Nunca la tolerancia fue un valor
cotizado en el mercado de la convivencia. Ahora, sin
embargo, muchos son los que opinan que se halla por los
suelos y que ello puede ser causa de muchos males. Tal vez.
Pero la capacidad de olvido de los humanos es tan grande que
no se acuerdan de que nunca tiempos pasados fueron mejores.
Es la respuesta que le doy al amigo que me llama desde Cádiz
para decirme que logró irritarle la actuación de Sabina en
un pabellón deportivo de la capital gaditana, el domingo
pasado. Y a continuación le pregunto:
-¿Acaso salió hasta las trancas de malta y dio el petardo?
-Que va... Estuvo muy bien. Mejor de lo que yo esperaba.
-¿Entonces...? Pues que yo fui a ver al Sabina artista y no
a un señor que se dedicó a hacer críticas favorables a sus
ideas.
-Es decir, que habló mal de Federico Jiménez Losantos, de
Aznar, de Rajoy, de la Guerra de Irak y hasta del Prestige.
-¿Y tú cómo sabes que se comportó así?
-Porque lleva mucho tiempo haciéndolo y el público acude en
tromba a verle. Con Sabina pasa como con los toreros
tremendistas, que los aficionados se agolpan en las
taquillas con prisas y dispuestos a pagar el doble de dinero
en la reventa.
-Vaya, hombre, encima vas y te pones a defenderlo.
-No te equivoques: a ver si soy yo el que ha ido a Cádiz y
ha terminado pagando, como me has dicho tú, setenta euros
por una entrada. O sea, el doble de lo estipulado por la
organización.
-Pero estarás de acuerdo conmigo en que Sabina no debe
aprovecharse de su fama para arremeter contra la gente del
PP.
-Esa pregunta, siendo tú del PP, conviene que se la haga a
los gaditanos que disfrutaron no sólo de las canciones de su
ídolo, sino que también lo hicieron con la caña que le da a
los tuyos. Todo, querido amigo, es según el color del
cristal con que se mira.
Conociendo a mi amigo, sé que en esos momentos está loco por
cambiar de conversación para tirarme de la lengua. Y
acierto.
-No todo se le debe consentir a quien sube a un escenario.
Pues mira la que habéis liado en Ceuta con la actuación de
una chirigota. Así que no trates de decirme que yo soy un
intolerante.
-No es mi intención. Aunque debo recordarte que Ceuta es una
ciudad donde la tolerancia sigue siendo una actitud que se
pone de relieve más que en ningún otro sitio de España. Y es
así, sin duda, por circunstancias harto conocidas. De lo
contrario, esta ciudad se habría convertido ya en un
infierno.
-¿No será que tú confundes tolerancia con algo que se llama
conllevarse?
-No. Si bien en el fondo, resignación viene a ser lo mismo
que soportarse.
-Hipocresía elevada al cubo, ¿no?
-Tampoco es eso... Yo lo llamaría sentido común. Ortega lo
llamaría superar las circunstancias. Uno puede nacer en una
tierra rica o pobre, con gobernantes moderados o cizañosos,
o en sitio donde diversas culturas traten de hacerse
respetar, y ha de entender que la razón ha de imperar por
encima de fanatismos o proclamas de superioridad.
-Pues vista desde la lejanía da la impresión de que la
tolerancia en Ceuta está enteca. Y que dada esa endeblez,
camina sin pulso y dando camballadas.
-Lo cual no deja de ser una visión fatalista, que vende
muchísimo en la península. Fíjate si hay tolerancia y más
que tolerancia paciencia, que antes los entrenadores eran
despedidos incluso estando el equipo en el primer puesto de
la clasificación. Ahora, sin embargo, se les renueva el
contrato: a pesar de que la ADC parece que está abocada a un
destino fatal.
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