Leo en los periódicos que los señores parlamentarios, a
partir de ahora, tendrán coche con conductor en los actos
oficiales, los mismos que ya cuentan de tarjetas monederos
con doscientos euros para taxis, billetes de avión y de tren
gratis, gastos de kilometraje, teléfono móvil, ordenador
portátil, Línea de Conexión a Internet Asíncrona (ADSL,
según las iniciales en inglés), PDA (ordenador de bolsillo o
agenda electrónica) todo ello con cargo a erario publico y
proporcionado por el Congreso, además, claro está, saneados
sueldos, dietas y pensiones máximas, a más de otras
bagatelas que disfrutan algunos “destacados” políticos como
incentivos por presidir comisiones, etc.
Es obvio que tantas facilidades y prebendas vienen dadas
para el mejor desempeño de sus labores, o sea, para el
estudio y aprobación de actuaciones a favor del ciudadano y
resolución de los problemas que tienen planteados como el
desmembramiento de la nación española, paro, seguridad
ciudadana –principalmente delitos contra la propiedad o las
personas-, inmigración clandestina, sanidad, enseñanza, etc.
Pues no, señores, se dedican a discutir sobre los derechos
“humanos” de los simios o la necesidad de privar de nacer a
los embriones de los “animales racionales”. Y también,
porqué no, al decir del pueblo llano, a dedicarse a la buena
vida. ¡Ah! y a devengar trienios, que así se les reconoce a
los que son funcionarios por la antigüedad en el ejercicio
del cargo.
Todo ello para presenciar o discutir cuestiones como las
citadas de los derechos de los simios o la “estampa” del
presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla deseando al de
Cataluña Pascual Maragall los mejores deseos en la andadura
del nuevo estatuto de su Comunidad al tiempo que le regalaba
una pulsera “anti-separatismo” ante el regocijo de los
asistentes a la sesión. O sea, lo dicho: un auténtico circo
parlamentario. También podemos ver, en infinidad de
ocasiones, el hemiciclo casi vacío pues la asistencia de los
señores miembros del mismo brilla por su ausencia y, en
otras, quienes aprovechan la actuación de los que
intervienen para descabezar un sueño que, dicho sea de paso,
no creemos que se lo tengan merecido por el ejercicio de su
función después de las plácidas tareas de las sesiones
parlamentarias (a las que tengan a bien asistir) y de las
largas vacaciones de que disponen.
Como padres de la Patria creemos que están en la obligación
de darle seriedad a la figura del parlamentario, dejándose
de “monerías” y actuando con el celo y dedicación que merece
el cargo. En una palabra: ganándose dignamente el pan con el
sudor de su frente y no, como hasta ahora, gravando al
erario público para enfrentarse unos a otros sin llegar a
tomar decisiones en aquellas cuestiones de importancia que
demandan la mayoría de los ciudadanos y sirviendo de objeto
a los fines e intereses que se propongan por sus entidades
políticas. Excepto, claro está, en cuestiones de sus
salarios y prebendas que en eso están todos, unánimemente,
de acuerdo porque “así lo dicta su conciencia y lo exige su
deber”.
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