El metijón marcha, actualmente,
mejor que un reloj suizo: me pega el telefonazo los mismos
días y a la misma ahora. Se sabe de sobra mis hábitos y los
explota de manera conveniente.
-¿Crees tú, Manolo, que Juan Vivas
habrá entendido el mensaje que llevaba esa columna en la que
hablabas de la Peña del ladrillo?
-¿A qué mensajes te refieres, metijón? Que siempre me
preguntas con un puntillo de mala baba?
-Pues al que dejabas entrever que en esa tertulia se
comentan muchas cosas pero, al final, se tiene la certeza de
que Vivas es el mejor presidente que esta tierra puede
tener.
-No te pases... Ni mucho menos analices los pensamientos de
unos contertulios que acuden a su cita para pasar un rato
distendido y donde está permitido expresarse con entera
libertad.
-Entonces, sácame de dudas: ¿no es verdad que tú piensas que
Vivas debe ganar las elecciones, a pesar del desgaste que el
cargo le va causando?
-Cierto que yo estoy convencido de que Vivas debe seguir
siendo presidente de esta ciudad. Pero no sé, y aunque lo
supiera no lo diría, si ese es el parecer de quienes acuden
a la Peña del ladrillo a compartir entre conocidos un rato
de charla donde prima, por encima de todo, el humor.
-Por cierto, la Peña del ladrillo se forma en un
sitio donde Andrés Domínguez se citaba contigo
para intercambiar impresiones a la hora del aperitivo, ¿no?
-¿A qué viene esa pregunta?
-Porque hay idiotas, creídos de que tú llegaste a esa
tertulia anteayer.
-Ya ves, metijón, de qué manera hay paniaguados, por
relaciones con cura de misa y olla, que desconocen la
realidad de mi forma de ser. Aunque creo que ya es
conveniente que no me preguntes más por nada de la peña.
Pues ella nació sin apenas hacer ruido y así queremos que
continúe funcionando en una ciudad donde hay mucha gente que
teme conversar por miedo y porque carece de amenidad
interna.
-De amenidad interna, tal vez; pero los hay que no sólo
medran sino que jamás se deciden a exponer las cuentas del
sitio público que presiden.
-Metijón, parafraseando a José María Aznar,
en su etapa de presidente, te diré que hoy no toca hablar de
medusas, ni de carpas, ni de tíos que si estuviera en activo
José María García los tildaría de
chupópteros. Tengamos la fiesta en paz y dediquemos toda
nuestra atención a ver de qué manera podemos concienciarnos
de que Francia no tiene nada que hacer frente a España.
-¿No me digas que tú estás también entre quienes creen que
los franceses pueden hacer el partido de su vida contra
nosotros y dejarnos con las ilusiones quebrantadas?
-Yo sigo teniendo los pies en el suelo. Y la selección
española, por más que haya pasado la primera criba con
cierta suficiencia, ha de confirmar su alternativa, entre
los mejores, aunque éstos estén sobrados de edad.
-¿Te da miedo Henry?
-A mí no me da miedo ningún francés, porque yo sólo me juego
el deseo de que gane España. Y como es un juego, el disgusto
por la derrota me durará poco y la victoria, en cambio, me
permitirá seguir escribiendo sueltos del Mundial, algunos
días más.
-Vaya, otra vez te has ido por los cerros de Ubeda.
-¿Qué esperabas...?
-Coño, lo que tú acostumbras a hacer cuando estás a gusto en
cualquier sitio: que expliques algunos pormenores
futbolísticos que a los demás se nos escapan.
-No me tientes, perillán, no me tientes. Que hoy no estoy
para mentar a nadie. Ni siquiera a... bueno será en la
próxima.
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