Ya han sido ratificados por el
Comité Electoral Nacional todos los candidatos a a la
presidencia de las autonomías. Un acto que ha sido presidido
por Javier Arenas en Madrid. Y al que Juan Vivas
ha asistido como triunfador de las últimas elecciones.
Lo peor que tiene comenzar en cualquier actividad pública
con un éxito clamoroso, es, sin duda, que la gente piensa
siempre que lo conseguido es fácil y que puede volver a ser
repetido por el hacedor de lo que fue calificado, en su
momento, de extraordinario. Es el caso del presidente de la
Ciudad. Y ello es algo que éste sabe muy bien y que, sin
haber cambiado ningún tipo de impresión al respecto con él,
me atrevo a decir que es una de sus mayores preocupaciones,
actualmente, al margen de los muchos problemas con los que
ha de enfrentarse cada día.
Porque no hay cosa peor que sentir la presión del ganador
que está obligado no sólo a serlo sino a obtener el triunfo
de manera destacada y, mucho mejor, si lo logra
arrolladoramente. Es, desde luego, el peaje que ha de pagar
cualquiera que, de la noche a la mañana, se convierta en
figura de alguna actividad. De ahí que, por manida que esté,
todos echemos mano, cuando la ocasión lo requiere, de esa
frase que dice que lo difícil no es llegar sino mantenerse.
En el caso que nos ocupa, conviene decir que los ciudadanos
están convencidos de que Juan Vivas, dentro de un año,
seguirá siendo el presidente de todos los ceutíes. Quienes
opinan lo contrario, con todos mis respetos para ellos,
desatinan. O bien se han puesto en las manos de echadoras de
cartas.
Por lo tanto, la única emoción que existe en todo lo
relacionado con este asunto, radica en pronosticar si el
tirón personal del candidato le servirá para superar los
resultados de hace cuatro años, si los igualará o bien
perderá varios escaños. Se ha repetido hasta la saciedad que
el atractivo de Juan Vivas, como persona y político, es muy
superior al de las siglas de su partido. Lo cual no es moco
de pavo. Y significa que sigue siendo el mejor aval para un
PP que sabe a ciencia cierta, que es un presidente tenido en
alta consideración por la ciudadanía.
Cuando escribo acerca de lo que significa Vivas en Ceuta, me
consta que otros políticos arrugan el entrecejo y gustan de
disparatar contra mí. Pero yo me limito a expresar aquí,
como buenamente puedo, una situación que vengo constatando
desde hace ya varios años: los ciudadanos, casi en su
totalidad, estiman a su presidente, incluso cuando yerra.
En casos así, cuando alguien es aceptado y querido por el
pueblo y se acuesta y se levanta en posesión de tan grande
beneplácito popular, a las personas de la oposición no les
cabe más que cumplir dignamente con sus obligaciones y rogar
por que las cosas cambien.
Y tendrán que hacerse a la idea de que pasarán los años sin
tener la menor oportunidad de desbancar a Juan Vivas de la
presidencia. Aunque debe de ser frustrante admitir lo que
estoy diciendo. Y hay más: lo digo de un una persona con
quien he tenido varios desencuentros. Y con la que he estado
sin hablarme durante una eternidad. Situación conocida por
muchos en la ciudad, pero que la recuerdo para que los
atrevidos no se pasen de la raya y se metan en el socavón de
las contras que conducen a medir la lona.
Ahora bien, aunque el candidato Vivas no tenga enfrente
líderes capaces de disputarle la presidencia hasta ponerlo
al borde del disparate, sí le espera una tarea que ha de
afrontar cuanto antes y sin que le tiemble el pulso: hacerse
cargo de las listas electorales y escribir en ellas los
nombres de los 15 primeros candidatos que desea tener a su
lado en el Gobierno del próximo año.
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