Fue finalizada una entrevista que
le hice a Nicolás Fernández Cucurull, es decir, durante los
minutos de conversación mantenidos sin que la grabadora
estuviera ya funcionando, cuando le dije que en Ceuta
escaseaban los políticos de cierto relieve. Su respuesta fue
tan rápida como contundente:
-Mohamed Alí es un buen político y habrá que tenerlo muy en
cuenta.
Debo reconocer que en aquel momento debí preguntarle al
diputado por las razones de su contestación y, desde luego,
las causas por las que a Mohamed Alí se le había privado de
estar presente en la mesa rectora. Aunque mucho me temo que
Nicolás, escarmentado ya por todo lo que le había sucedido
durante la campaña para elegir al presidente del PP de
Ceuta, hubiera optado por darme pares y nones. O sea, no
decirme nada que hubiera molestado a quienes en su partido
siguen alzando la voz para dividir más que para tejer lazos
de unión entre comunidades.
Pero yo me quedé con lo dicho por un hombre sensato,
sumamente preparado, y a quien la férrea disciplina de
partido le hace callarse muchas cosas y decir otras que no
encajan con su manera de ver la realidad de Ceuta. Y tomé
nota de que Nicolás Fernández Cucurull era consciente de que
había que tener muy en cuenta la capacidad política del
hombre fuerte de la UDCE.
Y, por lo tanto, volví a preguntarme lo siguiente: ¿qué
motivos habría tenido Juan Vivas para no permitir que
Mohamed Alí se sentara a su vera durante los plenos? Una
duda fácil de resolver, sabiendo lo que sé, pero que me
negaba a aceptar. Por algo tan simple como no dar crédito a
que por compromisos contraídos por favores mutuos entre
militantes se pudiera cometer un desliz que tarde o temprano
demostraría ser contraproducente en todos los sentidos.
Máxime si tenemos en cuenta lo bien que le fue al PP cuando
necesitó del PDSC. Un partido que nunca escatimó su ayuda a
los populares y cuyos dirigentes, Mohamed Chaib y Mustafa
Mizzian, dieron en todo momento muestras suficientes de
lealtad a lo pactado y de muchas otras cosas: todas ellas de
gran necesidad en esta ciudad.
¿Acaso no hubiera sido conveniente, tras la victoriosa
irrupción de Mohamed Alí en la política activa, haber
dialogado con él mucho más y, sobre todo, no haberle hecho
creer que su presencia no estaba bien vista? Seguro que esta
pregunta podría respondérseme de forma muy distinta y
argumentada también de igual manera. Aunque lo lógico es que
alguien, todavía festejando la mayoría absoluta obtenida por
Juan Vivas, dijera, simple y llanamente, que en esta ocasión
sobraban los buenos entendimientos con los partidos de la
oposición. Lo cual sería, además de un grave error, motivo
suficiente para calificarle de mal político y, naturalmente,
de desconocer la ciudad en que vive. Por más que hubiera
nacido en ella.
Mohamed Alí es un buen político y persona con la que el
Gobierno debe entenderse mal que les pese a quienes están en
contra de esa posición. Que no son pocos y hasta los hay
ocupando cargos importantes tanto en el partido como en la
Ciudad. Y desechar ese camino es, sin duda, exponerse a
muchos desencuentros entre partes. En suma: lo que no
faltarán serán motivos para que se produzcan los
desencuentros y salgan a relucir los malos modos.
Y he aquí donde se impone que actúe Vivas. “Y aunque actuar
es muy distinto de hablar, aun con elocuencia, y de pensar,
aun con ingenio”, al presidente le corresponde en su tarea
ser muy escrupuloso con la equidad. Sin hostilidad ni
indulgencia. Y él bien sabe a lo que me estoy refiriendo.
Manos a la obra.
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