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OPINIÓN - VIERNES 10 DE MARZO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Madrid, ¡qué tristeza!
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ser del Madrid, Barcelona, Betis, Atlético de Madrid, etc, supone una pertenencia que forma parte, entre otras muchas, con más o menos valor, de nuestra personalidad. De ahí que la derrota del equipo de nuestros amores, nos deje siempre un regusto amargo y hasta puede condicionar negativamente el modo con el cual afrontemos la tarea diaria. En cambio, las victorias estimulan y predisponen a ver las cosas con la misma claridad que nos ofrece, por ejemplo, un sol de la primavera ceutí. Y es que el éxito o el fracaso de nuestras pertenencias, de cualquier tipo, afectan para bien o para mal en la misma medida que influyen en nuestro ánimo las buenas o malas condiciones atmosféricas. Válgame, pues, la anécdota que paso a contarles, para darle algo de consistencia a lo expuesto.

Hace ya muchísimos años, cuando yo todavía me quedaba embobado escuchando atentamente a quienes sabían de lo que hablaban y hasta solían decirlo muy bien, tuve la oportunidad de ponerme al tanto de lo que pensaban los representantes, o agentes comerciales, acerca de las precauciones que tomaban en las siguientes situaciones. Extraídas, claro está, de la práctica y del conocimiento que tenían de sus clientes.

Si soplaba el viento de levante, con la fuerza que en la bahía gaditana suele hacerlo y cuando aún no existían edificios tan altos como para aminorar la endiablada malage de eolo, estaba demostrado que los comerciantes recibían la llegada de los vendedores con mal talante y hasta se mostraban reacios a intercambiar dos palabras.

Así, en cuanto el representante ponía los pies en el umbral de la puerta del comercio, era avisado de manera contundente: “Ya puede marcharse por donde ha venido”. “O no necesitamos nada suyo. Tenemos de todo”. Señal inequívoca de que al propietario de la tienda lo que más le apetecía era descargar su malhumor con las personas que, por motivos comerciales, se veían obligadas a soportar sus salidas de tono y mala educación. Personas que debían hacer de tripas corazón y poner buena cara al mal tiempo que reinaba en los interiores del tendero. Y ya no digamos nada, decían aquellos viajantes metidos a psicólogos, si al soplar huracanado del viento se le sumaba la derrota, esa semana, del equipo al cual pertenecía el comprador. Entonces, visitarlo era exponerse a oír lo siguiente: “No estoy en condiciones de hablar de nada...”.

Solución: muchos viajantes decidieron suprimir esas visitas cuando hacía levante o cuando el equipo del gachó de turno había sucumbido en la batalla del domingo. Una postura inteligente y que les permitía, además, no cometer ninguna imprudencia que diera al traste con las relaciones comerciales.

El miércoles, recién finalizado el partido del Madrid frente al Arsenal, lo primero que se me vino a la memoria es lo mal que lo deben estar pasando los agentes comerciales, en los últimos tiempos. Sobre todo a la hora de visitar a los compradores que tengan al Madrid como pertenencia destacada. Y no les rindo las ganancias a partir de ahora, puesto que acabada la última esperanza en Londres, los seguidores madridistas estarán siempre predispuestos a la bronca por mor de esa herida que les produce ver a su equipo, símbolo apasionado al que viven entregados, dando tumbos .

¡Qué horror!... ¿Cómo es posible que en el Madrid hayan venido ocurriendo las cosas que hemos ido sabiendo y viendo? Y aunque sólo se trate de un juego es, sin duda, un juego que condiciona la forma de ser de muchas personas que han perdido la fe en la política, en la religión, y hasta en la forma de convivir, y han abrazado la religión de pertenecer al Madrid. En esta hora, sufren los agentes comerciales y, cómo no, sufrimos innumerables madridistas.
 

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