Se anuncian encuentros orientados
a promover y difundir el idioma español como lengua
universal de cultura e instrumento generador de riqueza ante
el vertiginoso proceso de globalización que se vive en
nuestros días, en el que otras áreas lingüísticas pugnan por
ocupar posiciones cada vez más influyentes. Está muy bien
todo eso, pero creo que antes deberíamos asegurarnos de que
todos los españoles conocen nuestra propia lengua madre y se
le permite usarla; puesto que el castellano, hoy por hoy, es
la lengua española oficial del Estado. ¿Cómo se entiende,
pues, el retroceso que está experimentando la enseñanza de
nuestro idioma español, o la leve utilización en planes
educativos, sobre todo en las comunidades autónomas donde
comparte oficialidad?
Para empezar, como el que más, yo también estoy de acuerdo
que la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de
España es un patrimonio cultural que ha de ser objeto de
especial respeto y protección; pero en la misma línea, o si
cabe más, porque así –mal que nos pese- constitucionalmente
se subraya al situar el castellano como lengua oficial. En
consecuencia, debe apasionarnos transmitir nuestro idioma de
manera sólida y decidida, sin complejos. De lo contrario,
habría que modificar el artículo 3 de la Constitución. A
veces, me da la sensación de que el problema lo tenemos en
nuestra propia casa, al ver que la presencia del español no
es verdaderamente real en nuestro territorio nacional. Si
tomásemos todos los españoles como nuestro el castellano,
que no lo tomamos porque también pesan mucho las lenguas de
las Comunidades Autónomas, quizás no harían falta tantas
proclamas exportadoras, ni tampoco tantos relumbrones actos;
que, por otra parte, suelen quedarse en nada. Con nuestro
testimonio sería suficiente.
En todo caso, pienso, que nos hace falta avivar nuestra
propia lengua, como también las respectivas de las
Comunidades autónomas. Unas no deben ensombrecer a las
otras. Ahí radica la fatalidad. Todas forman parte de
nuestras raíces y, como tales, han de tolerarse. Resulta
absurdo este tipo de guerras. Es verdad, a mi juicio, que
estamos descuidando la enseñanza de las lenguas y de las
literaturas. Creo que sería fructífero que los programas
educativos prestasen más atención a nuestras letras, estén
escritas en castellano o en otras lenguas, lejos de
cualquier ambiente de represión y coacción. Ahora, lo
fundamental, es que la lengua cervantina genere diálogo y
libertades, convirtiéndose en una lengua viva internacional
que nos una a todos. En apoyar ese carro, debemos ir todos
los españoles a una. Al final, fruto de esa unidad donde
también se reconoce la autonomía de las nacionalidades y
regiones, todos salimos ganando, puesto que todos somos
beneficiarios del activo espiritual que es el idioma
español.
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