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SOCIEDAD - SÁBADO 18 DE MARZO DE 2006


conductor de la línea 8. skn.

TRANSPORTE / REPORTAJE
 

Un autobús llamado problema

Conductores, usuarios y vecinos analizan la situación del bus que une el centro de la Ciudad Autónoma con la Barriada del Príncipe. Así es un día en la Línea 8
 

CEUTA
Javier Sakona
javisakona@elpueblodeceuta.com

Son las seis y cuarto de la tarde del jueves. El último autobús de la Línea 8 se interna en la Barriada Príncipe Alfonso. Ha pasado una semana desde las pedradas que hicieron saltar las alarmas y le abrieron la cabeza a un conductor y todo parece volver a la normalidad. Poco a poco, eso sí.

Un equipo de Antena 3 Noticias graba el paso del autobús. Los pasajeros bajan la cabeza y miran a los periodistas de reojo. La noticia aderezará esta noche los informativos. El conductor respira hondo y el autobús resopla apurando el repecho que le separa de la entrada de la barriada.

Nada existe hasta que no aparece en televisión y corren ríos de tinta. No es, ni mucho menos, la primera vez que los chavales del barrio, inconscientes e incontrolados, reciben con pedradas a la Línea 8, pero los ataques del pasado viernes, horas antes de la manifestación ‘Por la tolerancia y contra el racismo’ han puesto a la Línea 8 bajo los focos.

Viernes de tensión

Pero comencemos desde el principio: dos conductores que cubrían la ruta de Príncipe Alfonso resultaron heridos por pedradas antes y después de la manifestación. La vida cotidiana de la Línea 8 daba un volantazo y todo se complicaba. El servicio quedó suspendido durante el fin de semana y 16.000 vecinos de la popular barriada se quedaron sin medio de transporte. El lunes, los autobuses de Hadú-Almadraba volvían a la carretera escoltados y blindados con una reja que salvaguarda , hasta cierto punto, al conductor. Esa misma noche otro chófer es agredido, esta vez dentro del vehículo y en la Línea 7, la que llega hasta la frontera. Definitivamente la tensión es ya un pasajero más del autobús.

A la mañana siguiente el miedo y el desánimo son evidentes entre los conductores. “Gracias a Dios es la última vez que hago la ruta”, confiesa Antonio, chófer con toda una vida tras el volante. El mal trago de cubrir turno de la Línea 8 se reparte por quincenas y el convenio exime a los conductores mayores de 60 años. Él los cumple en unos días y esta es su última vuelta al Príncipe. El zeta de la Policía Nacional que escolta al autobús aparece a nuestra espalda, la emisora del autobús crepita: “Cuando pase el Ford fiesta blanco, vía libre”. Las carreteras son demasiado estrechas para un autobús. Además de, dicen, peligrosa, la ruta es complicada.

Cinco mil usuarios al día

Es martes a mediodía, apenas unas horas después de que la agresión al chófer de la Línea 7. Un suave aroma a pachuli flota en el aire. El autobús circula hacia la barriada del Príncipe repleto de pasajeros, en su mayoría mujeres. No parece esta una ruta muy peligrosa, pero lo es. “Siempre sucede en la misma zona, en la rotonda de arriba, antes de entrar en el Príncipe”, explica Antonio que confiesa sentir miedo y pena -”menos mal que es la última vez que hago este turno”- aunque la escolta policial y la reja de seguridad algo ayudan a recuperar la tranquilidad, “aunque esta mañana casi nos roban la reja, para cuando me di cuenta ya habían soltado los pasadores”, relata Antonio, curado de espantos. Y la reja tampoco parece servir para mucho, protege, en cierta medida, pero deja a la intemperie otras catorce ventanas. “Yo ni quito ni pongo, pero al menos nos protege algo, que si me dan una pedrada y me dejan inconsciente nos vamos todos, pasajeros y conductor, moros y cristianos, al arroyo Quemadero”, explica gráficamente Antonio.

