En su momento dijimos que ABC le
había hecho un flaco favor a Ceuta al dedicarle una portada
a la chirigota de marras. Una portada basada en la
información que le había enviado su colaboradora en la
ciudad. Y que yo al leerla comprendí que era un torpedo
dirigido a destrozar la línea de flotación de un barco que
está anclado entre dos mares y que anda siempre asediado por
los deseos de unas autoridades marroquíes, que tratan de
dividir a su tripulación.
Una tripulación que se viene mirando por encima del hombro
desde... tiempo inmemorial, por razones variadas. Situación
que está necesitada, más que nunca, de mediadores preparados
para que ambas partes, en vez de hacer un esfuerzo diario
para soportarse, consigan elevar el nivel de aceptación
mutua y poder así, criticarse sin tapujos, llegado el
momento y sin que se desaten las pasiones violentas y surjan
los odios africanos.
Una tarea nada fácil: imposible para los escépticos y, por
lo que estamos viendo, de ningún modo aceptada por los
políticos actuales. Empeñados todos, en mayor o menor
medida, en incitar a la rebelión a bordo de un barco que,
por bien anclado que esté, no ha podido evitar el moverse
fuertemente de babor a estribor y de proa a popa. Y lo que
te rondaré, morena. Y todo por mor de informar la
colaboradora con verdadera saña -a escala nacional- sobre la
actuación de unos chirigoteros temerarios, cierto es, que
debieron ser controlados en su decir impropio por ciertas
circunstancias.
La principal, desde luego, es que en este barco la marinería
tiene unas pertenencias tatuadas en el cuerpo y algunas
están prestas a incendiarse al menor estímulo. Y al igual
que los chirigoteros debieron calibrar el daño que podían
causar a la embarcación con sus letras, no menos verdad es
que la colaboradora de ABC debió contar hasta diez antes de
tomar la decisión de airear a los cuatro vientos nacionales
un hecho que ha venido soplando contra la nave, llamada
Ceuta, con la fuerza de una galerna. De manera que conviene,
cuanto antes, meterla en dique adecuado para reparar
desperfectos.
Si bien conviene decir, pues es de justicia, que la
colaboradora de ABC sabía bien el paso que estaba dando y,
por lo tanto, sé que antes de atreverse lo consultó con
quien ella suele consultarlo todo. Y que, tras recibir el sí
consiguiente, se creyó la colaboradora más importante de una
España donde poner en peligro de zozobra una nave, llamada
Ceuta, parece tarea heróica en los tiempos que corren.
Triste y grave error personal. El mismo error que vienen
cometiendo los políticos, todos sin excepción, desde que ABC
tuvo la infeliz idea de dedicarnos su fachada principal. Fue
entonces, en esos momentos, cuando echamos de menos la
intervención de un capitán con sus oficiales al frente,
dispuestos a solucionar un problema de régimen interno.
Mas la mala suerte, el egoísmo, los pésimos asesoramientos y
los excesos de particularismos existentes influyeron
negativamente en contra de cuantos navegamos en el mismo
barco. Y lo peor, a estas alturas, es que las secuelas del
problema suscitado en la sala del Siete Colinas, en noche de
concurso de chirigotas, ha convertido la travesía diaria en
un motín donde todas las partes se querellan.
Y a mí me recuerda mucho, cuanto está ocurriendo, a ese
capítulo del Quijote, el XVI, concretamente, que habla de lo
que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él se
imaginaba ser castillo. Leemos, en el pasaje referido a Don
Quijote, Maritornes y El Arriero, que daba el arriero a
Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la
moza... Un desatino en la oscuridad de un establo. A ver si
se enciende la luz en nuestro barco privilegiado y dejamos a
los jueces tranquilos.
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