No es especialmente entendible la
posición de fuerza que ahora pretende establecer Marruecos
sobre la presencia de un senador español (de Ceuta) en el
llamado Grupo de Amistad hispano-marroquí, sobre todo porque
desde hace seis años, el mismo político, Nicolás Fernández
Cucurull ha venido formando parte del mismo.
Y lo ha sido en unos momentos de ciertas tensiones o
disensiones entre los dos países cuyo exponente álgido quedó
representado en el ‘affaire’ del Perejil. Entonces Marruecos
no puso pegas a la presencia y continuidad, no ya del Grupo
de Amistad, sino de incluso la incorporación de un
representante ceutí en la alta Cámara española como miembro
de la delegación española. No importaban pues los momentos
críticos por el que, políticamente, atravesaban las
relaciones hispano-marroquíes. Sin embargo ahora, de buenas
a primeras y atendiendo a la máxima de que si Marruecos no
te la da a la entrada, la da a la salida, el ministro
marroquí para las relaciones con el Parlamento se suelta con
unas declaraciones que aclaran y, sobre todo, desmienten al
Gobierno español.
El Gobierno de España, a través de Asuntos Exteriores emitió
una nota en la que no relacionaba el aplazamiento de la
reunión del Grupo de Amistad por la pertenencia en el mismo
del senador ceutí, sin embargo, Marruecos califica ahora
como una provocación la presencia de Fernández Cucurull
desdiciendo nada menos que a Exteriores y dejando al aire el
punto exacto donde la espalda pierde su buen nombre.
De momento el Senado español se planta, no permite
imposiciones porque tampoco ha impuesto nada a la delegación
marroquí, con miembros del Istiqlal en ella. Por tanto, como
dice Fernández Cucurull, llamemos a la reflexión y a la
responsabilidad. Ya está bien de políticas adaptadas a los
caprichos de inmaduros. España es y debe ser mucho más. La
firmeza no tiene por qué ser sinónimo prepotencia y sí de
seriedad, la mejor lección para el aprendizaje de los
vecinos que no tienen porqué ser enemigos, ni mucho menos.
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