Para el letrado malagueño Antonio Navas Martínez, encargado
de la defensa de A.A.M., S.A.A. y A.A.M., la tesis del
fiscal carece de la fuerza suficiente para obtener el
resultado propuesto en sus conclusiones (33 años de prisión
para cada uno de ellos por su presunta participación como
pistoleros en los hechos del 31 de diciembre de 1999) y el
testimonio del testigo de cargo no puede tenerse muy en
consideración porque a lo largo de sus 17 declaraciones (16
en el sumario y una en el acto del juicio) “ha ido cambiando
vehículos, encapuchados y personas”. Partiendo de esta base
el abogado expuso ayer sus conclusiones solicitando la libre
absolución de sus defendidos.
En lo que se refiere a S.A.A., recordó que el nombre de éste
no apareció en ninguna de sus formas en la primera
declaración prestada en el hospital y que no fue hasta la
tercera declaración del testigo, prestada el 1 de enero por
la tarde, cuando “empieza el baile de nombres, vehículos y
pistolas”.
Para Navas lo que está bien claro es que el testigo de cargo
va incorporando o quitando los nombres de los acusados
conforme se va enterando de que no estaban en Ceuta: “cuando
se entera de que M.A.A. está en La Meca dice que lo ha
confundido con N.A.M. (juzgado en Marruecos) y no es hasta
la tercera declaración cuando dice que lo confunde con otro
de los acusados”. “Luego -prosigue- el hecho de que confunda
al ‘Pincho’ con el ‘Tarrina’ es absurdo porque ninguno
estaba y ni siquiera se parecen”. Para concluir, el abogado
hace notar que, casualmente, “las personas que fueron
confundidas y descartadas son las que fehacientemente han
demostrado que la noche de autos no estaban en Ceuta”.
En cuanto a los coches, varios letrados hicieron notar ayer
a la sala que el testigo de cargo también varió su
testimonio sobre la ubicación de los mismos diciendo primero
que estaba en forma de Y luego de X y finalmente aparcados
en paralelo.
Tampoco coincide el relato de A.A.D. con el de algunos
testigos presenciales de los hechos que señalan que había
dos o tres encapuchados.
Con respecto a la supuesta situación de rebeldía en la que
estuvo S.A.A., el letrado señaló que no había “ninguna
prueba documental o citación judicial o policial” hasta
agosto de 2000, en que es detenido en su casa, y “entendemos
que esa sombra de sospecha de rebeldía que se quiere poner
sobre él no está justificada”.
Precisamente sobre este acusado, su representante legal dijo
que el hecho de que los testigos que presentara como
coartada fueran sus parientes no debía tenerse como algo
extraño teniendo en cuenta que era una fiesta familiar y que
si esos fueron los que estuvieron con él “no tenía por qué
haber otros testigos”.
Accidente Regulares
El accidente que tuvo lugar ante el cuartel de Regulares
entre un camión militar y un vehículo que se encontraba
aparcado fue visto por los otros dos representados por esta
defensa. Uno de ellos se quedó en el interior del local pero
el otro salió a ayudar con el papeleo y fue reconocido por
uno de los soldados cuando fue a declarar a sede judicial
“sin saber aún que lo hacía por un asesinato”. Las dudas
manifestadas con posterioridad por el soldado se deben,
según Navas, no sólo a la presión de la situación a la que
se enfrentaba (ya no se trataba de un mero accidente de
tráfico) sino también a la presión ejercida por la jueza de
instrucción para lograr un reconocimiento firme del
sospechoso: “el soldado lo reconoce fotográficamente como la
persona que le dio los datos del coche pero luego se pone
muy nervioso aunque, en todo momento, dice que le suena su
cara”.
En definitiva, el letrado representante de los tres acusados
solicitó del tribunal su absolución por entender no sólo que
no participaron en los hechos y que, por lo tanto, son
inocentes sino que, además, así ha quedado acreditado con
los testimonios presentados y que la declaración del testigo
de cargo no puede tenerse como válida porque incurre en
múltiples contradicciones, es resultado de un aprendizaje y
porque ha quedado demostrado que se trata de “un delincuente
capaza de liarse a tiros en la puerta de un local porque no
le dejaron entrar”, hecho por el cual fue condenado en
febrero de 2000 y que le hizo pasar seis años en prisión.
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