En los últimos días, hemos sido
testigos de cómo un político que estaba arrumbado en el
desván de los trastos viejos, Jesús Fortes, ha sido
usado, tras los acuerdos convenientes, para demostrar que en
el Partido Popular la unión entre todas las facciones está
por encima de las diferencias que han mantenido y que siguen
manteniendo. Diferencias que acabaron con la carrera
política de Jesús Fortes. Bueno, también es cierto que
detrás venía, parafraseando a Fernando Hierro en
relación con Raúl, un Ferrari de la política que
pronto iba a llevarse a la gente de calle y poner al PP en
condiciones de avasallar en las urnas a los demás partidos.
Ante la irrupción fulgurante de un Vivas decidido a
convertirse, entonces, en un profesional de la política,
poco podía hacer Fortes ni nadie del partido en aquellos
momentos. Llegó el funcionario, tan admirado por Ricardo
Muñoz, con la fuerza que le proporcionaba saber más que
nadie de los políticos y, por supuesto, avalado por una
aureola de bonhomía y de conocimientos, que se habían
encargado de propalar quienes nunca pensaron que Vivas podía
convertirse en un serio competidor de ellos.
Decía que Jesús Fortes, a la chita callando, tenía pactada
su presencia en el acto donde Juan Vivas iba a ser
presentado como candidato a la presidencia del Gobierno de
la ciudad. Porque, de no haber sido así, no me hago a la
idea de que el ex presidente hubiera accedido, por amor al
arte, a representar un papel que, a buen seguro, le acabó
produciendo lo que los médicos llaman distonía
neurovegetativa. Es decir, un ataque de nervios, gases y
bilis juntos, causante de gran trastorno y malestar, por
motivo evidente: tragarse un sapo de proporciones
gigantescas.
Ay, Jesús, con la de veces que hemos hablado de lo tuyo. Sí;
pues a mí, que nunca te debí agradecer nada, pero que supe
aguantarte cuando ibas como un alma en pena contando tus
desventuras, me parece muy bien que hayas vuelto al redil. Y
me parece muy bien que te hayas prestado a ser usado en un
acto tan importante para tu partido, por algo tan simple:
las circunstancias por las que todos hacemos, a veces, lo
que nos repatea y que jamás hubiésemos deseado pasar por
semejante trance, son ajenas a los demás.
Espero que las tuyas, me refiero a las circunstancias, no
sean por motivos económicos. Algo que descarto, en cuanto me
da por pensarlo, debido a que tu situación laboral, ganada a
pulso, no da pie a pensar lo contrario. A mí me parece que
el paso que has dado tú, Jesús Fortes, al subir al estrado
en un acontecimiento hecho a la medida para Juan Vivas, y en
el cual sobraron algunas chabacanerías que no venían a
cuento, es pensando en volver a ejercer algún cargo que en
tu partido hayan creído que te puede venir como anillo al
dedo.
Ya verás, Jesús Fortes, por más que ahora te hagas el sueco,
que llegado su momento justo, se anunciará una conferencia
de prensa para airear a los cuatro vientos que te han
nombrado manda de cualquier cosa. Una especie de canonjía
con la que distraerte y que puedas sentirte válido. Ya que a
los ex presidentes hay que evitarles los arrumbamientos para
que no enmohezcan a paso de legionario
Por lo tanto, y aunque te repito que nunca me diste motivos
para estarte agradecido, cuando estabas en el pináculo de
una gloria que ya amenazaba batacazo, te diré que me alegro
del paso que has dado. Un paso que debió de costarte sangre,
sudor y lágrimas. Pero que seguro que pensaste, a la hora de
decidirte, que los duelos con pan son menos duelos. Di que
sí, Jesús. Que pronto El Faro empezará a cebarse de
nuevo contigo. Es el precio que pagarás por volver a ser
alguien en el mundo de la política. Aunque peor te habrá
sido el ostracismo vivido. ¿Verdad?
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