El presidente de la A.D. Ceuta, Ernesto Valero, ha vuelto a
lucirse: “tendremos mano dura y vamos a sancionar a varios
jugadores, no queremos niños, queremos profesionales
serios”, dijo. ¿Y por casa cómo andamos?, dan ganas de
preguntarle.
Valero ha querido atajar la crisis repartiendo culpas.
Primero, cesando al entrenador, y después, haciendo públicas
unas sanciones con el fin de sembrar entre aficionados y
periodistas, la imágen de unos jugadores poco profesionales
y nada comprometidos.
Pero el barniz de la apariencia no resiste el desgaste del
tiempo y nunca engañamos mucho a los demás sobre nosotros
mismos.
¿Como puede predicar la disciplina si es negligente consigo
mismo? El presidente debería tener en cuenta que las
palabras tienen siempre menos valor que los actos, porque
estos tienen valor de ejemplo. Y ahí está el problema. Si
juzgara sus propios actos con tanta severidad como juzga los
de los demás, es posible que se encontrara detestable.
Valero no debería acusar a otros de su propio fracaso. El
primer responsable de lo que ocurre es él y son sus
decisiones y sus actitudes las que debería poner en
cuestión. Además de reconocer sus errores y reprocharse la
confianza concedida a personas no adecuadas. En especial, a
Luque y Gabino, responsables directos del desaguisado
deportivo.
Por otro lado, como era de esperar, las declaraciones del
presidente no han sentado nada bien en el vestuario.
El primero en contestar ha sido Sandro, quien ha afirmado
que “la culpa es de todos, hay que saber sufrir, cerrar la
boca y ganar”. Aprendan del brasileño, él si es un auténtico
profesional, dentro y fuera de los terrenos de juego.
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