“El equipo de rescate se dirige a la zona donde están los
prisioneros”, se escucha por radio en el puesto de mando,
desde donde dirigen las operaciones el Príncipe de Asturias,
Felipe de Borbón, y el comandante general de Ceuta, Luís
Gómez-Hortigüela, apostados en el cerro de las Yeseras, un
paraje semidesértico muy cerca de la ciudad de Almería.
Desde allí tienen un control visual sobre el campo de
batalla desde el remonte donde se han ubicado, unos metros a
la izquierda de francotiradores, donde unidades de la Legión
y de los Regulares participan en una operación que bajo el
nombre de “baluarte” pretende liberar a Almería del acecho
enemigo. Los zapadores han abierto brecha sobre el puesto de
mando del ejército contrario, y lo que ahora escuchan por
radio Felipe de Borbón y Gómez-Hortigüela es el avance de
los legionarios para tomar la base y rescatar a los
prisioneros. Minutos después, un helicóptero de doble hélice
Chinouk aterrizará en la zona, evacuará a los contendientes,
y todo habrá terminado. Almería, los almerienses y todos los
españoles pueden volver a respirar tranquilos. Han sido
liberados.
Este relato, que podría ser un supuesto en caso de contienda
militar, fue un simulacro ejercitado ayer en tierras
almerienses por la infantería española, todos ellos
provenientes de las unidades de Ceuta, al otro lado del
Estrecho.
Se trata del ejercicio militar que desarrollaron ayer, tras
días de maniobras sobre el terreno, en la base militar de
Álvarez de Sotomayor de Viator, a escasos kilómetros de
Almería, 800 militares del Grupo de Regulares de Ceuta
número 54, del Tercio Duque de Alba segundo de la Legión,
del Regimiento de Artillería de Campaña número 30, del
Regimiento de Ingenieros número 7, y de la Unidad de Apoyo
Logístico número 23, todos ellos de la Comge ceutí.
Colaboraron con ellos helicópteros de las Fuerzas
Aeromóviles del Ejercito de Tierra y aviones del Ejército
del Aire.
Todo empezó en aquellas accidentadas colladas del desierto
de Almería, que en cierto modo podría recordar a la dureza
del campo de batalla afgana, sobre las diez y media de la
mañana, cuando puntual llegaba el Príncipe de Asturias a
bordo de un helicóptero. Una vez en tierra fue recibido con
honores por un piquete del Grupo de Regulares de la Ciudad
Autónoma de Ceuta. Allí, minutos después, Felipe de Borbón
recibió de manos del comandante general de Ceuta el
“briefing” de las maniobras a desarrollar en las próximas
horas. Se trataba de un ejercicio en el que se simulaba un
ataque a la capital almeriense, en un perímetro de ocho o
nueve kilómetros con varios frentes abiertos. Lógicamente, y
por imposibilidad de desarrollar la acción sobre todos los
supuestos frentes, la acción se centró en uno solo, el
escenificado en el campo de maniobras de la base militar de
Viator. El objetivo era repeler el ataque enemigo, y liberar
las bases ocupadas de las garras del contrincante que cercan
la ciudad, así como a los prisioneros.
Llega el turno de los artilleros, que en una posición a unos
siete kilómetros del campo donde se desarrollará el asalto
al enemigo, colocan las baterías con una destreza tal que en
menos de cinco minutos ya hay cuatro cañones de ocho
toneladas cada uno apuntando con sus misiles hacia las
laderas donde está situado el puesto de control del
contendiente, frente al cerro de las Yeserías. Tienen muy
poco tiempo para actuar, pues apenas comiencen a lanzar su
artillería pesada, el ejército contrario responderá en
cuestión de un par de minutos. La precisión y la rapidez son
vitales para no perder a hombres en el transcurso de la
batalla.
Como quiera que este ejercicio es eso, un simulacro, no
comienzan en ese momento las hostilidades. Hay que esperar a
que los medios de comunicación presentes, junto con los
mandos de la operación, se trasladen a los puntos del
observatorio del campo de entrenamiento donde se
desarrollará el grueso de las operaciones.
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Dos objetivos: la base operativa y los prisioneros de guerra
Hay dos objetivos que serán
atacados de forma simultánea por unidades de legionarios,
donde además de mandos enemigos se encuentran los
prisioneros de guerra del bando aliado, y si no es reducida
con prontitud, puede surtir de refuerzos a la principal.
Antes, los francotiradores, con fusiles de precisión,
apostados en los cerros, han terminado con los vigías y
centinelas. Campo abierto para penetrar, pero aún queda un
obstáculo, y es que hasta llegar a la base que han de
asaltar, los zapadores tienen que abrir una brecha entre el
campo de minas. Con una pértiga explosiva abren un pasillo
por donde entrará posteriormente con agilidad el cuerpo de
asalto. “Ese equipo de rescate se dirige a la zona donde
están los prisioneros”, se escucha desde el punto de
observación. El asalto ha sido un éxito, y es el momento de
evacuar lo más pronto posible.
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