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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 1 DE NOVIEMBRE DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

El crisantemo imperial
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

“El hombre perece, como el cerezo en flor de Kyoto. El crisantemo imperial, resiste los embates del tiempo” ¿Les gusta el género haiku de poesía japonesa? Versos breves e increiblemente bellos, tanto como la fecha del día de Todos los Santos que hoy vivimos y que, junto al día de mañana, el de los Difuntos, supone un lapsus vital, breve como esos haikus que tienen la consistencia de un suspiro.

¿Quién no recuerda a un finado? La celebración en nuestra España Cañí es hermosa, pausada, nada que ver con las modernidades de un Halloween que trae enloquecidos a los más pequeños, esos que, vestidos de fantasmas y de seres monstruosos de todo tipo, suenan las puertas para pedir chucherías. Son dos mundos distintos, pero no distantes, todo es raíz cultural cristiana y, como tal, conlleva una parafernalia suntuosa e indescriptiblemente bella.

Pero me quedo con lo cañí antes que con lo importado anglosajón. He contemplado los afanes de las paleñas en nuestro pequeño cementerio marinero, al que acudo a visitar la tumba de tierra de Gabriel ¿Qué eso es mentira porque a mi hijo mayor le incineraron y dispersaron sus cenizas? Vale, pero, en nuestra tradición picaresca siempre hay un roto para un descosido ¿Qué me he limitado a adjudicarme la tumba abandonada de un hombre de la mar, mísera donde las haya y he clavado en la sencilla cruz de madera una foto de mi amigo? Bueno, pues que me procesen por apropiación indebida, pero, como buena iconoclasta, me gustan lugares señeros donde orar y esa sepultura, que no es más que un pequeño túmulo de tierra con una crucecita está debajo de un enorme y frondoso ciprés, el árbol de la paz y el que, plantado junto a la puerta de la casa, es señal de bienvenida al peregrino.

A lo que iba, son días de relavar las lápidas, de adecentar los nichos, de retirar flores secas y requemadas por cien soles. El sepulturero del Palo facilita la escalera para llegar a los nichos altos y las mujeres acuden con los cubos de plástico y las bayetas, con el detergente y con el alma callada, a tributar el sencillo homenaje de adecentar el recuerdo y demostrar que, algunas veces, no hay olvido. ¿Qué si yo no podría estirarme un poco y poner una lápida en condiciones? Es que voy de estrangis y la tumba no es “mía” sino que me la he apropiado sentimentalmente por todo, por lo recoleto y marinero que es nuestro cementerio, lleno de naufragios de pescadores y de óbitos de marengos y hombres de la mar. El cielo, sobre los muros blancos tiene consistencia mediterránea y el viento trae gritos de gaviotas, porque está a escasos cien metros de la playa, es el lugar ideal para recogerse ante el rememorar de momentos vividos y hacerlo en la convicción de que, para nosotros, la muerte no existe, existe otra dimensión espiritual y un estar de otra manera. No se llora la muerte, se pena la ausencia, el viaje hacia la luz acometido en solitario aunque acompañado por los seres de luz que velan los últimos latidos de cualquier electroencefalograma hasta que ya no existe actividad cerebral y aparece plano.

¿Qué musitan? ¿Qué hay notables casos de electroencefalogramas planos sentados en grandes despachos? Si, es verdad, es que, la vida vegetativa tiene muchos misterios y el alma humana se pierde en su inmensidad. Pero hoy no quiero hablar de política ni de políticos ni tampoco de cargos de confianza, carencia de actividad cerebral, ni de instituciones que tienen tanto de fenómenos extraños que parecen un poltergeist. De hecho, la genuina recopilación de los chistes de Moratinos se dice que apareció en forma de teleplastia en los muros del Hogar del Jubilado de Churriana, a la vera de Málaga. Dicen que llega Moratinos al presidente de los Estados Unidos y le dice “Han estado ustedes de suerte, porque, en un momento dado me planteé el declararles la guerra e invadirles” Bush le mira pasmado “¿Y como nos va a declarar la guerra e invadirnos si somos diez veces más millones de habitantes?” Moratinos le aclara “Claro por eso no les invadimos, porque no tenemos en España cárceles para meter a tanta gente” ¿A que resulta auténticamente fenómeno paranormal?.

En estos días la tradición anglosajona habla de fantasmas y aparecidos, nosotros compramos flores para agasajar a los muertos, para embellecer el entorno de mármol, un homenaje etéreo y perfumado. El rey es el crisantemo, la flor de la belleza imperial “la flor de los muertos” dicen y la asocian con ausencia y con tristeza, cuando son cien pétalos luminosos que pregonan claridad, como pregonan los claveles reventones esperanza de reencuentro y las clavelinas risas al recordar momentos felices. En Barcelona desdramatizan los cementerios, algunos increíbles obras de arte escultórico, organizando recorridos por los regios panteones, deteniéndose en los epitafios más hermosos, deleitándose con los prodigios decimonónicos en mármol. Una gran parte de los cementerios españoles merecerían ser bienes de interés cultural y estar estrictamente protegidos por las leyes de patrimonio histórico artístico, nada que ver con los cementerios tipo parques temáticos del morir insulsamente que se están construyendo para ahorrar metros cuadrados de superficie y que parecen impersonales colmenas. Claro, con las recalificaciones el emplear muchos metros en construir panteones, capillas y tumbas majestuosas, parece hasta un desperdicio del terreno. En Málaga hoy, es un asco morirse, algo tremendamente insulso y desposeído de cualquier acercamiento a la espiritualidad o a la belleza, está Parcemasa, el parque cementerio industrial, lleno de nichos, con unas gélidas capillas donde celebrar muchos funerales a la vez y con un cura que, al momento de la despedida, achucha un botoncillo y suena una música emotiva, grabada por supuesto. ¡Que muerte tan helada! Y no se sabe si se está en una salita del tanatorio o en la antesala de una consulta de la Seguridad Social, morirse así es de puta depresión, aquí se muere al por mayor, fatal. Nada que ver con los recoletos cementerios europeos escondidos a la vera de la iglesia, ni con la hermosura de lugares únicos, como el de Casabermeja, donde tiene puesto reservado el maravilloso escritor y hombre de Dios, Antonio Gala. El camposanto de Casabermeja es monumento y de interés cultural. Y como él hay cientos desperdigados por nuestra piel de toro y hoy todos bullen al unísono evocando a los ausentes y parecen florecidos en una primavera temprana por las flores sobre lápidas y nichos.

Les deseo a todos quienes recuerdan hoy a los descansados que sus recuerdos sean evanescentes y luminosos, que nunca olviden a las ánimas benditas ni a quienes, desde otro lugar y en otra dimensión, velan por nosotros y nos recuerdan tanto y tan intensamente como nosotros a ellos y son, desde la Luz, crisantemos imperiales para quienes no existe el tiempo.
 

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