Una vez más, altercados referente
a la famosa Línea 8 con destino a la barriada de El
Príncipe, cobra actualidad la protesta de la empresa de
autobuses y de sus trabajadores desde que volvieron a sufrir
las pedradas de personajes incívicos, sin valores y
delincuentes. Ellos son los grandes culpables de la mala
imagen de un barrio que sólo hace tres décadas contaba con
un mercadillo alrededor del cual se congregaban a diario
cientos de ciudadanos quienes acudían exclusivamente para
disfrutar de la variedad de productos ofertados. Algo que
proporcionaba a aquel barrio una vida y un movimiento ahora
desconocido.
Con el paso de los años, de las pocas décadas, el barrio ha
sufrido un deterioro general al convertirse en refugio de
delincuentes, de los excluídos de la sociedad. Sociedad que
no quiso o no supo adaptarse a la gran avenida propiciada
hace veinte años y prefirió no mirar mientras el barrio
crecía sin un modelo básico de infraestructuras.
Hoy por hoy, la situación es muy difícil, pero todo se
complica aún más desde el momento en que actitudes
violentas, incívicas o atentatorias a los grados más
elementales de aquélla Urbanidad olvidada, prevalecen casi a
diario.
La empresa Hadú-Almadraba tiene su servicio público de
atención a los vecinos del barrio. Conductores y la propia
empresa sufren cíclicamente los avatares del vandalismo
-habitualmente protagonizado por menores-.
La Ciudad ha garantizado seguridad con agentes en el
interior del autobús. Delegación del Gobierno proporciona un
vehículo radiopatrulla de escolta. Y todo para que los
vecinos sigan contando con el servicio que les acerca a
casa, que les acerca al centro de la ciudad. Un gesto de las
autoridades que debiera ser reconocido por los
representantes del barrio como para procurar erradicar,
desde su ámbito competencial, tales acciones de irracional
comportamiento.
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