Hay tantas cruces de mayo que no
sabe uno a cual va a acudir, para poder cumplir con todos
los amigos que, de una u otra forma, pertenecen a alguna de
las cofradías o barriadas que ponen una de ellas
La mejor solución es echar una moneda al aire y al que le
toca, le toca, como decían mis amigos “Los de Sevilla”.
Porque, de verdad, es poco menos que imposible poder ir a
visitar todas aquellas en las que uno tiene algún amiguete.
Para que nadie se me enfade decido, no pasarme por ninguna
de ellas, y contemplar la que han puesto en la Pérgola, que
no entra en concurso alguno, que es una jartá de bonita y
está dedicada a todos los amigos y clientes que se dan una
vuelta por allí.
Como no entra en concurso alguno y, por tanto, no tiene
critica pues carece de la manzana y las tijeras que requiere
el asunto, de todas aquellas cruces, que están expuestas a
la critica del jurado calificador. Miguelín, una sin
alcohol, por favor. Bebo la cerveza sin alcohol porque, de
esa forma, la cerveza y servidor, siempre, están empatados,
cero a cero. ¡Peazo de arte!.
Mientras me tomo la cerveza sin alcohol, un amiguete se me
acerca para decirme “gracias a Dios que, este año, no tengo
ninguna comunión”. Aunque algunos no entiendan ese dar
gracias a Dios por no tener ninguna comunión servidor
entiende, perfectamente, lo que me a querido decir.
Y es que, tal y como están montadas actualmente las
comuniones, más que comuniones parecen la celebración de una
boda. Y, por tanto, el regalo a realizar al niño o a la
niña, tiene que ir en consonancia a la celebración. O sea te
tienes que gastar una pasta, que como tengas tres comuniones
en un sólo año hasta le puedes decir adiós, a la mitad de tu
salario.
Es que, hoy día, a los niños que hacen la comunión, a tenor
de la celebración de las mismas por todo lo alto y, a veces,
con orquestas incluida para bailar, no le puedes regalar
cualquier cosa que no te salga por menos de las diez mil
pelas de nada, si no quieres hacer el ridículo.
A los niños que hacen la comunión, en los momentos actuales,
no les puede dar mil pelas como antes, porque para
desgracia, de todos los españoles, ha desaparecido la peseta
para dar paso al euro, que nos tiene en la ruina. ¡Que pena
de nuestra “rubia”, a la que tanto amábamos todos los
españoles!. Y todo para cambiarla por ese euro, una jartá de
feo que no tiene ni la gracia, ni el salero de la “rubia” de
nuestro a amores.
Si le das veinte euros, que son cerca de tres mil quinientas
pesetas, crees que les has dado poco así que le regalas, por
lo menos, cincuenta euros, que rondan las diez mil calas.
Tener tres comuniones, en un mismo año, es una auténtica
ruina puesto que se lleva, digan lo que nos quieran decir,
una cuarta parte del salario de un currante.
Decían, los otros días, en uno de los telediarios que una
comunión venía a salir casi por seis mil euros, lo que es
igual a un millón de las antigüas pesetas. Casi ná lo del
ojo, pues a la hora de pagar, te dejas un ojo y el otro
también.
Claro que mientras, los bancos amigos, te den el préstamo
correspondiente, pues, nada, adelante con las celebraciones
por todo lo alto que, después, tienes cinco años para pagar
el asunto con lo cual vive, todo ese tiempo, entrampado con
el banco amigo.
Oiga, amigo guarida, si París valía una misa, por qué razón
una comunión, no va a valer un millón de las antigüas pelas.
Qué tiene París más que una comunión.
Me da la sensación que algunos se me pueden cabrear por
cuanto estoy diciendo por, la sencilla razón, meterme donde
nadie me llama. LLeváis razón, allá cada quisqui con lo que
se quiera gastar en la celebración de la comunión de sus
hijos.
Perdonen pero es que comparando, aunque las comparaciones
sean odiosas, con las celebraciones de cuando servidor hizo
la comunión, con las de hoy, no me cuadran las cosas.
Los niños ricos de mi época,servidor mismamente, hacíamos la
comunión vestido de gris para, después, cortar el pantalón y
tener un trajecito la mar de mono para los domingos y
fiestas de guardar.Oiga, amigo guardia, pura chulería.
Las celebraciones, cuandose hacían, todo hay que decirlo, se
llevaban a cabo en la casa de cada quisqui, con una tacita
de chocolate y aquí te quiero ver escopeta.
Lo que, también, es cierto, la jartá de andar que le daban a
los niños que hacían la comunión, visitando a todo bicho
viviente, a ver la forma de recoger, al menos, para pagar
los recordatorios y una parte del trajecito en cuestión,
comprado al ditero.
El niño, el pobre, acababa reventado, de tanto ir de un lado
para otro, saludando y besando a familiares que no había
visto en su vida, entregándole el recordatorio
correspondiente siempre que, el visitado, le diése una
peseta. Por menos no había recordatorio, beso y vas que
arde.
Y toda esa jartá de andar, con los zapatitos nuevos que
cuando te los quitaba volvías, de nuevo, a la vida.
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