Se ha ido abril, el mes de los olores a cera e incienso, y
el de las lluvias torrenciales, que tantas preocupaciones le
originan a Elena Sánchez. Pero se ha ido permitiéndonos
pasear por una ciudad repleta de visitantes. Porque el
sábado fue un día en el cual las calles estaban más animadas
que nunca y se respiraba un ambiente festivo. En la avenida
de Sánchez Prados los viandantes curioseaban la exposición
de coches antiguos llegados a Ceuta a lucir su palmito,
desde todos los rincones gaditanos, un año más. Por allí
andaba el viceconsejero de Turismo, José Antonio Rodríguez,
atendiendo, como en él es habitual, a quienes luego van
cantando las excelencias de esta tierra. Y se deshacen en
elogios del trato que reciben. Y debe ser así: pues de lo
contrario, seguro que nos harían una higa en condiciones
para, a renglón seguido, no poner más los pies aquí. También
nos regalaron el oído los muchos participantes en el
Congreso que sobre la inmigración se celebró durante el fin
de semana. Y daba gusto ver de qué manera el hotel Tryp tuvo
que poner el cartel de no hay billetes. Tampoco pasaron
inadvertidos los pasajeros del crucero “Windsurf”. Ceuta,
verdad de Pero Grullo, nunca volverá a ser aquélla que
recibía un aluvión de matuteros y de quienes venían a
comprarse lo que no tenían a mano. Ahora bien, es
indiscutible el trabajo que viene haciendo el viceconsejero
de Turismo.
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