Aquiles Ruiz es
Director Gerente de Servicios Turísticos de Ceuta. Y es un
buen aficionado al fútbol. El martes, a mediodía, lo hallé
por la calle y nos pusimos a pegar la hebra sobre el
acontecimiento deportivo que nos esperaba por la noche: un
España Francia. Aquiles, lector de mi columna ese día, no
pudo contenerse y me dijo lo siguiente:
-Manolo, hay que ver lo que te gusta escribir a
contracorriente.
Se refería Aquiles a la opinión que había dado acerca de si
jugaba o no Zinedine Zidane. Decía yo, que el
gafe para España era el ex jugador madridista. Que lo mejor
era que Domenech no lo alineara y si lo hacía, bien
haría Luis Aragonés en no permitirle pensar. A pesar
de sus 35 años y de que le hubieran motejado de acabado.
Metidos ya en cháchara, también Aquiles me oyó decir que el
medio campo español estaba mal compuesto. Y que a mí me
parecía una decisión ostentosa por parte de Luis Aragonés, y
un desprecio absoluto por los magníficos jugadores franceses
que iban a situarse en la parcela vital del medio terreno.
Ahí es nada Makelele, Vieira, Zidane y
la ayuda por las bandas de Ribery y Malouda.
Aún nos quedó tiempo, a Aquiles y a mí, para echar una
parrafada sobre el escándalo protagonizado por Medina
Cantalejo, árbitro que echó a los australianos del
Mundial, porque así lo creyó conveniente este andaluz que
gusta de llevarse bien con los barandas de los despachos que
toman decisiones como la de dejar fuera del Mundial a
Mejuto González.
Pero volvamos a la selección. Luis Aragonés, salvo el
partido contra Ucrania, donde todo se le puso a pedir de
boca al equipo español, cometió errores de bulto frente a
unos tunecinos que estuvieron ganando durante muchos
minutos. Y frente a Arabia Saudí, España anduvo dando
tumbos. Aun así, y a pesar del enfado que mostraba el
seleccionador, recién terminado el partido, ya tenía en
mente darle cabida en el equipo a Raúl y a Cesc
-revulsivos ambos cuando salieron a jugar frente a Túnez-,
contra los franceses. Con lo cual montó un medio campo sin
capacidad defensiva y expuesto a que la experiencia, la
calidad y fortaleza de los azules, terminara imponiéndose a
ese tiquitaca-tiquitaca, que nos ha vendido la Sexta.
Justo es decir que el seleccionador estaba obligado a cantar
las excelencias de los suyos y a propalar su convencimiento
de que éramos mejores que los franceses y que nos íbamos a
clasificar manejando el balón y teniéndolo más tiempo que
ellos. De manera que las palabras de Aragonés propiciaron
titulares así: “La España más ofensiva busca los cuartos
ante una Francia envejecida”.
Pero una cosa es insuflar ánimos entre los futbolistas y
otra pensar que con ese tuya y mía entre Xavi
Alonso, Xavi, Cesc, y Raúl, podría derrumbarse el
muro compuesto por Makelele y compañía. De hecho, Barthez,
portero tan vilipendiado por la prensa española, ni siquiera
tuvo que intervenir durante muchas fases del partido. Prueba
evidente de que los pasecitos horizontales y el juego bonito
no conduce sino a un fracaso colectivo. Y en el apartado
individual, qué decir de un Zidane a quien le perdieron el
respeto a todas horas, como si el enorme futbolista no fuera
todavía capaz de dejar sentados a los defensas españoles y
poner a Casillas en el sitio que le corresponde: en
el lado contrario a donde el balón iba camino de dormir
mansamente en la red. Fabricamos héroes de andar por casa.
De ahí que Zidane, conociendo el percal, no dudara en sacar
las faltas enviando el balón al área chica. ¡Qué salida de
puños necesitaba la pelota que llegó a la cabeza de Vieira!
Silencio. El portero es intocable. La publicidad es mucha y
los dineros corren a raudales. Sigo escribiendo a
contracorriente. ¿Verdad, estimado Aquiles?
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