La alcaldesa de Cádiz viene a
Ceuta para participar en los actos que culminarán con el
hermanamiento de ambas ciudades. Y merece ser recibida con
una máxima de Marcel Proust: “Nuestra personalidad social es
una creación del pensamiento ajeno”. Y vaya si tenía razón
esta figura de la literatura francesa del siglo XX.
Y es que el aforismo del hombre que escribió En busca del
tiempo perdido, le viene como anillo al dedo a una mujer que
consiguió la alcaldía de la capital gaditana por mayoría
absoluta. Todo comenzó en las elecciones de 1995 y ahí está
todavía siendo la alcaldesa más votada de un tierra donde el
pensamiento ajeno está convencido de que como La Teo no hay
ninguna.
Decían de ella, en los años ochenta, en El Puerto de Santa
María, que Teófila era de una terquedad temible. Como buena
andariega se pateaba la ciudad y ya apuntaba maneras
sobresalientes para ser alguien en la política. Y eso que ya
había probado las hieles de sus enfrentamientos con
Hernández Mancha.
Pero esta cántabra, nacida en Parballón, no se arredra ante
nada y es capaz de ser insistente hasta el aburrimiento. Así
que ganó una concejalía y fue designada teniente de alcalde
de Urbanismo. O sea, un banco de prueba excelente para ir
preparando su desembarco en la Tacita de Plata.
Su discurso, como “chica Hermida”, que también gozó de esa
oportunidad junto a su querida Celia Villalobos, se basaba
casi siempre en proclamar que la ponían los discretos, los
trabajadores y las personas resistentes.
Mas pronto se supo que aguantarle su marcha diaria estaba
sólo al alcance de alguien como Paquillo Fernández.
Incansable en todos los aspectos, me contaban que sus
colaboradores en la concejalía terminaban el día arrastrando
los pies y pidiendo a gritos una palangana llena de agua con
sal para aliviarlos.
Pintoresca en el vestir y rubia de bote, más que caerle mal
a las mujeres lo que hizo fue furor entre ellas: hubo un
tiempo en el cual todas las gaditanas hablaban de La Teo y
suspiraban por poder imitarla. Pero sin éxito. Ya que la
singularidad en la alcaldesa lleva mezcladas substancias
útiles.
De manera que nunca entendí las razones que dicen que tuvo
Javier Arenas para no ver en ella, a las primeras de cambio,
que estaba ante una mujer que iba a marcar una época en un
Cádiz donde hay que tener mucho arte para ganar elecciones
al estilo de Juan Vivas. Otro que tampoco, en un principio,
gozaba de las opiniones favorables de los pesos pesados del
PP.
Por cierto, en día tan importante, y donde todo el
protagonismo debe ser para la alcaldesa de Cádiz, me va a
permitir ésta que le hable, muy por encima, de su anfitrión:
Juan Vivas. En él, (señora regidora de ese Cádiz señorial y
donde el parte diario trata de propalar que los males del
alma se quitan con una gracia a tiempo para sonreír de
verdad), encontrará los valores que tanto aprecia. Es decir,
trabajo, discreción a raudales y una resistencia que usted,
con sus famosos zapatos de recorrer leguas y leguas, podrá
igualar pero no superar.
Por tal motivo, y por otros varios que no vienen al caso
exponer en plaza pública, tengo la absoluta certeza de que
el hermanamiento entre ambas ciudades, Cádiz y Ceuta, Ceuta
y Cádiz, será un hecho relevante y fructífero. Y seguro que
los intercambios culturales y de otro tipo, empezarán a
florecer muy pronto.
Ah, quisiera decirle que dos alcaldes de Cádiz decidieron
vivir en El Puerto, a pesar de las críticas recibidas. El
primero fue José León de Carranza. Después ha sido usted. Y
es que si en Cádiz hay que mamar. En El Puerto de Santa
María hay que vivir.
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