Dos premisas básicas sostienen la tesis del vicepresidente
del CES ceutí, José Antonio Alarcón, sobre la imperiosa
necesidad de impulsar el desarrollo comercial entre España y
Marruecos: la “incuestionable españolidad” de la Ciudad
Autónoma de Ceuta y una verdad inevitable, “estamos
condenados a entendernos”, recordó Alarcón durante su
ponencia en el Encuentro Nacional Anual.
La realidad, pese las tensiones belicosas que salpican la
historia común, sitúa a España como el segundo inversor
mundial después de Francia. El primero si contabilizamos los
más de mil millones de euros de mercancías ‘sin papeles’ que
cada día cruzan las fronteras terrestres entre Marruecos y
las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y que dan de comer
a un espectro poblacional que oscila entre las 45.000 y las
60.000 personas que, según los datos esgrimidos por Alarcón,
aportan el 40% de la recaudación del IPSI.
Una población inevitablemente vinculada a este trozo de
España al filo de Marruecos, ya que Ceuta es además la
plataforma logística del norte del reino alauí y la única
fuente fiable de servicios sociales.
“Con valentía y sin complejos”
José Antonio Alarcón recordó durante su minuciosa ponencia
que Ceuta funciona como metrópoli de un área especialmente
complicada y degradada social y medioambientalmente (la
expansión urbanística sólo es comparable con la peor
pesadilla marbellí) y que cuenta además con un lastre
añadido que contamina a un lado y a otro de la frontera: el
narcotráfico, un negocio que mueve 2.000 millones de dólares
al año en una región que tiene más de 120.000 hectáreas
cultivadas de cáñamo. Un negocio que pone en circulación
3.000 toneladas de resina de hachís de las que el 50% es
aprehendida.
Una realidad que dificulta enormemente el desarrollo social
y que obliga a la creciente población magrebí a hacinarse en
los grandes núcleos urbanos de Tánger y Tetuán, apuntó
Alarcón, generando focos de inseguridad, insalubridad,
desconfianza inversora y, avisa, el vicesecretario del CES
ceutí, de fanatismo islamista. Fenómenos contra los que
Alarcón anima a enfrentarse “con valentía y sin complejos”
para evitar los problemas que ahora preocupan a España: la
seguridad, el terrorismo y la inmigración irregular. “Es
necesario estabilizar y desarrollar ambos lados del
Estrecho”, sentenció Alarcón.
España: segundo inversor
España es, basándonos sólo en datos oficiales, el segundo
inversor en el país vecino tras Francia que aún ostenta una
posición de privilegio en Marruecos. Esa situación comenzó a
desequilibrarse en 1993 con los 1.696 millones de la
inversión de Altadis que, pese a ser una multinacional
radicada en Francia, se contabilizó al capital español,
mayoritario en la operación. La otra gran inversión española
en Marruecos es el turismo, según señaló Alarcón durante su
ponencia en la jornada de clausura del Encuentro Nacional
Anual de los CES autonómicos y estatal. España es el segundo
país ‘exportador’ de turistas a Marruecos después, claro, de
Francia y Estados Unidos. Entre el 3 y el 8 por ciento de
los viajeros que pululan por Marraquech, Fez, Ceffchaouen,
Essaouira... son españoles, una tendencia imparable. Además,
el 15% de la inversión extranjera en Marruecos es española,
tras condonarse parte de la deuda, y supone el 3,21% del
capital en movimiento en el país vecino, invertido
principalmente en construcción e industria, frente a los
apenas 154.000 euros que Marruecos tiene invertidos en
España.
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