprenden ya que
acostumbran a meter a mis hijos, que no pintan nada en este
asunto, por medio. ¿Qué si mis insultadores son heterófobos?
Realmente me da igual, tienen todo el derecho del mundo a
opinar y hacerme saber sus opiniones por muy procaces que
estas sean. Son los riesgos del oficio de escribidora y los
asumo respetando lo que piense cada cual, sin ninguna
acritud y reconociendo que estoy conociendo una fraseología
de tal agresividad y violencia que bien podría pedir
protección policial y órdenes de alejamiento. Pero no las
pido, porque no voy en plan acusica y porque, al igual que
yo tengo derecho a manifestar libremente mi opinión y con
las licencias dialécticas o literarias que apetezca, ellos
tienen idéntico derecho desde su libertad y yo tengo que
joderme y tragármelo. Esas son las reglas del juego y no hay
otras.
Como las reglas políticas y las urnas han encumbrado a un
grupo de ciudadanos normales, aunados por los excesos del
nacionalismo y por el hartazgo comprensible de quienes
postulan su derecho a seguir siendo y manifestándose
españoles en Cataluña. Lo que me inquieta es que, esas
sensibilidades no nacionalistas, no hayan encontrado amparo
y acomodo en el Partido Popular que sería su medio natural,
relativamente. ¿Qué por que digo “relativamente”? Pues
porque, en las listas de los Ciutadans y en la persona de su
ideólogo, el dramaturgo Albert Boadella, hay gente
auténticamente atractiva y con tirón que puede que jamás
hubiera llegado a ser nada ni a ser ni tan siquiera
considerados, dentro de la estructura excesivamente
jerarquizada del PP, donde los puestos ya están dados de
antemano.
El propio Boadella es mucho más carismático que el candidato
pepero Piqué, que seguramente ha sido designado desde Génova
13 porque es un político que ha venido ocupando cargos
dentro de las listas populares, pero que no es atractivo ni
tiene tirón popular. Los catalanes que votan PP lo hacen a
una idea firme del no al independentismo solapado, no a la
Nación Catalana, no a los excesos xenófobos, son fieles, son
leales, son valientes y siguen votando pese a los sucesivos
descalabros electorales. Porque saben que la derechona
catalana siempre votará a Ciu que ocupa el espectro político
conservador y un pelín pijotero. El espacio popular es un no
al nacionalismo, casi exacto al de los Ciutadans, aunque
estos últimos son tan jóvenes que no han experimentado
desgaste y mantienen íntegras sus energías y sus ilusiones.
Albert Rivera atrae por su incorrección política y por un
populismo cercano, en absoluto populachero, al revés, les
miras y parecen todos ellos miembros de aquella “gauche
divine” de la elegante Barcelona de antaño, de cuando Dalí
derrochaba su genialidad en Figueras y toda España estaba
hecha de grandes retos culturales e intelectuales
auténticamente deslumbrantes. Yo, en Cataluña, votaría sin
dudarlo a Ciutadans, por lo que significan y representan y
con la frescura y el arrojo con el que lo representan. Y
encima ponen en las listas, no a militantes de probada
lealtad, ni “a los de siempre”, los Ciutadans son
oxigenantes porque no cargan con compromisos adquiridos sino
que van por libre y son pueblo del pueblo, no políticos
profesionales.
¿Qué dicen? ¿Qué si los jomozersuales que salpican mi correo
de vejaciones son profesionales de la calumnia, la
difamación y de la injuria? No. Dicen lo que les da la gana
y muy bien que hacen. Porque, la expresión de sus
libertades, que acepto y admito sin titubear, hace que yo me
considere idénticamente libre de decir lo que me de la gana
a mí. Así, sin malos rollos.
Y no como en la política catalana donde se corre el riesgo
de la reedición del tripartito y donde, si no hubieran
existidos excesos saturantes nacionalistas, el pacto natural
conservador sería Ciu-PP-Ciutadans. Mayoría absoluta, pero
inviable. Los no nacionalistas han estado demasiado
perseguidos y acosados y se encuentran, más que quemados,
churrascados y en una situación tal de saturación que han
escapado por la vía de Albert Rivera, del que dicen que
“dice lo que piensa y lo que él piensa es lo que pensamos
todos y no nos atrevemos a decir por auténtico miedo”. Miles
de personas necesitaban perentoriamente en Cataluña un soplo
de aire fresco, porque el nacionalismo catalanista ha
llevado una política tal de manipulación e intoxicación
ideológica que tan solo los espíritus fuertes han salido
indemnes. Lo triste, lo lamentable, es que un partido tan
válido, con tan buena gente votando como el PP, no se haya
adelantado a ese reto ilusionante y lo haya hecho suyo
poniendo las bases firmes y a los candidatos con un discurso
capaz de enamorar a la ciudadanía y con un carisma
auténtico, para que, un partido como Ciutadans, no viera
razón alguna para existir.
Pero existían las coordenadas y las circunstancias para que
surgiera un experimento abiertamente no nacionalista que,
contando con lo mínimo, sin grandes prodigios de marketing,
ni dinero, ni inmensos asesores de imagen, ni palmeros
oficiosos, se presentara en el territorio comanche catalán y
se haya hecho un lugar en su inhóspito Parlament. Lo dicho,
un soplo de aire fresco.
|