Es público, notorio y, además, de obligado cumplimiento: hay
que darse un paseo diario si se quiere mantener la forma,
controlar el colesterol y el nivel de glucosa en sangre.
Es necesario, también (el paseo diario claro está) para
mantener el ritmo cardiaco, la capacidad respiratoria, los
trastornos vasculares e, inclusive, para evitar el riesgo de
la depresión, tan de moda en estos tiempos.
No existe la menor duda que un paseo diario propicia el
bienestar corporal y más cuando se lleva a cabo sin
compañía, solo, dándole vueltas a los pensamientos, que
normalmente suelen ser los mas favorables, y neuronas
cerebrales, que también se benefician con la oxigenación que
acumula el organismo durante un paseo.
Cuando se realiza con la compañía de otras personas que
normalmente suelen ser amigos (teniendo la preocupación de
no incluir en el “equipo” a discutidores profesionales o
fans acérrimos de opciones políticas o equipos de fútbol),
también supone una terapia reparadora, ya que el largo paseo
suele ir acompañado de bromas, chistes y ocurrencias de
vivencias pasadas o presentes que hacen corta la caminata y
sirve para relajar las tensiones del trabajo, ocupación o
problemas diarios que desaparecen por lo menos durante el
tiempo del recorrido.
Hay que reconocer que el paseo diario es reparador, barato y
ya sea solo, en grupo o con la compañía de una melodiosa
música, puede suponer una dosis de salud para quien lo
practica, teniéndose en cuenta que la primera recomendación
que te hace el médico de cabecera cuando acudes a él (aparte
de la conocida prohibición de fumar y el consumo moderado de
alcohol), es que cuides la forma a través de un paseo
diario.
Por cierto pocos médicos vemos aficionados a estas
prescripciones de andar y quemar grasas, que es otro de los
conceptos básicos que benefician con el paseo: la adiposis u
obesidad tan temida y “culpable” de no pocos accidentes
cerebrales o cardíacos.
Lo que ya no es de tanto beneficio para el organismo, creo
yo, es que el protagonista del paseo reparador (por regla
general persona de cierta edad, sin ocupación determinada,
libre de obediencias y horarios) se lo haga a diario
acompañado de un aparato de radio, ahora llamado transistor,
“tragándose” además la sarta de anuncios e informativos que
se emiten por las emisoras, porque para ir inmerso en
disquisiciones políticas sufriendo si es de signo contrario
a la opción que defienda el contertulio de turno,
enterándose de los atentados y muertes violentas u oyendo
las bondades del mejor equipo de Europa, el Barcelona, o del
Mundo, si el que escucha es forofo del Real Madrid o
viceversa e ir sorteando las abundantes excrementos de
perros que pueblan las aceras de nuestra Ciudad, mejor es
quedarse en casa.
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