Acudo al diccionario de
Antropología, de ediciones bellaterra, s.a., para saber la
definición de eutanasia. He aquí ella: “Se dice de la muerte
por piedad. En este sentido cabe entender la retirada de los
medios que sustentan la vida de un paciente terminal o
comatoso, o la administración de una droga letal, indolora,
y de acción rápida”.
No era el caso del pentapléjico de Valladolid, a quien una
mano piadosa le sostuvo el vaso para quitarse la vida que ya
no quería vivir. El hecho ocurrió el jueves pasado, y la
policía se ha puesto a investigar para dar con la persona
que ayudó al hombre a tener una buena muerte, muerte
apacible, digna, etc. Que es lo que significa el vocablo
eutanasia. Compuesto por “eu”, que significa bueno, y
thanatos, muerte.
Decía que el hombre de Valladolid no estaba en estado
terminal ni comatoso. Pero de su cuerpo, tras un accidente,
sólo le era posible mover sus labios. De manera que era un
muerto en vida y encerrado entre las cuatro paredes de su
piso al que acudían varias cuidadoras que se turnaban para
asistirlo.
La policía tendría que hacerse la lipendi y mirar para otro
lado. Pues sería contraproducente que los agentes destinados
a esclarecer este caso dejaran pendientes otros menesteres
más importantes. En Marbella, por ejemplo, sería muy bien
vista la llegada de refuerzos policiales procedentes de
todas las regiones.
Aunque los fundamentalistas religiosos, que los hay en todas
las religiones, volvieron a insistir en que la vida es
sagrada. Cuando es vida y una persona no necesita de nadie
para que le limpie el culo y le rasque la nariz. Como bien
dice el maestro Alcántara.
Según la tradición cristiana, a la buena muerte se llega
cuando se prepara espiritualmente al encuentro con Dios.
Pues sólo dentro de la perspectiva cristiana de la
redención, el sufrimiento alcanza el valor pleno.
Yo no puedo creer en el dolor como instrumento de salvación.
Porque pienso en un Dios bondadoso y muy alejado de lo
tremebundo. Si bien respeto a las personas que viven bajo
esa fe.
El mismo respeto que exige la decisión tomada por el
pentapléjico de Valladolid. Porque este paciente tenía todo
el derecho del mundo a decidir la forma y el momento de su
muerte.
Platón ya sentenció al respecto de quitarse la vida
cuando el cuerpo es una auténtica piltrafa. Y los estoicos
lo tenían más que asumido: “Es preferible quitarse la vida,
a vivir una vida sin sentido y con sufrimiento”.
La Iglesia, en cambio, lo llama “adueñarse de la muerte, en
sociedades del bienestar”. Es decir, que nos indica que
debemos padecer sufrimientos hasta extremos insospechados y
esperar en los momentos finales a contar con la suerte de
que un buen equipo de cuidados paliativos sepa actuar con
profesionalidad.
Lo cierto es que lo sucedido con el pentapléjico ha vuelto a
reabrir un debate que algún día el Gobierno habrá de cerrar
tomando la decisión correspondiente y legislando. De lo
contrario, siempre estaremos en las mismas. De momento, la
ministra, Elena Salgado, ha dicho que nanay:
que no es el momento de hablar sobre la eutanasia. Claro que
con los líos en que anda metido el PSOE cualquiera le hace a
ZP meterse en uno nuevo y teniendo a la Iglesia como
la más encarnizada oponente.
Menos mal que se han ido haciendo películas que van ganando
adeptos para la causa. Mar adentro, The million dollar baby,
Las invasiones bárbaras, etc, han conmovido a los
espectadores y han llenado las salas de piedad. A mí, mucho
antes, las muertes de varios de los míos, fallecidos como
manda la Santa Madre Iglesia, me hicieron clamar contra lo
que creo que Dios no aprueba.
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