En el diario “El Pueblo de Ceuta” del viernes 17 de marzo,
su columnista D. Manuel de la Torre pone en mi boca un
comentario que, en las delicadas y enrevesadas
circunstancias que atraviesa nuestra ciudad, creo que debe
ser objeto de alguna matización por mi parte, ya que de lo
contrario podría dar lugar a interpretaciones erróneas y/o
interesadas.
En primer lugar, lo que yo le comenté al Sr. de la Torre
fuera de micrófono, en una entrevista que me hizo ya hace
más de un año, es que el Sr. Mohamed Alí me parecía un buen
parlamentario, que no es exactamente lo mismo que un buen
político, pues se puede ser buen parlamentario sin ser buen
político y viceversa. Para que todo el mundo me entienda, a
mí, por ejemplo, el Sr. Rubalcaba me parece un magnífico
parlamentario, pero también uno de los políticos más
siniestros de la historia de España.
Que en la política hace falta una voluntad de entendimiento
en las cuestiones esenciales, en las que constituyen las
“reglas del juego” aplicables a todos, superando barreras
ideológicas, es algo que comparto plenamente con el análisis
del Sr. de la Torre, pero para que eso sea posible es
necesario que no se trate de sacar rentabilidad política,
por parte de nadie, en aquellas ocasiones en que se
produzcan incidentes que pongan en peligro la convivencia
ciudadana. Y eso es lo que, desgraciadamente, han tratado de
hacer tanto la UDCE como el PSOE en el asunto de la
tristemente célebre coplilla de marras.
Para que no haya lugar a dudas, he de decir que las
opiniones racistas y genocidas contenidas en la letrilla me
producen tanta indignación y repulsa como al Sr. Mohamed
Alí, y tanta como al Gobierno de la Ciudad, a pesar de que
las reiteradas manifestaciones en dicho sentido no hayan
querido ser escuchadas por la UDCE, ciega y sorda a todo lo
que no fuera sacar rédito político de la polémica. Y es que
es evidente, y por tanto no necesita de explicación, que la
opinión manifestada por los componentes de la chirigota no
puede ser extendida a todo un colectivo, como el cristiano,
de la misma manera que no es posible que las pintadas
amenazantes aparecidas en algunas barriadas pueden expresar
el sentimiento de todo el colectivo musulmán.
He manifestado y reiterado hasta la saciedad, a todo aquel
que ha querido escucharme, que en Ceuta es imprescindible
que la participación en política se articule en base a
razones de adscripción ideológica, y no de pertenencia a
grupos étnicos o religiosos. Para eso es necesario el
trabajo, la visión de futuro y la generosidad de todas las
fuerzas políticas, pero es asimismo requisito “sine qua non”
que por parte de los musulmanes se abandone la estrategia
del victimismo. Aún con todas las imperfecciones que se
quiera, vivimos, afortunadamente, en una sociedad libre, en
la que el desarrollo de cada persona depende de su propia
capacidad de esfuerzo y sacrificio, y en la que las
instancias públicas ponen los medios para garantizar el
principio de igualdad de oportunidades para todos, sin
distinción.
Magnificar las opiniones de sectores minoritarios y
radicalizados, y estrujarlas hasta el límite para tratar de
manipular las emociones de determinados colectivos, con el
objetivo final de sacar tajada electoral, no me parece una
actitud digna de un buen político. Aunque sea un buen
parlamentario. Decía Churchill que la diferencia entre los
políticos y los estadistas es que, mientras los primeros
sólo piensan en las próximas elecciones, los segundos
piensan en la próxima generación. Apliquémonos, todos, dicha
máxima.
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