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OPINIÓN - VIERNES, 5 DE MAYO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Noticias y necrologías
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Los redactores de los telediarios parecen cada vez más expertos en dar noticias sangrientas manteniendo el tono neutro y la expresión impasible. Lógico por otra parte ya que no han estudiado arte dramático y no se trata de que reciten una especie de monólogo poniéndole al tema un énfasis operístico.

Pero, a servidora de ustedes, los telediarios le parecen cada vez más deprimentes y repetitivos, tras este último puente, la estadística macabra de cincuenta y ocho muertos en carretera, diecisiete más que el año anterior. Se ven imágenes de unos cuantos coches destripados y, a fuerza de reiteración de lo dramático, llegan a conseguir que contemplemos la pantalla con cierta indiferencia y que, en parte, nos deshumanicemos, porque “las cifras son cifras” cuando no es así, ni la estadística merece tamaño despego. Cada uno de esos muertos era una persona llena de vida y de proyectos, como diría mi poeta favorito, que es el inglés Downes “La muerte de cualquier hombre nos empobrece. Porque todos formamos parte de la Humanidad”.

También, desde el punto de vista de la salud mental, tal vez sea favorable el que, los males del mundo, nos hayan obligado a protegernos con una especie de caparazón de despego y distanciamiento. Bendito egoísmo que hace que no muramos de angustia y de zozobra ante desastres, hambrunas y calamidades. Pero los telediarios parecen cada vez más una sucesión morbosa de desdichas y un apartado soporífero de política nacional, donde los líderes se critican mutuamente de forma bastante aburrida ¡Ay aquellos tiempos de Alfonso Guerra y su lengua viperina! Para que nos vamos a engañar, los socialistas de los ochenta eran rápidos e ingeniosos, buenos oradores y expertos en el arte sublime de la mala baba. Los de ahora resultan más finos y más comedidos, pero quitando los discursos patrióticos de Bono, que eran muy enaltecedores del ardor guerrero, lo demás, se vaya a la izquierda o al centro reformista resulta bastante amuermante, menos cuando habla el extremeño Rodríguez Ibarra, que ahí hay gracejo y gracia sandunguera.

Políticos aparte, los locutores, haciendo gala de ese correcto castellano neutro que es el que empeñan por enseñar los profesores de dicción a los andaluces que quieren probar suerte en el arte sin que se note su procedencia regional, por ejemplo Remedios Cervantes o Gema Ruiz Cuadrado, malagueña y cordobesa respectivamente, pero usuarias de un correctísimo español casi sin dejes. Los locutores, enumeran primero los muertos en carretera, a renglón seguido los muertos en atentados en Iraq, refiriéndose a estas pobres criaturas con aún más frialdad si cabe, porque están más lejos y su guerra es larga, tediosa y en plan guerra de guerrillas, no con el orden de un conflicto bélico en condiciones, de esos que hacen que se desplacen las fuerzas vivas de la CNN americana. Una guerra sin CNN es conflicto de segundo orden a nivel interés informativo. Muertos en atentados en Iraq , luego algún apuñalamiento o ajuste de cuentas y posteriormente la última víctima de la violencia doméstica, que ya van tantas que hemos perdido todos un poco la cuenta, el norte y la capacidad de reacción y esto es lo más grave, porque, casi siempre, tras cada mujer asesinada, hay una larga historia de errores de un Sistema que suele reaccionar tarde y con lentitud ante las tragedias humanas.

Pero al menos ahora se habla de las víctimas. ¿Cuántas han tenido que morir hasta que se tuviera la capacidad de reacción? ¿Cuál de ellas fue la que causó el primer impacto? En el caso del acoso escolar todos tenemos claro que, el detonante fue el pequeño Jokin Ceberio, al que suicidaron en Hondarribia tras un largo calvario de malos tratos. Mucho escribimos por aquel entonces, mucho hablamos sus padres, Mila y Jose Ignacio y esta periodista de los catorce años de ese niño al que quebraron el alma y el espíritu antes que la vida. Y a raíz de Jokin comenzaron a surgir denuncias y casos, se perdió el miedo a hablar, muchos niños y niñas maltratados en las aulas vieron en la muerte del pequeño vasco un acicate para contar sus infiernos particulares. Fiscalía, policía y jueces se movilizaron. Y la manifestación de los compañeros de instituto de Jokin Ceberio y tomas de la muralla a cuyos pies encontró la muerte fueron repetidas hasta la saciedad. El caso de Hondarribia fue una conmoción.

Está visto que, a nivel informativo, los grandes dolores atraen la atención, son noticiables. Aunque yo dosificaría las tragedias, las haría alternar con historias que tuvieran un componente maravilloso y una sólida enseñanza moral y humana. Guerras, muertos y futbol y si te vas a otro tipo de programas, tipo Gente de la uno, medio programa de crímenes, sucesos y fatalidades y otro medio programa de casquería del corazón y prensa rosa.

Los telediarios están así diseñados y será porque el público demanda el muestrario de horrores, las pinceladas de sopor político y el fútbol con sus mejores jugadas. Aunque yo creo que no, que los redactores fallan, porque tienen que existir en el planeta mil historias positivas, mágicas, dignas de ser relatadas y que lleven al corazón del telespectador una sana dosis de optimismo y de confianza. Por ahora las noticias son un catálogo de hechos trágicos, capaz de satisfacer a espíritus masoquistas, cuando ese tipo de espíritus es minoritario. La verdad es que, aunque nuestra Carta Magna aún no reconozca ese derecho prioritario, es decir, el derecho a la felicidad, lo que el pueblo desea es ser y sentirse feliz, un objetivo perfectamente saludable.
 

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