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OPINIÓN - JUEVES, 11 DE MAYO DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Un idolo es ese tipo de muñeco que representa a un dios falso y que, sin embargo, son muchos los que acuden a adorarlo.

También los países, las grandes urbes e incluso los pueblos más pequeños crean a sus propios idolos,a los que adoran y por los que luchan, para que nada ni nadie sean capaces de acabar con ellos porque , eso, sería tanto como acabar con todos esos países, con todas esas grandes urbes o con esos pueblos pequeños que los crearon.

A veces, las naciones, las grandes urbes o los pequeños pueblos necesitan crear a esos idolos y hacer, a su vez, que todos les adoremos para basándose en esta adoración impuesta por la publicidad, necesaria para ello, poder distraer la atención de todos y guiarnos por el camino que les interesa a todos cuantos nos gobiernan.

Se habló mucho, durante el gobierno de Franco de, “El Cordobés”, Real Madrid o Urtain, creados como idolos para distraer la atención, de todos , an te ciertos problemas que iban surgiendo a lo largo de ese mandato.

Cierto es que, ante cualquier problema surgido, se recurría a una corrida de “El Cordobés”, un partido del Real Madrid o una velada de boxeo en la que participaba Urtain.

Pero tampoco es menos cierto, que esos idolos creados, para frenar cualquier problema, estában a la altura necesaria para que, con su sola presencia o participación en un evento, el pueblo español se pegase al televisor para presenciar sus actuaciones, olvidándose de todo lo demás.

Y es que, guste o deje de gustar la creación de estos idolos, fue un acierto total porque cualquiera de los tres, juntos o por separados los adoptó, el pueblo español, como sus auténticos idolos . A los que siguieron, Marisol, Joselito y Rocío Durcal, auténticos niños pródigos, a los que el pueblo soberano los adeptos como los nuevos idolos que aparecieron en el firmamento del espectáculo, para mayor alegría de los españoles que, incluso, los hicimos hijos nuestros o al menos esos hijos que todos hubiésemos querido tener

Se sintieron tan identificados, con ellos, que se creyeron los autores de su creación. Y cuando el pueblo crea un idolo, a ver quién es el guapo, que tiene la capacidad suficiente para derribarlo.

Los tiempos han cambiado, con la llegada de la democracia, pero los pueblos y sobre todo los gobiernos, necesitan de forma imperiosa la creación de algunos idolos, con la capacidad suficiente, de que con su sola presencia, nos haga olvidarnos de los problemas que puedan surgir y, a la vez, con los que sentirse identificados y llegar a creer que, el pueblo, ha sido el que los ha creados para que nadie los pueda derribar.

A estas alturas, quizás por desconocimientos, quizás porque no hayan interesados, no existen idolos con los que, el pueblo español, se sienta identificado y, eso, es un error. Los pueblos, desgraciadamente, no pueden vivir sin esos idolo a quienes apoyar o defender.

Felipe González, fue un idolo para los españoles, hasta que las “bases” que lo sustentaban decidieron derribarlo y acabar con un mito o con un idolo con el que, el pueblo español, se sentía directamente identificado, mostrándole esa identificación con aquel grito popular de: ¡Felipe, capullo, queremos un hijo tuyo!.

Cuando las bases de sustentación decidieron acabar con el idolo al principio, el pueblo español se resistió, pero la publicidad desatada fue tan enorme que, el mismo pueblo, dejó que se derribara el ídolo que le habían creado.

Y es que, en ocasiones, los propios idolos creados por los pueblos dejándose acompañar y aceptar consejos de todas esas faunas de ineptos, pelotas y lameculos que les rodean, terminan por cavar su propia tumba política.

Los pueblos crean a sus idolos pero, por eso, por ser unos idolos a los que adorar, les impone unas condiciones que ellos tiene que cumplir para evitar que, el incumplimiento de las mismas, sea la duda que termine por llevar, al pueblo que los creó, a derribarlos por haber traicionado la idea que ellos tenían de él y del comportamiento que debería tener.

El más grave error, en el que pueden caer los idolos creados por el pueblo, es tener los píes de barro, gracias a toda esa fauna de inútiles que les rodean y que por sus intervenciones, le pueden derribar de la peana sobre la que se asientan.

El pueblo se resiste a ver a su idolo, acompañado por toda esa fauna de pelotas y lameculos que tanto daño le hacen porque, el pueblo, el que los creó, no ve con buenos ojos, que sus idolos vayan acompañados por todos esos que ellos detestan.

Y ni te cueto, serrana del alma, hasta donde puede llegar el pueblo en cuanto sospecha, que no sólo les acompañan, sino que se permiten el lujo de aconsejarles y, a pesar de todo, sus idolos, les hacen caso.

La ilusión depositada, en ellos, por el pueblo que los creó, va decayendo de tal forma que terminan por derribar a sus idolos y crear otros.

A buen entendedor con...
 

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