Al entrar en el barrio sube al vehículo uno de los agentes de las Brigadas de Educación Cívica Príncipe Alfonso. “Sin ellos sería imposible circular por aquí”, razona el conductor. Así es, sin su ayuda sería materialmente imposible. Las calles son estrechas callejuelas de dos direcciones por las que apenas caben dos turismos por lo que la colaboración de los auxiliares de educación cívica es imprescindible. Ellos se encargan de dar paso al autobús de la Línea 8 que, curiosamente, sube la calle San Daniel con las puertas abiertas, con paradas discrecionales, para que la gente mayor que sube andando pueda hacerlo en autobús en cualquier tramo del trayecto. “Esto no lo hace ningún autobús de España”, dice Karim, uno de los nueve agentes de educación cívica que trabajan en la ruta entre la Plaza de la Constitución y la Barriada del Príncipe y uno de los pocos a quienes no importa revelar su nombre.

“Somos los que apagamos los fuegos, los que hacemos el trabajo que no quiere nadie y ni siquiera nos lo agradecen”, explica otro de los auxiliares -que prefiere guardar su anonimato-, contratados por la Consejería de Bienestar y Sanidad Social, “cobrando una miseria y pagándonos nosotros mismos autónomos”, señala el agente de Príncipe Alfonso.

Tan sólo unos niños

“No es tan fiero el león como lo pintan”, considera uno de los miembros de la Brigada de Educación Cívica. “Son sólo cuatro chavales inconscientes y maleducados, no se puede criminalizar a una barriada entera, aquí vive mucha buena gente y me duele especialmente por esas mujeres de más de ochenta años, gente anciana y respetable. Sufro viéndola subir andando hasta su casa porque el último autobús que sube a su barrio es a las seis de la tarde”, se indigna el auxiliar de la barriada. El conductor del autobús asiente. “Aquí vive gente estupenda y pagan todos por cuatro indeseables inconscientes”.

Una hora después volvemos a la Plaza Constitución. Afortunadamente ha sido un viaje tranquilo.

Una semana después

Es jueves, son las seis y cuarto de la tarde. El último autobús parte hacia el Príncipe desde la parada del Mercado Central. Es el primer día sin escolta policial. Al menos aparentemente. No era necesario un gran ejercicio de agudeza visual para identificar al agente de paisano. Aún así, el otro no musulmán que viaja en el autobús, además del arriba firmante, susurra: “No es verdad que no haya seguridad. Soy Policía Nacional”. La radio del autobús chisporrotea: “Todo tranquilo. Un zeta está vigilando arriba, donde los jubilados”. El conductor prefiere no hablar más, está “harto de tanta polémica”. “Esto ha pasado siempre. También en el Morro, Almadraba, Juan Carlos I... pero es el Príncipe quien paga la mala fama”, se lamenta una pasajera, de las pocas que se atreven a dar su opinión abiertamente. “Y por si fuera poco nos dejan sin autobús”. Cada día, cinco mil personas, de las más de 16.000 que viven en Príncipe Alfonso, utilizan la Línea 8, una de las más frecuentadas y de las más rentables.

“Cuatro gamberos descerebrados, inconscientes de peligro que provocan, tiran cuatro piedras y se montó el problema, perfecto para que otros lo utilicen en su beneficio político”, dice esta vecina de la barriada que prefiere no dar su nombre. “Al final siempre pagamos los mismos”. Desde la Delegación de Gobierno y desde el Ejecutivo de Vivas tranquilizan a los vecinos de la barriada: “La empresa tiene que cumplir su servicio; el Príncipe es un barrio más y están establecidos unos autobuses que prestan un servicio y deben seguir funcionando con normalidad”, afirmó Jerónimo Nieto, delegado del Gobierno en Ceuta, en la misma línea que la portavoz del Gobierno autónomo, Elena Sánchez, que garantizó la continuidad y calidad del servicio.

Son las siete menos cuarto pasadas. La Línea 8 retorna al punto inicial de la ruta. El siguiente autobús se quedará en la rotonda y no se adentrará en la barriada. Ya no hay ni rastro del equipo de Antena 3 Noticias. Un grupo de chavales mira con indolencia pasar a la Línea 8. El conductor mira de reojo. Ha sido un día tranquilo. O eso parece.
 

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