La situación en el Biutz no es nueva. Cada día, entre las
seis de la mañana y la una de la tarde, once agentes de la
Unidad de Intervención Policial de Sevilla se encargan de
controlar el paso de los porteadores que llevan mercancía a
Marruecos. A pesar de no ser ninguna novedad y de que las
críticas de los comerciantes e, incluso, de los propios
agentes son constantes, nada parece haber cambiado en este
año y medio que lleva abierto, desde luego no para bien.
El paso estaba pensado para el tránsito de 2.000 porteadores
pero esta cifra ha ido creciendo en los últimos meses hasta
situarse en los 8.000. Un dato que no es real si tenemos en
cuenta que cada uno de ellos realiza, al menos, cuatro
viajes cargando bultos que llegan a pesar hasta 70 kilos de
modo que no estaríamos de 32.000 personas.
Para controlar a esta masa de gente, ansiosa por cruzar y
que no suele respetar las colas establecidas (una para
hombres y otra para mujeres), tan sólo hay once agentes
destinados que, en días de mucha fortuna como el de ayer, se
ven apoyados por otros siete compañeros de la Jefatura
Superior de la Policía Nacional de Ceuta. Pero esto sucede
en raras ocasiones por lo que los golpes y las discusiones
con los porteadores se hacen inevitables para hacer frente a
avalanchas incontroladas que sumergen a los agentes en
auténticas mareas humanas ávidas de cruzar a Marruecos
cargadas con todo tipo de bultos y sin importar a quién se
lleven por delante en su avance.
Además de canalizar el paso de los marroquíes, los agentes
tienen una tarea extra que realizar: controlar a las mujeres
que cruzan ya que muchas lo hacen con sus hijos pequeños a
cuestas. Ante la imposibilidad de dejar a sus hijos al
cuidado de alguien, muchas optan por camuflarlos con cajas
de cartón y cargar las mercancías con ellos a cuestas lo que
pone en serio peligro la vida de los pequeños.
“Si no esto no era bastante, ahora tenemos que estar muy
pendientes para retirar de la cola a las que llevan a los
niños porque cualquier día se nos muere uno por
aplastamiento”, explican algunos agentes.
La cifra de policías obviamente es insuficiente pero no
parece que vayan a notarse cambios a pesar de que cada vez
hay más porteadores.
Pasaportes
Sólo en los dos últimos meses se han expedido 2.000 nuevos
pasaportes en Marruecos para permitir el paso de más
tetuaníes que buscan así un sustento para sus familias.
Tanto trabajo apenas les reporta 30 euros diarios y muchos
aprovechan la confusión y la escasa presencia policial para
robar parte de las mercancías que otros llevan a sus
espaldas.
Mientras esto sucede, los comerciantes asisten impotentes a
un espectáculo que califican de “tercermundista” y para el
que siguen si aportarse soluciones ya que los camiones de
transporte siguen sin poder circular con libertad por el
polígono (uno de ellos quedó ayer atrapado entre la gente y
tuvo que esperar más de dos horas para poder mover su
vehículo en alguna dirección) y los clientes tampoco pueden
acceder al interior de la mayoría de los establecimientos
que se ubican en los aledaños de este paso fronterizo.
Esta situación, que para muchos comienza a tener tintes de
crisis económica, se recrudece cuando se aproxima la hora
del cierre. Policías marroquíes de incógnito cruzan para
seleccionar a aquellos que, previo pago, van a poder
transportar las últimas mercancías de la jornada, esto
provoca aún más aglomeraciones y peleas por cruzar cuanto
antes por lo que, en días realmente duros como el de ayer,
la Policía se ve obligada a cerrar el paso minutos antes de
la hora establecida “para evitar males mayores”.
Esto es lo que sucede en días ‘normales’. Jornadas como la
de mañana, después de un festivo y teniendo en cuenta que no
vuelven a transportar hasta el martes (ya que el lunes se
celebra el aniversario de la Marcha Verde), serían
merecedoras de un refuerzo policial realmente importante
para evitar los problemas que, sin duda, se van a producir.
Pero nada indica que esto vaya a ser así por lo que
seguiremos presenciando esta increíble forma de realizar
transacciones comerciales entre dos países fronterizos que
avanzan hacia el final de la primera década del siglo XXI.
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