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OPINIÓN - JUEVES, 30 DE MARZO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los “sobrecogedores”
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Empecé a ir a las plazas de toro con pantalón corto. Me chiflaba tanto ese mundo que hacía todo lo posible por frecuentar los mentideros taurinos. Y en ellos, confundido entre los mayores, procuraba ser todo oídos. También prestaba suma atención a cuanto decía el maestro barbero que solía pelarme. Ya que éste, mientras trajinaba, daba lecciones magistrales de toro, fútbol, cante, cine y... hasta conocía la edad, la verdadera, de doña Concha Piquer y Antonio Machín. Aquel hombre, que además practicaba el deporte de la bicicleta y que hablaba hasta por los codos de Coppi, Bartali, Loroño, etc, contaba tan bien las cosas que a mí no me importaba pasarme las horas muertas sentado en el salón y cediéndole la vez a los clientes que tuvieran prisas.

Fue en esa barbería, como no podía ser de otra manera, donde yo pude enterarme de que se llamaban “sobrecogedores” a los periodistas que trincaban dinero a cambio de falsear las actuaciones de los toreros. Todo transcurría de la siguiente manera: dos o tres horas antes del festejo los periodistas acudían al hotel y allí les esperaban los mozos de espada para entregarles los sobres con las cantidades que los respectivos apoderados les hubieran designado a cada uno y siempre acorde a la importancia del medio al que pertenecían.

Así, los toreros que pasaban por caja se aseguraban una crónica favorable, y quienes no lo aceptaban sufrían en sus carnes la opinión negativa de casi todos los gacetilleros taurinos y cronistas de radio. Y ya no digamos nada de quienes estaban encargados de difundir la noticia por medio de la agencia de la época. De esa manera, se daba el caso de matadores que cortaban trofeos de mentira, mientras a otros les quitaban los obtenidos de verdad en las informaciones dependientes de los “sobrecogedores”. Era, por tanto, un periodismo basado en la manipulación y que causó grandes problemas en un tiempo donde las necesidades eran muchas y la gente necesitaba sobrevivir. Situación que algunos usaban como atenuante, pero que de ningún modo eximía de culpas a quienes cometían semejante tropelía. Los tiempos han cambiado, aleluya, pero los “sobrecogedores” siguen existiendo no sólo en la llamada fiesta nacional, rincón de seguridad de ellos, sino que también abundan ya en el fútbol. De lo contrario, sería inexplicable que se estén celebrando actuaciones de porteros que están muy limitados y, en cambio, no se deje de atentar contra otros en cuanto cometen el menor desliz. Tenemos el caso, verbigracia, de Valdés: portero del Barcelona a quien no le vale ser el menos goleado ni que su equipo sea el mejor del Campeonato. Puesto que siempre está en el punto de mira de quienes aprovechan cualquier motivo para tirarle a degüello. Ni pensar quiero lo que hubieran hecho con él de haber fallado frente a Serbia y que obligó a la selección española a jugar los partidos de repesca.

Los “sobrecogedores” llegan hasta el extremo de preguntarle a Cañizares si cree que Casillas es el mejor portero de España, y si Valdés es muy malo. De nada vale que el portero del Valencia conteste con señorío a pregunta tan tendenciosa y dirigida a resaltar las cualidades de uno menoscabando las del otro. Porque el daño ya está hecho. Y es que en España se ha puesto de moda decir que el Barcelona gana pese a tener en la portería a Valdés y que el Madrid no pierde más porque cuenta con los servicios de Casillas. Una mentira repetida hasta la saciedad y que ha ido convirtiéndose en verdad incuestionable entre la masa. Los “sobrecogedores” futbolísticos no acuden al hotel, sino que reciben la gratificación por medio de las multinacionales. Que no están para perder el dinero invertido en alguna cara bonita.
 

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