La Liga está dando las boqueadas
con un Barcelona metido en celebraciones y mirando ya hacia
Saint Denis, y varios equipos pasando el Equinoccio porque
el descenso lo llevan pegado en el equipamiento, como
sambenito de las últimas semanas.
En esta ocasión, además del Málaga descendido, Cádiz y Betis
están pasando las de Caín. De perecer ambos en el
intento de salvarse, el fútbol andaluz se quedaría sin tres
representantes en la máxima categoría. Duro varapalo para
una tierra que está empezando a vivir su “realidad
nacional”.
Pero esta Liga ha vuelto a evidenciar que el Madrid pasa por
una crisis en muchos aspectos. Para mí es que ha perdido la
identidad; la que le hizo ser considerado el mejor equipo
del mundo. Y, desgraciadamente, se ha convertido en un calco
de lo que era el Barcelona, más o menos antier, como quien
dice.
En cambio, es la temporada en la cual el Sevilla,
prescindiendo de la dureza innecesaria que exhibían algunos
de sus jugadores, con Joaquín Caparrós, está
consiguiendo logros impensables para un club que puede
acabar a lo grande: siendo Campeón de la UEFA.
Del milagro del Villarreal ya hablamos en su día. Y qué
decir de Osasuna; si bien todo lo bueno que cabría destacar
del conjunto navarro, en los últimos tiempos, se ve empañado
cuando sus futbolistas confunden garra y virilidad, con
entradas capaces de asustar a un búfalo.
Extraordinaria también la campaña del Celta. Y, desde luego,
está demostrado que el Deportivo de la Coruña necesita algo
más que el revulsivo de un Caparrós que a veces se parece en
el banquillo a Chiquito de la
Calzada. Lo digo por sus gestos. Y lejos de mí la
intención de mofarme de uno de los mejores entrenadores del
fútbol español.
En lo tocante al Atlético de Madrid, mi diagnóstico ha
venido siendo siempre el mismo desde hace ya bastantes
temporadas: es un equipo grande de nombre pero con muchos
jugadores incapaces de asumir el prestigio que supone lucir
ese escudo.
No me sorprenden las camballadas que vienen dando el
Athletic y la Real Sociedad. Lo que sí me ha extrañado es
comprobar de qué manera Javier Clemente se ha
quedado casi sin habla y ya no es aquél que pontificaba en
la COPE. Se nota que está sufriendo de lo lindo y cuando
terminan los partidos se queda exhausto y pensando que mejor
se pasa jugando al golf.
El Español de Lotina tiene ahora el miedo pegado al
trasero por haberle perdido la cara a la Liga mientras
jugaba por Europa y batallaba en la Copa del Rey. Obtuvo
premio y lo celebró olvidándose de que no estaba en
condiciones de distraerse lo más mínimo. Y está ahora en
igual situación de pánico que Alavés y Santander.
El Valencia de Quique Flores ha sido un equipo
irregular. Pero el técnico que tan bien trabajó en el Getafe
ha confirmado su cartel en una plaza difícil. A propósito:
la temporada del Getafe es para rendirle homenaje a Bernd
Schuster.
En principio, debo aclarar lo siguiente: después de su
tormentosa salida del Levante, había que tener muchas
agallas para fichar por un Getafe donde parecía imposible
repetir la clasificación conseguida la temporada anterior. A
partir de ahí, el alemán sólo merece elogios. Y hace,
además, que me acuerde de una conversación que mantuve yo
con Agustín: portero del Real Madrid, allá en los
años 80 y siendo entrenador Toshack. Me dijo
textualmente que era la mejor persona de la plantilla y la
de más personalidad. De lo que me contó en relación con
Butragueño y otros futbolistas, chitón.
Schuster, capaz de poner en su sitio al lucero del alba, en
este caso a Luis Aragonés, ha hecho méritos
para regresar al Bernabéu.
|