Desilusionante, esa es la palabra. Me aposté frente a las
noticias (también llamadas “el parte” por las antiguas
generaciones) y me apresté a presenciar una buena movida.
Hablo de la manifestación convocada en Ceuta por miembros
del colectivo islámico en solidaridad con los turcos u
otomanos a quienes, los irreverentes chirigoteros de Los
Polluelos, financiados por el Partido de los Trabajadores
del Kurdistán que le tiene un especial “gato” a los turcos,
los chirigoteros, compararon con animales.
Para servidora que se quedaron cortos, porque, los turcos,
han tratado a la minoría kurda al estilo Saddam Husseín y
han sido con ellos muy porculeros, auténticas fieras
salvajes. ¿Qué dicen ustedes? ¿Qué los islámicos ceutíes se
han dado por aludidos? Es su problema. Pero que no intenten
convertirlo en el nuestro, porque pasamos. Y además a
nosotros, mix de la filosofía griega, del derecho romano,
del Humanismo cristiano y de los más espectaculares avances
científicos y tecnológicos, es decir occidentales, y en mi
caso con la magia rifeña y el duende genético gitano, los
agravios de ese colectivo, nos traen al pairo. Animales
racionales somos todos. Aunque hay versiones e
interpretaciones, a mi, por ser mora rifeña, en la Facultad
de derecho de Granada me llamaban simpáticamente “el eslabón
perdido” y opinaban que Darwin, de resucitar, no tenía que
buscar más, que ahí estábamos nosotros como prueba
intermediaria entre el mono y el hombre. ¡Cuánto ingenio!.
Pero muy mal. La manifestación, a nivel informativo un asco.
Si los organizadores soñaron con abrir los telediarios sus
tentativas fueron un fiasco. Mísera cobertura informativa,
unos minutos escasos en algunas cadenas y un tratamiento
distante, por no decir gélido. Eso si, como las cadenas son
muy morbosas y tienen mucha mala leche, se extendieron un
poco más hablando del salvajismo posterior a la
concentración. La imagen del conjunto fue penosa, las
pancartas pobretonas, los eslóganes poco imaginativos, la
asistencia escasa y los discursejos tan poco interesantes,
tan demagógicos y tan soporíferos que no merecieron ni un
miserable segundo en los medios. Servidora se desilusionó.
Pero supongo que más se desilusionaron los organizadores,
días y días pontificando y semiamenazando veladamente con
una espectacular marcha eufemísticamente titulada algo tan
“original” y tan poco manido como es lo de “Contra el
racismo”. Que no es racismo, es rassismo, a ver si
respetamos la semántica y el lenguaje.
Pues eso colegas, que los que pedían “tolerancia” y coreaban
con desgana cuatro frases que no eran, desde luego, un
prodigio del marketing político, se vieron levemente
desbordados por miembros del colectivo que trataron de
emular, en pobre y en cateto, los disturbios franceses de
hace unos meses o las violentas manifestaciones anti-viñetas
del Profeta. Pero fatal. Gentucerío y chusmerío esos
violentos que rompieron escaparates en plan kale borroka
pero sin orden ni concierto, lo mismo atacaban un puesto de
la Once que tiraban sillas y no tuvieron ni la previsión de
hacerse con algún tipo de bandera de nylon de esas que vende
en todo el mundo un poderoso fabricante norteamericano para
que, los integristas, las quemen y ardan bien. Los
americanos tienen montado un buen negocio vendiendo su
bandera y banderas occidentales a los islámicos para que las
quemen y las pisen. Ya saben aceitunita comía, huesecito en
mano. Pero en Ceuta ha sido “mucho te quiero perrito pero
pan poquito”. Muy marginal y la Policía, que se podía haber
lucido, detenido a un buen puñado y limpiado temporalmente
las calles de una ciudad occidental y democrática de
elementos indeseables, tan solo, según una escueta reseña de
prensa, detuvo a dos mamarrachos.
Penoso. Y servidora de ustedes que ha acudido a
manifestaciones madrileñas, sobre todo cuando se adhieren
los obispos, servidora, la cronista que del hambre perdió la
vista, está acostumbrada a otro estilo, otra categoría y
otro poderío. Dos mil individuos con cuatro pancartas
pringosas me recordaron a las manifestaciones de cuando
cerraron en Málaga la fábrica de pollos Menogal, que los
polleros se sublevaron.
Oigan ¡Que mal y que cutrez!.
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