No te conocía de nada. Sabía que
te habían traído a la Delegación del Gobierno, como su mano
derecha el Delegado del Gobierno, Luis Vicente Moro.
En la Delegación, tu figura pequeña, menuda, se iba
engrandeciendo por la gran labor que desarrollabas y, desde
ese puesto que ocupabas, tu nombre, Elena, empezó a sonar
con fuerza en los rincones de esta tierra.
Toda esa buena labor y el conocimiento que como persona
trabajadora infatigable, se tenían de tu persona, es lo que
te llevó a ocupar un puesto en la lista del Partido Popular.
Lo que con el paso del tiempo, se vino a demostrar el gran
acierto que habían tenido los populares de llevarte en su
lista y darte el puesto de responsabilidad que ocupabas.
Fue, precisamente, cuando llevabas más de un año ocupando el
puesto de consejera, en el Ayuntamiento, cuando tuve la
oportunidad de conocerte, gracia a que nos presentó un gran
amigo, Manolo de la Torre.
Nos estrechamos la mano y durante algo más de un minuto
mantuvimos una conversación, en la cual, me dijiste “Te leo
todos los días y estoy de acuerdo contigo en un noventa y
nueve por ciento”,. A lo que te respondí “yo estoy de
acuerdo al cien por cien, puesto que soy el que lo escribe.
Te marchaste a tus quehaceres y yo seguí charlando con mi
amigo, Manolo de la Torre, mientras terminábamos de tomarnos
el café.
Siempre, a lo largo de esos cincuenta años que llevo
dedicado al periodismo, he procurado mantener la menor
relación posible con los políticos para evitar que, ese
contacto me llevase, un día, a tener que acortar mi libertad
callando lo que de otra forma jamás callaría.
Contigo, Elena, fue algo diferente. Nos seguimos viendo,
casi a diario, cuando yo volvía de mi paseo hasta el puerto
y tu salías de tomarte tu café y fumarte tu inseparable
cigarrillo
Vi tanta sinceridad, vi tanta sencillez y tanta verdad en
tus palabras y en tu persona que, por vez primera, empecé a
acercarme a un político que me caía bien
Tu saber estar, Elena, superaba en mucho a todos esos que se
hacen llamar políticos, sin saber lo que es política, que
sólo te dan la mano y saludan al pueblo, cuando llegan las
elecciones y hay que buscar votos pero que, mientras llegan
esas fechas de elecciones, ni te ven ni te saludan.
Cuanto deberían de aprender toda esa fauna, de tu saber
estar en todo momento y en todas las situaciones. Pero el
caballero como la dama, nace no se hace.Y toda esa fauna,
aunque estuviésen alrededor tuya horas y horas, jamás
aprenderían, porque no nacieron para eso.
Algunos, Elena, no te conocían, y al ver tu figura menuda,
creyeron que eras fácilmente manejable. Esos cometieron el
error más grande de sus vidas, al juzgarte de esa manera,
porque dentro de esa mujer menuda, frágil, que daba la
sensación, de ser esa endeble rama que puede doblegar el
viento, se encontraba una mujer culta, inteligente, brava y
valiente,que se agigantaba ante los problemas que le surgían
solucionado, algunos de ellos de difícil solución, poniendo
sobre la mesa todo lo que es capaz de poner una mujer
bravía.
Prudente y valiente, trabajadora incansable, amiga de sus
amigos, con la sonrisa en los labios derrotando a sus
enemigos, esa era Elena Sánchez, una gran amiga a la que
uno, por vez, primera, a pesar de ser política le entregó su
amistad y se siente orgulloso de ser su amigo.
Allá donde estés, Elena, me imagino que en el cielo,
tomándote un café y fumándote un inevitable cigarrillo
recibe, amiga mía, un fuerte abrazo de este tu amigo,
Andrés.
Una amistad auténtica, sincera, con la nobleza que nos
caracteriza a todos los que soos descendientes de maños. La
nobleza baturra.
Y ahora, perdona, tengo que seguir y continuar escribiendo
para terminar el artículo, aunque este trozo suponga, ese
uno por ciento en el que no estábamos de acuerdo.
Igual, hoy, conociéndote, tampoco vamos a estarlo según tu
particular punto de vista puesto que, desde el mío, te sigo
insistiendo estoy de acuerdo en el cien por cien de lo que
escribo.
Has padecido, injustamente, una gran presión que fue en
aumento desde que Luis Moro, cesó com delegado del gobierno
en Ceuta. Los buitres, apoyados por los cuervos se lanzaron
sobre ti, sin piedad alguna, y todo porque en tu despacho,
aunque no estába a la vista de todos, debería haber sido
colocado ese cartel que díjese “Aquí se puede meter la pata,
pero no la mano”.
Son los mismos buitres, con el apoyo de los cuervos, los que
te pusieron esa enorme presión que tenías que soportar cada
día. A veces, insoportable para alguien que no hubiése
tenido tu entereza y, sobre todo, tu valentía enfrentándote,
a todos ellos, a cara descubierta como sólo hacen la gente
de bien.
Por eso he sentido unas enormes nauseas, cuando he leído,
los que algunos falsos, e hipócritas, dicen sobre tu
persona.
Descansa en paz, Elena.
|