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OPINIÓN - MIÉRCOLES 29 DE MARZO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Rajoy está gafado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mariano Rajoy era un político que caía la mar de bien a los españoles cuando estaba a la sombra de José María Aznar. Entre otras cosas, porque a medida que éste iba sacando a relucir un carácter atrabiliario y tonante, a raíz de que el poder le dio la oportunidad de poner los pies encima de la mesa del todopoderoso Bush, aquél nos hablaba de su afición por la bicicleta y se jactaba de ser tan de buen comer como de fumarse los mejores habanos.

Cierto es que, entonces, nadie pensaba en él como sucesor de Aznar. Ya que todas las miradas estaban puestas en Rodrigo Rato y hasta Mayor Oreja parecía contar con más posibilidades. Lo cual dejaba a Rajoy libre de miradas envidiosas y representando muy bien el papel de tapado que le había designado Josemaría.

Cuando se supo que era Rajoy el elegido para ser candidato a la presidencia, nadie dudaba de que iba a ganar las elecciones de calle y su triunfo se empezó a cantar con gran antelación. Era un favorito indiscutible, por más que se le tachaba de indolente, debido a que era un gallego simpático y, sobre todo, porque recibía una herencia extraordinaria de quien había sido un gran presidente a quien el síndrome de la Moncloa le había agriado un carácter ya de por sí propenso a avinagrarse.

Pero la tragedia del 11-M, mal gestionada por Acebes y Zaplana, con el beneplácito de Aznar, cambió el rumbo de las urnas y José Luis Rodríguez Zapatero, contra pronóstico, se convirtió en presidente de una España cuyos ciudadanos no entendieron la postura del PP. Nunca olvidaré la cara de Rajoy cuando le tocó salir al balcón de la sede, en la calle Génova, para presentar el rostro de la derrota ante cientos de militantes del partido. Ni tampoco el gesto ceñudo y acusador de un Rato a quien la ira se le manifestaba, mayormente, en los ojos.

Pasó el tiempo, y cuando parecía que el PP empezaba a levantar cabeza haciendo una oposición feroz contra un ZP atrapado en las redes de los nacionalismos, llega el alto el fuego permanente, anunciado por ETA, días atrás, y pone otra vez a Mariano Rajoy en grandes aprietos.

Por ello, y en menos que canta un gallo, se me ocurre pensar que el jefe de la oposición está gafado. Qué buen juego, en este aspecto, le hubiera dado Rajoy a Jaime Campmany, siendo cual era, el genial columnista, un experto en tratar tales cuestiones.

Gafado, porque si hay algo que le haya venido mal, rematadamente mal al PP, es que ETA haya entrado en este juego de la tregua cuando a ZP se le amontonaban los problemas y Acebes y Zaplana no cejaban en su empeño de recordar que lo del 11-M no fue como dicen los jueces y las Fuerzas de Seguridad. Manteniendo esa postura, e insistiendo diariamente que la unidad de España estaba en peligro, marcaban ambos las directrices catastrofistas de una oposición que contaba con el favor de una gran parte de la militancia, ultraconservadora, que ha venido festejando el mensaje que ellos propalaban.

La conferencia de prensa dada por Rajoy en la Moncloa, tras su reunión con el presidente del Gobierno, ha puesto de manifiesto que el presidente del PP tiene más que asumido que la suerte ha vuelto a jugar en contra suya. Y no por lo que ha dicho, sino por cómo lo ha dicho. Yo lo he visto como alguien que ha sido enviado a entrevistarse con ZP, mediatizado en extremo por los referidos Acebes y Zaplana y, sobre todo, agobiado por lo que piensan los principales dirigentes del PP vasco. Bajo ese yugo, y por más que lo propuesto por ETA sea un gran motivo de esperanza, mucho me temo que Rajoy necesitará de un milagro para salir a flote de esta nueva desventura en su contra. Lo dicho: este hombre está gafado.
 

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