Hace años que no pasaba por la
Plaza de Azcárate que, por cierto, no se llama de esa
manera, sino Plaza del General Mola pero, nosotros, todos
los que habíamos nacidos por sus cercanías, siempre la hemos
llamado y seguimos llamando Plaza de Azcárate.
Cuando, los otros días, tuve que ir hasta ese lugar, los
recuerdos se agolparon en mi mente, haciendo aflorar unos
sentimientos que me hicieron vivir, unos momentos emotivos.
No en vano, mi juventud estuvo muy unida a esa bendita
plaza, llena de recuerdos de mi época infantil y juvenil.
Mi mente, por esa facultad que tenemos los humanos, de poder
volver atrás en el tiempo, me trasladó a esa época en la que
me sentaba junto a aquellos ancianos que formaban parte de
la historia viva de esta tierra.
Les escuchaba, con verdadero deleite, contar las auténticas
historia de todos aquellos que llegaron hasta nuestra tierra
y, en la cual forjaron una fortuna, echando raíces en ella
dando paso, a esa segunda generación que fueron los
verdaderos caballas.
Me contaron historia de todos los tipos, buenas y malas,
pero, al fin de cuentas, todas ellas fueron las historias
que dieron paso a poner las bases que, un día, con el paso
del tiempo, llevaron a llamarnos, por méritos propios, La
Perla del Mediterráneo.
Me hablaban del penal que era Ceuta y de los presos que
había en ese penal, y que por unas pocas pesetas les
pintaban, a los ceutíes, sus casas. Incluso recuerdo que,
uno de ellos, me llegó a contar la historia de un
presidiario que respondía la nombre de Botacristo y que ,esa
historia había servido para escribir un libro que se
titulaba Cabo de Vara.
¿Ficción o realidad la vida de este presidiario?. La verdad
no lo sé, pero cuando años después leí la novela, se
acercaba más a la realidad que me contaron mis viejos, que a
la fantasía de un escritor.
Cada vez que pasaba un personaje, de aquella época, por el
lado de ello, les preguntaba que me podían decir de él. Y ,
hoy día, en el disco duro de mi cerebro, guardo como oro en
paño todas esas historias que de personajes importantes de
la Ceuta antigüa me contaron
El conocimiento de todas esas historias, es mi gran secreto,
mi gran historia jamás contada.Un siglo de estos, en los que
me decida a contar todo o parte de esas historias que guardo
en mi mente, lo haré de forma que dignifique a todos
aquellos hombres que hicieron fortuna en nuestra tierra,
porque gracias a ellos y a esos otros que sólo se
entregaron, en cuerpo y alma a su trabajo, hicieron la
historia viva de mi tierra.
Hay otras historias, de otros personajes, más cercanas a la
Ceuta actual que, esas, seguro que las contaré el día que
algunos de los personajillos, cuyas fortunas nacieron de
esas historias, me toquen los cataplines.
Hoy, cuando aquellos hombres que me contaron la historia
viva de esta tierra, ya no están entre nosotros siento, por
ellos, la misma admiración que que sentí, en los momentos en
que me contaban la historia de mi tierra.
Aquellos hombres, algo rudos en sus comportamientos, casi
analfabetos, tenían la garantía de su nobleza y de su
honradez, amén de algo que admiro por encima de todas las
cosas, el respeto a la palabra dada porque una palabra dada,
por cualquiera de ellos, tenía más valor que cualquier
documento.
Esa forma de ser, ese cumplir la palabra dada como si de
algo sagrado se tratase, me merecen todo el respeto del
mundo. Lo contrario de lo queme merecen todos esos
personajillos de medio pelo, politiquillos del tres al
cuarto que le dan, a usted, una palabra y la incumplen, con
la misma fácilidad que se la habían dado.
Si uno de estos personajillos de medio pelo o politiquillo
del tres al cuarto le da, a usted, una palabra y la
incumple, qué se puede esperar de él, nada más que una
chusmería más de ese chusma que no merece respeto alguno.
Aquellos hombres que, cuando era un chaval, me contaron la
historia de Ceuta y me enseñaron lo que es y significa, para
un hombre de verdad, el cumplimiento de la palabra dada,
están a años luz de todos esos chusmas que no saben lo que
significa el cumplimiento de esa palabra entregada.
Por eso, de aquellos hombres que me contaron la historia de
mi tierra y la historia de todos aquellos personajes que se
hicieron millonarios en Ceuta, creo firmemente en todo lo
que me contaron, no pongo en duda nada de lo que me dijeron
porque, esos hombres, tienen el aval de la honestidad y la
garantía de la palabra dada.
Que enorme diferencia entre aquellos hombres y los chusmas
de hoy día, que dan su palabra como aquellos otros que
juran, por sus hijos, como si estos fuesen una, simple,
tajada de pescado.
Por eso, toda mi admiración es para aquellos hombres que me
contaron esa historias, y no creo nada de lo que me digan,
los cuentistas que tanto abundan por estos lares,
disfrazados de corderos cuando, en realidad son auténticos
lobos.
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