¡Ay mi mochila, no se la come el
gallo ni la gallina,que es para mi barriga!.
Y así una y otra vez, cantando semejante canción, los
chavales íbamos con nuestras mochilas a cuestas a comernosla
en el campo.
Recuerdo que en mi mochila había castañas, nueces, una graná
y el imprescindible membrilo que, por cierto, te hacía cada
nudo que te costaba un potosí poder tragar.
Pero, en aquella edad, se tragaba uno lo que le echasen
dentro de la mochila.Se pasaba más hambre que un caracol en
un espejo y la mochila era como un maná que nos llegaba por
la fecha de todos los santos.
Cualquiera era el guapo que pasadas esas fechas,se podía
comer un graná o un membrillo con el “nudo” incluido. En
esas fechas, quitando a los niños de papás esos que iban a
los colegios de pago y no llevaban alpargatas, lo más
sabroso que se comía era un trozo de pan con un boquete al
cual se le echaba un poco de aceite. Este trozo de pan con
boquete incluido, se le conocía popularmente como el “joyo”.
¡Ni hambre que nos ha quitado el “joyo”! ¡Viva el “joyo” y
la mare que lo parió!.
Sin embargo, en estos momentos, hay una mochila importante,
que tiene “castaña” la cosa y que hay quienes no se “tragan”
ciertas cosas de la mochila. Vamos que les cuesta más
“tragarselas” que nos costaba a nosotros tragarnos el “nudo”
del membrillo.
Quedámos a la espera de saber en qué queda el asunto de la
tan traída y llevada mochila que en nada se parece, por lo
visto, a la que nosotros teníamos cuando éramos pequeños y
cantábamos la mencionada canción.
Estaba pensando en el asunto de la mochila, que veremos cómo
acaba, cuando me entero de que alguien pide que sea la
Ciudad la que pague los destrozos ocasionados por los
menores incontrolados. O sea, para entendernos, que el
asunto se pague con el dinero de todos los ceutíes.
Oiga, amigo guardia, que la cosa dicha así, de cara a la
galería, queda como muy mono. Pero teniendo en cuenta mi
situación económica y la de miles de ceutíes que estamos más
secos que un volao en tiempo de poniente, a ver cómo nos la
arreglamos para poder aportar algo de nuestros escuálidos
bolsillos, para sufragar unos gastos en los que, por mi
santa y la santa de todas las santas, nada hemos tenido que
ver.
Nada, no tengo más remedio que acudir a mi banco amigo, y
solicitar un préstamo para aportar la cantidad que me
corresponda, de algo en lo que no he tenido, a igual que
muchos miles de ceutíes, ni arte ni parte.
Ademas,que en mi persona se da un agravio comparativo-.
Recuerdo que siendo pequeño, tampoco es que haya crecido
mucho, o sea un poca más alto que por aquellas fechas, rompí
un cristal de una vecina jugando a la pelota que tuvo que
pagar mi padre.
Y a nadie se le ocurrió, en aquellos momentos, decir que eso
lo tenía que pagar el Ayuntamiento de la Ciudad. Usease
pagar el cristal con el dinero de todos los ceutíes.
Comprendo que aquella era otra época y no había personal tan
caritativo en el Ayuntamiento que realizace semejante
propuesta. ¡Ditan sean las cazuelas de papas!
Lo tengo que reconocer, aunque me duela hacerlo, en aquella
época no había tanto talento ni tanta inteligencia para
solucionar los asuntos. Nuestros representantes, de aquellas
fechas, aunque se molesten y les pido perdón por ello,
estaban mucho menos preparados que los de ahora y, además,
eran una jartá de menos caritativos. Aunque según decía la
sabia de mí abuela, “la caridad bien entendida empieza por
uno mismo”.
Acogiéndome a esa frase, voy a proponer que, en vez de pagar
del bolsillo de todos los ceutíes el asunto, los que han
hecho tan maravillosa y genial propuesta, se rasquen sus
bolsillo y sean ellos los que paguen la cosa, por cuya
actuación, los tiesos como servidor, les quedaríamos
eternamente agradecidos e incluso le propondríamos para
hacerles un homenaje por bondadosos y caritativos. ¡Ele
tanto arte y tanta caridad juntas que no se puen aguantá!.
El asunto ha llegado a emocionarme tanto, que no he tenido
más remedio que correr hacia donde tengo los tarros de las
emociones fuertes y derramar par de lágrimas. ¡Dios que
fuerte, tanta emoción!.
Después de derramar el par de lágrimas me retiro a un rincón
de mi salita de estar y me dedico a leer la vida de los
grandes santos que ha dado la Humanidad.
Cierro la puerta a cal y canto,. No estoy para nadie, sólo
quiero estar con mi propia soledad, para tratar de
comprender cómo pueden existir mentes tan privilegiadas y
con tanto derroche de caridad.
Si es posible, rogaría a tan maravillosas y caritativas
personas, promuevan una petición de ayuda a este prójimo
para que, con el dinero de todos los ceutíes, me pueda
comprar mi soñado chalet en la costa, dejando algo de dinero
en el banco, lo suficiente para vivir sin problemas el resto
de mis días.
A cambio, prometo rezar, cada día, durante seis segundos,
por todos esos buenos.
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