Para la defensa de A.A.M., uno de los presuntos diez
pistoleros que intervinieron en el asesinato del ‘Kimbi’, la
devolución del vehículo siniestrado fue lo peor que les
podía haber pasado puesto que ha tenido “consecuencias muy
graves” como la imposibilidad de practicar una prueba de
varillas que permitiera conocer la trayectoria exacta de las
balas y que hubiera posibilitado conocer ‘in situ’ la
posición que ocupaba el testigo de cargo. Una prueba que,
sin embargo, uno de los policías que prestaron declaración
dijo que sí se había practicado. “Esas fotos nunca llegaron
al sumario sin duda porque no coincidían con la versión del
testigo de cargo”, con esta afirmación, dijo Pablo González,
“no pretendo poner en duda la institución policial porque
está claro que no miente pero sí que se equivoca”.
Las numerosas contradicciones registradas entre las 17
declaraciones prestadas por el testigo de cargo son para
esta defensa “fundamentales” ya que A.A.D. se confunde en la
identificación de las personas: “¿quién nos garantiza que no
se haya equivocado con más o con todos los que están aquí
sentados?” se preguntó al repasar los nombres de los que, en
un principio, sí formaron parte de la lista de presuntos
pistoleros y luego fueron excluidos. La defensa tiene muy
claro que el testigo abandonó el coche inmediatamente porque
“humanamente es lo más creíble” y como eso no coincide con
esa supuesta ubicación de los vehículos “tuvo que modificar
su versión y decir que estaba en el coche”. Esta hipótesis
planteada por la defensa de A.A.M. no pone en duda, sin
embargo, la veracidad de las lesiones del herido: “no creo
que se autolesionara” aunque sí la veracidad de lo relatado:
“¿a dónde puede llegar un testigo que es capaz de
desenfundar un arma por la nimiedad de no dejarlo entrar en
un local?”.
El testimonio de la pastelera, a pesar de la importancia
dada por las partes acusadoras, no tenía tanta para la
defensa que, sin embargo, creyó que fueron mucho más
significativos los testimonios de “la novia mudita” y del
“cuñado amnésico perdido”. En cuanto al supuesto intento de
soborno González dijo que era “absurdo” porque los dos
principales acusados aún no estaban encausados y venían de
La Meca: “¿qué silencio pretendían comprar? Ninguno porque
eso del dinero es falso”.
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