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OPINIÓN - SÁBADO 18 DE MARZO DE 2006

 
OPINIÓN / EL MAESTRIO

Sr. profesor, la hora

Por Andrés Gómez Fernández


Aquellos bachilleres elementales “nocturnos”, con su Reválida conseguida, optamos, la mayoría, en particular, los más “veteranos” por iniciar los Estudios de Magisterio. Se nos presentaba una nueva oportunidad que no quisimos desaprovechar: estos estudios se realizaban en régimen nocturno, lo cual nos favorecían por nuestra condición de trabajadores. El horario era desde las seis de la tarde hasta las diez de la noche, que finalizaba las distintas sesiones del día. Incluía el sábado, con el mismo horario, como día lectivo.

En estos años, el Magisterio en Ceuta, en particular para el grupo de varones, pasaba por una acusada crisis de vocaciones. Pero emergió la figura de D. Jaime Rigual para realizar las gestiones necesarias y conseguir que las clases fuesen nocturnas. Para tal efecto, consiguió con el apoyo de los centros de trabajo, que con ese horario y la flexibilidad de las empresas, reunir los alumnos necesarios para formar los consiguientes grupos e impartir las enseñanzas contempladas en el Plan de Estudio del momento. Los que nos acogimos al régimen nocturno de Magisterio agradecimos a D. Jaime el haber establecido y potenciado la carrera de Maestros con la citada fórmula.

El Plan de 1950 fue el que nos correspondió para iniciar nuestra andadura en el Magisterio. Contemplaba el citado Plan una prueba de Ingreso, tres cursos y una Reválida. Lo empezamos en el curso 1962-63, en el antiguo edificio de la Marina, en la calle Calvo Sotelo, 92. Los restantes cursos los continuamos en el nuevo Centro del Morro.

La Escuela Normal del Magisterio Primario “Andrés Manjón”, en el curso 47-48, tenía como director a D. Gregorio Landaluce, profesor de Religión; Dª. Pura Chamorro, Dª. Juana Campoy, Dª. María Cazalla, Dª. Constanza Velasco, D. Feliciano Luna, D. Manuel Gordillo, D. Jaime Rigual, entre otros. El horario de clases era de 9 a 13 para los varones y de 15 a 19 para señoritas. El plan no incluía la prueba de Reválida. (Como se observa la enseñanza era diferenciada).

En el viejo edificio se producían con mucha frecuencia los apagones de luces; unas veces por la inclemencia del tiempo y otras de forma provocada. En una ocasión –se produciría en varias- el profesor de Religión, el P. San Martín, tenía previsto la realización de un examen. Como quiera que esas convocatorias no eran del agrado del alumnado, se recurría a su suspensión produciendo el consiguiente apagón. Pero el profesor no estaba dispuesto a suspender la prueba y, provisto de velas, una para cada alumno, tuvimos que realizarla. No ocurría lo mismo cuando se trataba de producir el apagón por motivos televisivos, en la época gloriosa del R. Madrid, en su peregrinar por la Copa de Europa. Con toda seguridad que algunos profesores también lo deseaban.

Ubicados ya en el nuevo Centro, compartidos con las Anejas, que tuvimos el honor de inaugurar, las cosas fueron de otra manera, aunque el edificio, no bien construido, con las primeras lluvias, mostró sus deficiencias con humedades y goteras. Pero disponíamos de aulas más espaciosas, con nuevas instalaciones, biblioteca, laboratorio, salón de actos.

Contaba el grupo de varones con un conserje muy peculiar: El Sr. Gervasio, hombre muy agradable, simpático, servicial… que, en un momento muy deseado de las clases, nos alegraba con su forma especial de comunicarnos que la sesión había finalizado. Personalmente anunciaba su presencia con “Sr. Profesor, la hora”, una técnica particular, posiblemente porque no le gustaría tocar el timbre. En una ocasión, después de anunciar la finalización de la clase, nos trasmitió una desagradable noticia: ¡Ha muerto Kennedy!. (El Presidente de los Estados Unidos había sido asesinado, 22-11-1963).

Pero poco duró la alegría en casa del pobre. L a presencia de un nuevo profesor de Pedagogía vino a romper las ilusiones de todos. De pronto aparecieron más suspenso de lo normal, y se notaba que no estaba de acuerdo con el horario establecido en el Centro, y veíamos venir que todos los esfuerzos realizados pro D. Jaime se irían de “paseo”, pretendiendo que no se llevara a cabo la enseñanza diferenciada. Consideraría que era demasiado trabajar por la mañana (alumnas) y por la tarde (alumnos) o que ya había llegado el momento de la coeducación.

Pero lo peor estaba por llegar. Nos habíamos plantado en la Reválida. Recuerdo que era un día muy caluroso. Primeros días de Junio de 1.965. La prueba estaba formada de tres ejercicios, siendo el último, el práctico. Por la mañana realizamos los dos primeros, quedando para la tarde el de la valoración de nuestra experiencia. Un día muy agotador. En general, los temas estaban relacionados con las matemáticas y Ciencias Naturales. Una vez incorporados al centro para realizar el examen, previa elección del tema, disponíamos de unos minutos para seleccionar el material de apoyo. Algunos bajaron y recogieron plantas. Se recurrió a unos niños que jugaban en la calle, los cuales aceptaron y hacia ellos iban dirigidas las prácticas. Mientras actuaba un compañero, el resto, si lo deseaba, también podía permanecer en el aula. Finalizada la prueba, cada uno hacía sus valoraciones, teniendo en cuenta que a algunos no nos dejaron terminar. La “tragedia” se estaba “fraguando”.

D. Jaime Rigual, muy apesadumbrado, nos reunió para manifestarnos que lamentaba mucho tener que suspender a todos los alumnos. Bueno a todos, no. Sólo se “salvo” uno que venía de Tetuán, y no por haberlo hecho mejor que los demás, sino para no hacerlo volver en Septiembre. ¿Por qué se produjo esa escabechina? Pues, sencillamente porque el Sr. Profesor de Pedagogía, recientemente incorporado, como Presidente del Tribunal de las alumnas había suspendido a todas.

El bueno de D. Jaime nos daba ánimos y nos dijo que todos habíamos superado los dos primeros ejercicios, pero el práctico quedaría para Septiembre, y que no nos preocupáramos que tendrían en cuenta la circunstancia ocurrida. Felizmente todos aprobamos, poniéndose fin a la Promoción 1962-65.

Fuimos unos privilegiados; en primer lugar, al beneficiarnos del horario establecido, y en segundo lugar por la calidad de los profesores que impartían la docencia. En primer lugar, D. Jaime Rigual, sin olvidarnos de Dª. Maria Data, D. Jesús González, Dª. Pilar Reigada, Dª. Margarita R. Velasco. D. Miguel Villanueva, D. Antonio Roldán, D. Juan Díaz, D. Teófilo Escribano, D. José de San Martín, proferor de Religión y que ejerció como Director.
 

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