Es quizá el centro de menores menos conocido de la ciudad,
lo indican hasta sus responsables. No pueden decir lo mismo
en el barrio de La Liberad Grupo Solís; son todos vecinos y
residentes en Ceuta. Pedro del Corral asegura que la rutina
de la barriada cuenta con ellos. Del Corral es el director
del Centro del Mediterráneo, casa para una veintena de
menores (14 chicos y seis chicas) en situación de exclusión
social o en riesgo de padecerla. Los menores son ceutíes y
marroquíes ‘no acompañados’, chavales sin familiares que se
hagan cargo de ellos en la Ciudad Autónoma. Algunos de ellos
están próximos ya a los 18 años, momento en el que dejarán
atrás las instalaciones para andar en solitario o reubicarse
en el CETI; en el Mediterráneo ya se conocen el trayecto y
procuran una formación laboral (cursos de garantía social,
por ejemplo) para ofrecer cualificación a partir de cierta
edad. Antes, casi todos acuden al colegio Rosalía de Castro
donde cumplen con la enseñanza obligatoria; aquellos niños
que, al ingresar, presentan alguna dificultad especial
reciben clases de apoyo individuales. Ayer, dos menores de
nacionalidad marroquí practicaban su caligrafía en la sala
de la biblioteca, entre otras cosas, a causa de la huelga-no
huelga desconvocada por los sindicatos del sistema público
de Enseñanza. A mediodía, salían corriendo hacia la escuela.
Reformas
Pedro del Corral recorre el centro y señala todas los
espacios que han ido reformándose. Muchas ‘obras’ las han
puesto en marcha los jóvenes residentes. La huerta es un
ejemplo y donde antes había un pequeño terreno lleno de
brozas, ahora hay espacio de cultivo, con calabacines dignos
de entrar en libro Guinness de los Records. Tanto es así que
las fotografías de la cosecha del pasado año empapelan las
paredes del Mediterráneo. Incluso el presidente local, Juan
Jesús Vivas, se mostró sorprendido en su última visita a la
barriada de la Libertad: habas, lechugas, coles, nísperos,
cebollas, un cerezo, higueras, hierba luisa, romero, jazmín
chino... Y justo al lado, la pajarera; otro de los proyectos
que la dirección del centro presentó a la Ciudad Autónoma y
que ésta aprobó y financió como parte del plan
complementario educativo del Mediterráneo. Curiosamente, es
la Consejería de Presidencia la que gestiona los centros
para menores en esta legislatura, ya que antes era Sanidad y
Bienestar Social quien lo hacía. Del Corral explica que es
una mera anécdota que puede seguir variando.
Chavales de la ciudad con problemas y menores marroquíes no
acompañados conviven en el Mediterráneo, chicas por un lado
y chicos por otro. Ahora hay más varones, pero no es una
situación inamovible: a principios de 2004, las mujeres
prácticamente doblaban a los hombres. Tampoco es igual el
perfil del menor que ingresa en el Mediterráneo: en algunos
casos pesan más los problemas sociales; en otros, hay
carencias afectivas muy profundos; otros, simplemente se
quedan solos. Cuando ingresan, lo primero es buscar, según
explica Del Corral, “la normalización del tiempo”. Es decir,
tratar de crear un horario al que el menor no está
acostumbrado: horas de colegio, de estudio y de tiempo
libre. El centro rediseña sus jornadas e impide que pase
mucho tiempo sin hacer nada, aunque conforme crecen, el
control es menor. Los residentes de 17 años pueden abandonar
el centro unas horas los fines de semana “como los chicos de
su edad”, explica Del Corral. El resto también sale de
excursión o va al cine, gracias a un acuerdo con las salas
de La Marina. “Se trata de integrar en sociedad”, subraya el
director y no de que las instalaciones les proporcionen todo
lo necesario: “tienen que salir a por ello”. Justo lo
contrario su origen, cuando era el internado Cristo Rey: 150
niños, dormitorios muy amplios, cero individualización.
El año 92 fue el de la renovación arquitectónica y se
intentó construir conforme al concepto de unidades
familiares: o lo más parecido a una casa. A partir de la
asunción de competencias por parte de la Ciudad Autónoma en
2001, el centro ha seguido con remodelaciones pero, sobre
todo, consolidando su programa educativo. La normalización
inicial pasa por intervenir en el tiempo de ocio, en los
estudios, los recursos comunitarios, y en la vida cotidiana
en general. “Todos los niños son igualles pero tratamos de
individualizar los casos al máximo, respetar cada caso”.
Algunos ingresan prácticamente a punto de cumplir la mayoría
de edad; es la
Pasos burocráticos
Tampoco es igual la situación de ahora, si la comparamos con
la de 2003, cuando la Fiscalía General consideró que los
menores de 16 años eran lo suficientemente autónomas como
para abandonar su internamiento. La normativa rigió un
tiempo, pero volvió a derogarse y el centro volvió a
llenarse, por encima de su capacidad. Ahora está con
completo, con la capacidad justa.
La puesta en marcha del Plan de Repatriación de Menores, la
propuesta realizada en noviembre por la Secretaría General
de Inmigración, está paralizada o, como puntualiza Miguel
Fábrega, el director general del área, “no se sabe nada
sobre él”. ¿Incidiría en la vida del centro Mediterráneo?
Con toda probabilidad, se reduciría el número de internos de
origen marroquí, ya que el Plan contempla la construcción de
centros para menores en el norte de Marruecos.
¿Cómo llegan al Mediterráneo? La mayoría lo hacen “en
grupo”, explica Del Corral, mezclados con los adultos que
también tratan de llegar a Europa; es el caso de menores
nigerianos o malíes. Los chavales marroquíes pueden llegar a
Ceuta en un primer momento, esperando para saltar a la
Península, y la Policía los remite al centro si los
encuentra deambulando por la ciudad. Otros siguen en la
calle o pasan por el Mediterráneo de forma intermitente, lo
que impide su escolarización y seguimiento continuado. Pero
también hay quien se queda unos años y manda una carta desde
Asturias donde ha encontrado un trabajo.
Por lo pronto, hoy se despide un chico que cumple los 18. Se
va al CETI de momento. Compañeros y plantilla (aunque a
veces es lo mismo) han salido a despedirlo.
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