Alegre y ruidoso como manda el DRAE. Del latín ‘carne
levare’ (‘abandonar la carne’), la fiesta guarda una íntima
relación con el comienzo de la Cuaresma cristiana: o lo que,
en términos coloquiales, podemos resumir con la premisa
‘disfruta que llega el periodo de recogimiento y reflexión’.
Un año más, el Carnaval de Ceuta vivió su parte nocturna y
alevosa siguiendo las directrices de Don Carnal, que pide al
participante que oculte su verdadera identidad detrás de una
máscara veneciana, una capa de seda negra o un ‘pelucón’
rizado rosa fosforito de material inflamable. Muchos ceutíes
no tuvieron ningún problema el sábado por la noche para
restaurarse. Después de la manta de agua que cayó durante el
desfile de disfraces callejero (y echó a perder horas y
horas de maquillaje frente al espejo) los ciudadanos
decidieron echar el resto en los pubs de la ciudad,
(algunos, en un alarde de generosidad y desprendimiento,
echaron hasta la primera papilla).
Muchas plumas: las de las cabareteras de los años veinte y
las de las gallinas contagiadas por la gripe aviar,
fumigadas sin compasión, por un equipo de profesionales
enfundados en sus monos blancos. Menos mal que aparecieron
Bonny and Clyde y, con una sola ráfaga de metralleta,
salvaron a las aves que pudieron ir a estornudar a otra
parte con tranquilidad. No faltaron los históricos:
Blancanieves, los piratas, las brujas y los payasos. Y los
locales: un equipo de la Asociación Deportiva Ceuta
entrenaba en el Poblado Marinero para empatar en plena forma
- y así fue, un 1-1 frente al Marbella y en el minuto 42
para dar más emoción al encuentro-. Y mucha integración
cultural y espontánea: grupos de auténticos samberos
brasileños, trogloditas con un toque gitano, y
reminiscencias jamaicanas por doquier.
Para celebrar la última noche carnavalera, muchos
establecimientos organizaron fiestas de disfraces, aunque en
la mayoría de los locales se mezclaban los seguidores y los
esquiroles de la fiesta, una legión de ceutíes para los que
Don Carnal se reserva el derecho de veto en las fiestas del
centro de la tierra.
Seguridad
La presencia policial aseguró el normal desarrollo de una
fiesta marcada este año por la polémica chirigotera. A pesar
de todo y para mantener un ambiente exclusivamente festivo,
desde la Delegación de Gobierno no se preparó ningún
dispositivo especial, aunque los refuerzos previstos en caso
de necesidad eran ligeramente superiores a los de otras
ediciones. La última noche de Carnaval no registró ningún
suceso anómalo en este sentido. Si no se considera extraño
que dos menores, como Zipi y Zape, se dedicaran a atender la
barra de un local del centro de la ciudad. Pero son las
estrictas directrices de Don Carnal: todo vale porque nadie
es quien parece. Pero con un límite: el entierro de la
caballa ha puesto el punto y final al Carnaval ceutí.
Ya sólo queda bajar la cuesta, porque, arriba, en el barrio,
terminó la fiesta.
|