Una de las cosas que más me
gustan, en esta vida, son las anécdotas contadas por
aquellos que las vivieron y que, en la mayoría de los casos,
valen para alegrarte la vida. Una anécdota bien contada es
una auténtica gozada.
La vida sin humor es una .... Pena me dan todos esos que
van, por la vida, como decía la sabia de mí abuela, oliendo
a cagajones. Tela marinera, lo de oler a cagajones, con lo
mal que huelen.
Las anécdotas bien contadas ,y para contarlas bien hay que
vivirlas siendo participes de ellas, te alegran la vida
haciéndote pasar un rato inolvidable.
Son raras las reuniones en las que, algunos de los
componentes de las mismas, no cuentan una o varias anécdotas
de las que ha sido participe, para regocijo de los que les
escuchan.
Servidor, que tiene la suerte de ser enormemente rico en
paisajes y paisanajes, tiene mil y una anécdota que ha
vivido a lo largo de toda mi vida, y no sólo del mundo del
espectáculo que, de vez en cuando, suelo contar en algunas
de las tertulias con mis amigos quienes, a su vez, tiran de
la suyas y te cuentan la tira de anécdotas que también han
vivido.
No pretendo, con ello, ser gracioso pero me encanta hacerles
pasar un buen rato a mis amigos. Por lo único que no paso es
porque, algunos tienen el convencimiento de porque me gusta
el humor, tengo que ir, todos los días por la calle,
contando chistes a todo el que me encuentre. Están en un
tremendo error quienes así puedan pensar.
Esas reuniones entre amigos contando anécdotas, se vuelven
amenas y divertidas que nos hacen pasar un rato de aquí te
quiero ver. Lo cual evita, en la mayoría de las ocasiones,
el tener que hablar de política que es de lo que todo el
mundo habla en este fermoso país, aún llamado España.
Porque si hay algo que, desde la llegada de la democracia a
España está más que comprobado es que, todos los españoles,
pero todos incluidos los niños de chupetes, sabemos una
jartá de política y ni te cuento, serrana del alma, lo que
sabemos de democracia.
No hay una sola reunión, que se precie de serlo, en las que
los componentes de las mismas no hablen de política
encontrando soluciones a todos los problemas que se pueda
plantear o que, en estos momentos, se le están planteando a
España. ¡Somos la releches en bicicleta!.
Con la llegada de la democracia, todo hay que reconocerlo,
en cada español hay un político con capacidad suficiente
para encontrar la solución a cualquier problema, de igual
forma, que con su llegada, nacieron todos esos politiquillos
del tres al cuarto que sin tener ni p..idea de política
encontraron su lugar, en la misma, pasando a ocupar un
puestecito de mando que ni a soñar que se hubiesen echado lo
podrían haber conseguido en toda su vida.
La mayoría de ellos, sobre todo en los pueblos, en el
nuestro también , eran gentes analfabetas, vendedores de
humo, charlatanes de esos que venden peines sin puas para
que se peinen los calvos y que, encontraron, en esos pueblos
sin preparación e ignorantes totales de lo que era la
democracia, la semilla perfecta para conseguir su objetivo.
Y de esa forma no era de extrañar, que ese pueblo de
ignorantes, democráticamente hablando, votase a quienes le
hacían algún regalo, bien un paraguas o bien una sartén.
Hoy día, el personal está mejor informado, y eso de darle un
voto a quienes le regalan una sartén o un paraguas está
pasado de moda por lo que, naturalmente, no deja de ser una
mera anécdota que al recordarla me da la risa.
Este pueblo nuestro tiene una jartá de gracia. En él hay
gente con arte para dar y repartir.
Recuerdo que en un encuentro que disputaba el AT. de Ceuta,
hace muchos años, un aficionado enojado con la actuación
arbitral, desde el Gol que daba a los antigüos vestuarios, a
voz en grito le dijo al colegiado: “Arbitro no te digo quien
es tu padre para no darte una pista”. La frase, entre risas,
fue ovacionado por todos los que estaban alrededor.
Pero lo mejor de todo, fue cuando el colegiado que, al
parecer, le había escuchado lo dicho por el aficionado, se
dirigió al gol y le saludó. Ovación al colegiado y, por
supuesto, una anécdota curiosa y divertida.
Las anécdotas, se quiera o no, guste o deje de gustar que se
recuerden a los autores de la misma, son divertida.
Por eso, hoy día, al recordar a aquellos que votaron, según
lo que le regalaban, ha quedado en mera anécdota que nos
sirve, a todos nosotros, para darnos cuenta de el gran
desconocimiento que, en aquellos momentos, había de lo que
era vivir en democracia y nos permite ver como el pueblo ha
ido avanzando en conocimientos sobre la nueva forma de vida
que nos dimos los españoles habiendo relegado, a todos
aquellos politiquillos del tres al cuarto a ser, simple y
llanamente, meras anécdotas que ocurrieron en nuestro pueblo
a igual que en muchos pueblos de España.
Aún, hoy día, quedan algunos de esos politiquillos de medio.
En nada serán anécdotas.
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