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OPINIÓN - MARTES, 2 DE MAYO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Netzer y Zidane
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Durante varios años años, de la década de los setenta, mis visitas a Barcelona eran frecuentes. Me alojaba en el hotel Oriente, en pleno corazón de las Ramblas y a poca distancia de Los Caracoles: un restaurante donde tuve la suerte de caer bien y el propietario me distinguía con su conversación. Claro que también me cautivaba con el postre de fresas con nata: ambrosía capaz de levantar me el ánimo y predisponerme a ponerle la mejor cara a quienes gustaban de visitarme para hablar de fútbol conmigo.

Muchas fueron las tertulias que se formaron, los días que yo estaba en la Ciudad Condal, en el vetusto y amplio salón de un hotel al que, durante las noches, le llegaban todos los ruidos del barrio chino. El encargado de reunirnos era Pareja: un agente deportivo y artístico y capaz también de alquilar o vender un piso en media hora. Pareja tenía la virtud de organizarlo todo y luego, con su enorme respeto por los profesionales del balón, guardaba un silencio que sólo rompía cuando los reunidos le pedíamos su opinión.

Y aun así, aquel hombre, que sabía más que Lepe, se limitaba a ofrecernos datos. Pues tenía una memoria privilegiada que lo convertía en un documentalista de tomo y lomo. Amigo de Balmanya, de Luis Miró, de Biosca, de Pereda, de Eulogio Martínez... (hasta Calella me llevó Pareja para corrernos una juerga con el inolvidable “abrelatas”).

Un buen día me llamó a mi casa para pedirme que volara a Barcelona, pues me necesitaba para un asunto donde mi opinión era, según él, de suma importancia. Pude complacerle, porque estaba finalizando la temporada 74-75 y yo había tenido que dejar de entrenar por decisión burocrática. Es decir, por una intransigencia de Eusebio Martín. Secretario, a la sazón, del Colegio Nacional de Entrenadores. El cual, pese a declararme sus simpatías, no tuvo el menor inconveniente en aplicarme el reglamento a rajatabla. Lo que no hubiera hecho, por supuesto, con su admirado Kubala.

Nada más pisar el aeropuerto del Prat, ya estaba Pareja esperándome para llevarme al campo del Fabra i Coats, situado en un recinto industrial de la barriada de San Andrés, donde muchas veces jugaba el Barcelona Atlético. Allí se encontraba, como espectador, Miljan Miljanic, entrenador de un Madrid que jugaba por la tarde contra el Barcelona. Tras las presentaciones, el yugoslavo fue al grano: me gustaría que me informara usted de ese portero, y dirigió su dedo hacia donde estaba el guardameta del equipo visitante. No le conviene al Madrid por razones tales..., le expliqué. Pareja, por más que trataba de evitarlo, no podía disimular su disgusto. Ya que lo dicho por mí podía estropearle la posibilidad de hacer negocio. Y así fue. Aunque no tardando mucho me dio las gracias porque lo ocurrido le había dado la oportunidad de quedar muy bien.

A la temporada siguiente, coincidí nuevamente con Miljanic en el césped de un campo donde el Madrid jugaba la final de un trofeo veraniego contra el Español de un Solsona que estaba en la cresta de la ola. A Nuestra vera estaba Juan Daniel Pascual, ex árbitro y pieza vital en la organización de aquella fiesta futbolística. Miljanic, listo, inteligente y conversador ameno, me dio las gracias por lo del portero y me obsequió con un regalo. Estaban los jugadores del Madrid y del Español viendo el estado del césped, cuando se le ocurrió llamar la atención de Günter Netzer. Quien no dudó en acercarse. Y con su media lengua española, trató de provocarlo: “Günter, verás como esta noche te la lía Solsona”. Y el alemán no dudó en responder: “Lo pasaré por encima muchas veces y acabaré con él”. Dicho y hecho. Lleva razón quien dijo que Netzer y Zidane han sido dos jugadores desaprovechados aquí.
 

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