“El hombre perece, como el cerezo
en flor de Kyoto. El crisantemo imperial, resiste los
embates del tiempo” ¿Les gusta el género haiku de poesía
japonesa? Versos breves e increiblemente bellos, tanto como
la fecha del día de Todos los Santos que hoy vivimos y que,
junto al día de mañana, el de los Difuntos, supone un lapsus
vital, breve como esos haikus que tienen la consistencia de
un suspiro.
¿Quién no recuerda a un finado? La celebración en nuestra
España Cañí es hermosa, pausada, nada que ver con las
modernidades de un Halloween que trae enloquecidos a los más
pequeños, esos que, vestidos de fantasmas y de seres
monstruosos de todo tipo, suenan las puertas para pedir
chucherías. Son dos mundos distintos, pero no distantes,
todo es raíz cultural cristiana y, como tal, conlleva una
parafernalia suntuosa e indescriptiblemente bella.
Pero me quedo con lo cañí antes que con lo importado
anglosajón. He contemplado los afanes de las paleñas en
nuestro pequeño cementerio marinero, al que acudo a visitar
la tumba de tierra de Gabriel ¿Qué eso es mentira porque a
mi hijo mayor le incineraron y dispersaron sus cenizas?
Vale, pero, en nuestra tradición picaresca siempre hay un
roto para un descosido ¿Qué me he limitado a adjudicarme la
tumba abandonada de un hombre de la mar, mísera donde las
haya y he clavado en la sencilla cruz de madera una foto de
mi amigo? Bueno, pues que me procesen por apropiación
indebida, pero, como buena iconoclasta, me gustan lugares
señeros donde orar y esa sepultura, que no es más que un
pequeño túmulo de tierra con una crucecita está debajo de un
enorme y frondoso ciprés, el árbol de la paz y el que,
plantado junto a la puerta de la casa, es señal de
bienvenida al peregrino.
A lo que iba, son días de relavar las lápidas, de adecentar
los nichos, de retirar flores secas y requemadas por cien
soles. El sepulturero del Palo facilita la escalera para
llegar a los nichos altos y las mujeres acuden con los cubos
de plástico y las bayetas, con el detergente y con el alma
callada, a tributar el sencillo homenaje de adecentar el
recuerdo y demostrar que, algunas veces, no hay olvido. ¿Qué
si yo no podría estirarme un poco y poner una lápida en
condiciones? Es que voy de estrangis y la tumba no es “mía”
sino que me la he apropiado sentimentalmente por todo, por
lo recoleto y marinero que es nuestro cementerio, lleno de
naufragios de pescadores y de óbitos de marengos y hombres
de la mar. El cielo, sobre los muros blancos tiene
consistencia mediterránea y el viento trae gritos de
gaviotas, porque está a escasos cien metros de la playa, es
el lugar ideal para recogerse ante el rememorar de momentos
vividos y hacerlo en la convicción de que, para nosotros, la
muerte no existe, existe otra dimensión espiritual y un
estar de otra manera. No se llora la muerte, se pena la
ausencia, el viaje hacia la luz acometido en solitario
aunque acompañado por los seres de luz que velan los últimos
latidos de cualquier electroencefalograma hasta que ya no
existe actividad cerebral y aparece plano.
¿Qué musitan? ¿Qué hay notables casos de
electroencefalogramas planos sentados en grandes despachos?
Si, es verdad, es que, la vida vegetativa tiene muchos
misterios y el alma humana se pierde en su inmensidad. Pero
hoy no quiero hablar de política ni de políticos ni tampoco
de cargos de confianza, carencia de actividad cerebral, ni
de instituciones que tienen tanto de fenómenos extraños que
parecen un poltergeist. De hecho, la genuina recopilación de
los chistes de Moratinos se dice que apareció en forma de
teleplastia en los muros del Hogar del Jubilado de Churriana,
a la vera de Málaga. Dicen que llega Moratinos al presidente
de los Estados Unidos y le dice “Han estado ustedes de
suerte, porque, en un momento dado me planteé el declararles
la guerra e invadirles” Bush le mira pasmado “¿Y como nos va
a declarar la guerra e invadirnos si somos diez veces más
millones de habitantes?” Moratinos le aclara “Claro por eso
no les invadimos, porque no tenemos en España cárceles para
meter a tanta gente” ¿A que resulta auténticamente fenómeno
paranormal?.
En estos días la tradición anglosajona habla de fantasmas y
aparecidos, nosotros compramos flores para agasajar a los
muertos, para embellecer el entorno de mármol, un homenaje
etéreo y perfumado. El rey es el crisantemo, la flor de la
belleza imperial “la flor de los muertos” dicen y la asocian
con ausencia y con tristeza, cuando son cien pétalos
luminosos que pregonan claridad, como pregonan los claveles
reventones esperanza de reencuentro y las clavelinas risas
al recordar momentos felices. En Barcelona desdramatizan los
cementerios, algunos increíbles obras de arte escultórico,
organizando recorridos por los regios panteones,
deteniéndose en los epitafios más hermosos, deleitándose con
los prodigios decimonónicos en mármol. Una gran parte de los
cementerios españoles merecerían ser bienes de interés
cultural y estar estrictamente protegidos por las leyes de
patrimonio histórico artístico, nada que ver con los
cementerios tipo parques temáticos del morir insulsamente
que se están construyendo para ahorrar metros cuadrados de
superficie y que parecen impersonales colmenas. Claro, con
las recalificaciones el emplear muchos metros en construir
panteones, capillas y tumbas majestuosas, parece hasta un
desperdicio del terreno. En Málaga hoy, es un asco morirse,
algo tremendamente insulso y desposeído de cualquier
acercamiento a la espiritualidad o a la belleza, está
Parcemasa, el parque cementerio industrial, lleno de nichos,
con unas gélidas capillas donde celebrar muchos funerales a
la vez y con un cura que, al momento de la despedida,
achucha un botoncillo y suena una música emotiva, grabada
por supuesto. ¡Que muerte tan helada! Y no se sabe si se
está en una salita del tanatorio o en la antesala de una
consulta de la Seguridad Social, morirse así es de puta
depresión, aquí se muere al por mayor, fatal. Nada que ver
con los recoletos cementerios europeos escondidos a la vera
de la iglesia, ni con la hermosura de lugares únicos, como
el de Casabermeja, donde tiene puesto reservado el
maravilloso escritor y hombre de Dios, Antonio Gala. El
camposanto de Casabermeja es monumento y de interés
cultural. Y como él hay cientos desperdigados por nuestra
piel de toro y hoy todos bullen al unísono evocando a los
ausentes y parecen florecidos en una primavera temprana por
las flores sobre lápidas y nichos.
Les deseo a todos quienes recuerdan hoy a los descansados
que sus recuerdos sean evanescentes y luminosos, que nunca
olviden a las ánimas benditas ni a quienes, desde otro lugar
y en otra dimensión, velan por nosotros y nos recuerdan
tanto y tan intensamente como nosotros a ellos y son, desde
la Luz, crisantemos imperiales para quienes no existe el
tiempo.
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