Las nuevas corrientes de
pensamiento dicen que, las palabras no describen la
realidad, sino que “crean” la realidad. Por eso hay que
poner especial cuidado en pensar y expresar los pensamientos
en positivo para tratar de crear el mundo real en el que nos
apetece vivir. Todo muy bello pero también muy subjetivo,
porque hay palabras que son fatales y que, aunque se traten
de evitar, terminan apareciendo y fagotizando la alegría,
una de esas palabras es “cáncer”. Es un término que cuesta
trabajo vocalizar, se dice “una grave enfermedad” o “una
terrible dolencia” todo antes que admitir crudamente “tengo
cáncer”. Como hizo Rocío Jurado, la más grande de la copla
después de doña Concha Piquer y con permiso del poeta
granadino de la canción española, mi amigo Carlos Cano.
Lola Flores, sin embargo, nunca habló con claridad de las
células averiadas que le estaban devorando los pulmones, se
sabía pero no se decía, hace unos años había más cautela y
una especie de avergonzada delicadeza a hablar de según que
temas. Pero el cáncer pocas veces se admitía en su dura
realidad.
Ahora es distinto. A partir de los noventa nos enteramos de
que, los enfermos de categoría, viajaban a Houston, a
gastarse hasta la última peseta en un centro médico de
postín, exactamente igual que ahora ha hecho la más grande,
dejarse una fortuna en un par de meses consumiéndose en las
Américas, cuando aquí tenemos una Clínica Universitaria de
Navarra que nada tiene que envidiar al mejor de los centros
y que encima tiene la garantía de que, al igual que la
Universidad, tiene el sello de calidad internacional
indiscutible e indiscutida de ser del Opus Dei, garantía de
los mejores profesionales del planeta, porque, en la Obra, o
curras por santificarte siendo el mejor en tu trabajo o no
sirves y mejor te vas a los Kikos que cantan y tocan la
guitarra en su camino y su fundador, encima, pinta unas
cosas que no se saben si son miniaturas románicas en grande
o pinturas bizantinas, pero es buena gente, los Kikos son
buenísimas personas, pero distintos de la Obra.
¿Qué cual es mejor? Cualquier forma de ser santos en
pequeñito y de iluminar los caminos de la tierra con la fe y
el amor es formidable. Tanto como el Hospital de Navarra que
fue donde falleció Don Juan, el Conde de Barcelona, padre
del rey y donde fueron tratadas la mujer de Adolfo Suarez,
Amparo Illana y su hija Marian con buenos resultados durante
años, hasta que la enfermedad acabó royéndoles el corazón y
se marcharon hacia la luz.
Pero el pueblo llano oye decir Houston y se le hace la boca
agua limón, están los enfermos en uno de los feos y
saturados hospitales de la Seguridad Social y lo sienten y
lo viven tan cutre que les parece que ir de enfermo privado
al extranjero es que te toque la lotería y privilegio de
unos pocos afortunados capaces de gastarse ingentes
millonadas en tratamientos, antaño novedosos, pero,
realmente, ya no tanto y los médicos de la Seguridad Social
son magníficos profesionales. Lo digo por experiencia, mi
esposo enfermó de aneurisma de aorta y nosotros no tenemos
medios para acudir al Instituto Pasteur de Paris ni a
Houston como Carlos Cano y se operó en el Hospital Carlos
Haya de Málaga con un cuadro de cirujanos de auténtico lujo.
Las habitaciones no tenían salones ni había música
ambiental, pero los resultados fueron magníficos.
El cáncer se cura o no se cura, sigue siendo la palabra
fatal, tan fatal como metástasis, pero dicen los filósofos y
los pensadores, que la fuerza de la persona y sus deseos de
vivir, resultan fundamentales a la hora de luchar contra la
enfermedad, los estudiosos del Metodo Silva de Control
Mental llegan a hacer círculos de oración para mandarle un
grupo de personas al mismo tiempo un deseo de sanación al
enfermo. ¿Qué si creo en las curaciones milagrosas?
Por supuesto, ya decía David Ben Gurión que el que no cree
en los milagros es que no es realista, ahí están los
milagros certificados por los científicos, son dones del
buen Dios, casos inexplicables, de ahí su carácter
milagroso. Y hay también lugares de gran poder, santuarios
como Lourdes o Fátima, donde la fe se palpa en el ambiente y
la devoción es tan profunda que hace daño.
Hay palabras duras en el lenguaje, cáncer es una de ellas y
para neutralizarla existen otros términos como fe, esperanza
y sanación, por no decir milagros directamente. De hecho
para mi, cada vez que un cirujano entra en un quirófano y
tiene entre sus manos la vida de un ser humano, el Espíritu
Santo está actuando iluminando la mente del médico y
haciendo fluir sus conocimientos, lo positivo es aceptar y
reconocer la cualidad milagrosa de muchos hechos cotidianos,
hablar de ello y crear con nuestras palabras la realidad.
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