Ayer tuve la ocasión de conocer a
alguien con quien mantuve una conversación limitada de
tiempo pero que la aprovechamos muy bien. Y salió a relucir
el nombre de Juan Luis Aróstegui. Mi interlocutor,
lector de esta columna, me dijo que había notado que yo
opinaba ya muy poco, o casi nada, de cómo se las gasta un
político tan impopular. Y quería saber el motivo por el cual
había desistido de referirme al hombre capaz de ir a un
programa de televisión y chuparse el solito todos los
minutos de éste.
-Bien, debo decirte que la culpa de que Aróstegui esté todos
los días en los medios no es de él. Ni tampoco que juegue a
ser filibustero cuando le preguntan.
-Pues dime cómo se las apaña para que no haya día donde no
sea protagonista en la prensa.
-Muy sencillo: cuando llegan los periodistas a la ciudad con
el lógico desconocimiento de cuanto acontece en ella, lo
primero que les dicen es que en Aróstegui encontrarán a
alguien dispuesto a contarles el cuento del alfajor. Y dado
que es muy fácil localizarle, allá que enfilan sus pasos
hacia él. Y ahí comienzan unas relaciones que perdurarán
hasta que el profesional se vaya de la ciudad. Porque para
los recién llegados resulta vital rellenar unas páginas o
poder darles vida a un programa de radio o televisión.
-Bueno, pero todavía no me has respondido a la pregunta de
por qué ya no lo analizas como antes.
-Muy sencillo: Aróstegui está convencido de que es muy
inteligente para manejar con soltura sofismas, paradojas y
contradicciones. Y vive entregado a esa tarea. Que, sin
duda, le reporta pingües beneficios. Incluso tiene sometido
a su voluntad a una minoría de seguidores, muchos de ellos
colocados a dedo por él y que lo ven como a una figura
política incomprendida y maltratada en las urnas por una
mayoría de ignorantes ciudadanos.
Es decir, cuando hablas con sus partidarios, lo primero que
destacan es el enorme cociente intelectual de su guía. Ya
que Aróstegui para esa clase especial de la ciudad es una
especie de caudillo nacido para conducir esta tierra por los
caminos de la prosperidad. Y no entienden, bajo ningún
concepto, que lo hayan pasado por encima Fráiz y
Juan Vivas, entre otros. Tampoco entienden, o no
quieren, que bajo ese disfraz de progresista se esconde la
personalidad de quien gusta del ordeno y mando y que es
atrabiliario y tronante, en cuanto se hace con los mandos de
algo. Y si no que se lo pregunten al secretario general de
CCOO, José María Fidalgo.
-Sin embargo, Manolo, todos los jueves pone de vuelta y
media a Juan Vivas y éste jamás osa responderle. Ello es
algo que no entiendo. Pues no es la primera vez que lo
califica de cobarde y otras lindezas.
-Es muy fácil: Vivas conoce muy bien a Aróstegui. Y sabe que
conviene tenerlo escribiendo y perorando. Porque cuanto más
visto se haga menos ciudadanos lo votarán. Ya que sus
prédicas están repletas de argumentos falsos con apariencias
de verdaderos. Además, muchos partidarios de Aróstegui están
colocados en el Ayuntamiento. Y les va muy bien con que Juan
Vivas sea el manda de la Casa.
-¿Podríamos decir que Aróstegui esta haciendo de tonto útil?
-No. En absoluto. El hombre del PSPC sabe a qué juega y no
lo hace en balde. Nunca hizo nada sin ganancias. Y seguro
que Juan Vivas conoce sus debilidades y procurará cuidarlas.
He aquí un ejemplo: durante mucho tiempo ha estado
criticando las actuaciones de Jerónimo Nieto,
como delegado del Gobierno. Pues bien, ahora sale diciendo
que es una injusticia haberlo cambiado. Así que ya está
sirviendo a la causa del PP. Por cosas así, dejé de escribir
de él.
|