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OPINIÓN - JUEVES, 11 DE MAYO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Los dos millones perdidos
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Cantaba el genial poeta granadino Carlos Cano en su “Murga de los currelantes” : “Que la alegría nunca nos falte. Que vuelvan pronto los emigrantes. Haiga trabajo y prosperidad…”.Porque para nosotros, los del sur, el tema de nuestros hijos de pasos perdidos, los que tuvieron que partir para ganarse la vida, todavía nos toca muy de cerca, con un sentimiento lacerante de añoranza.

Será que allá por los sesenta y los setenta se fueron miles de andaluces, hartos de pasar fatigas en una tierra de latifundios y riqueza mal repartida. De hecho repoblaron Cataluña, donde les llamaron “charnegos” haciendo los trabajos que los señoritos catalanes no querían hacer. Allí se reunieron en peñas y casas de Andalucía para paliar la nostalgia, idéntica nostalgia que los emigrados a otros países donde, por cierto, nunca jamás entraron por la puerta de atrás ni ilegalmente, sino que iban con contratos de trabajo formalizados, certificado de antecedentes penales y certificado de sanidad. Con todo y con eso, en algunos países les pulverizaban en plan fumigación, por si llevaban miseria a cuestas, cuando lo que llevaban era la maletilla de cartón atada con un cordel y un bocadillo y unas naranjas para el camino.

Desde mi pueblo, Nador, yo viví la emigración masiva a Alemania, mis paisanos iban contratados a trabajar en minas y contaban a la vuelta que trabajaban acostados cavando desde tan incómoda posición. También contaban que lo que más les gustaba era, los fines de semana, irse a la estación para ver partir los trenes que viajaban hacia el sur. A muchos españoles también les reconfortaba ver los trenes y sobre todo acudir a la Casa de España o al Centro Gallego, para reunirse, para reunir sus sentimientos y sentirse menos lejos y menos solos. ¿Qué eso era antes?Una poca mierda. Dos millones de emigrantes españoles quedan en el exterior, sin que se les esté ayudando a retornar. Y escribo con rencor, es inevitable, yo nací y he sido hija de la emigración, pero de la más cutre y miserable, porque los que partieron a Bélgica, a Alemania o a Suiza, al menos trabajaban como operarios en fábricas y se medio integraban en el sistema de países muchos más avanzados que el nuestro.

Mi abuelo, el tío José emigró cuando la República al Protectorado Español, absolutamente engañado, porque prometían a los emigrantes tierras que eran vergeles y lo eran, pero en la zona francesa, en la zona española pasaban fatigas hasta las salamandras y de la tierra áspera malamente se podía sacar para comer, ni criando bestias se llegaba a llenar el puchero y así se murió mi abuelo, porque no tenía dinero para comprar penicilina en el estraperlo y se le pudrieron los pulmones. Vamos, que dentro de la emigración, los del Protectorado éramos los más bajunos e incluso llegaban a ofrecernos matar el hambre emigrando esta vez a Venezuela, cuando lo que todos queríamos y deseábamos con mayor intensidad era volver a España. Recuerdo aquellas nocheviejas en el Consulado Español, con la radio enchufada a Radio Nacional y a las campanadas, recuerdo a la colonia española y la primera música que se bailaba nada más tocar la campanada número doce, era “Suspiros de España” las mujeres lloraban inevitablemente y los hombres estaban serios, con ese rictus del que no sabe exactamente si tiene un lugar llamado Patria al que regresar. Nosotros fuimos afortunados, porque Andalucía nos acogió entre sus brazos grana y oro.

Pero los dos millones que pululan por ahí, están muy solos. No está de moda hablar de los dos millones perdidos. No vende el tema. Venden las pateras y los cayucos, las oenegeses solidarias con los inmigrantes y que, a los nuestros, a nuestra sangre, les den directamente por el culo, con perdón de la palabra. Eso si, de cuando en cuando un político viaja a Sudamérica a contar mentiras y a mendigar votos de los españoles de Argentina, por ejemplo. Pura hipocresía. Cuando el famoso “corralito” y la ruina argentina, el Estado de Israel a través de su embajada y consulados, montaron un auténtico puente aéreo para repatriar a los judíos argentinos a los que esperaban con casas, clases de hebreo, ayudas y empleos. No querían que quedara ni un solo judío en aquella tragedia económica, se lo confirmo :un puente aéreo y sin papeleo de ningún tipo. Buenos, nosotros no nos comportamos “exactamente” igual con los nuestros ni con sus descendientes, miles en toda América del Sur, españoles de primera o segunda generación a los que se exige tantos papeles, tantas horas de mendicidad y angustia en las puertas de los consulados, tantos requisitos, tantas dificultades que lo que sienten es rechazo. Por más que algún Séneca viaje y les diga que les vamos a dar pensiones y sanidad, vale ¿Y facilidades para retornar?. Nuestros Poderosos parecen demasiado ocupados en los eufemísticos planes de integración de inmigrantes extranjeros y en Leyes de Extranjería de efecto tan-tan, que se saltan el orden de prioridades.

Prioritario para la sociedad española es recuperar a nuestros dos millones y que estén de moda como los inmigrantes, idénticos mimos y zalemas para ellos que para los que vienen de quien sabe donde y quien sabe como. Pero hablar de esos compatriotas nuestros, en países lejanos, a los que enloqueció su rosa de los vientos, no es un tema prioritario, si fuera prioritario o de interés hubieran surgido como setas las oenegeses subvencionadas para tratar el problema con entonación lacrimosa. Carlos Cano, el cantautor granadino no era un melindres, sino un hombre de bien “Que la alegría nunca nos falte. Que vuelvan pronto los emigrantes. Haiga trabajo y prosperidad.”
 

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