Todos sabemos que, las
estadísticas, son el arte de mentir con números y las
encuestas el arte de manipular opiniones ajenas, también
conocemos, por nuestra idiosincrasia ibérica, que lleva como
escudo un ikebana español formado por un clavel reventón, un
abanico y un polvorón de la marca “Santo Cristo amarrado a
la Columna”, conocemos, repito, el significado del término
“furia española” que es cosa de cuando, los descendientes de
Numancia, nos ponemos levantiscos y revoltosos.
Somos como somos y, en el exterior se nos acusa de
fanfarrones, será que no han conocido aún el temporal, la
galerna y el maremoto de la llamada “furia farera” que son
los ardiles que practican los de la competencia, esos que,
precisamente, tienen un mal competir y fabulan fantasiosos y
fantasmones con estadísticas imposibles de digerir y
encuestas que parecen también las fábulas de Samaniego ,
tanto por la imaginación calenturienta que le echan al
invento como por lo pasadas de fecha y de época, demodé en
un cursi galicismo que dirían los semánticos. El faro de las
tormentas está en la Costa da Morte y cuentan de él leyendas
de naufragios y desaparecidos, pero el de la furia farera
quiere entrar con paso firme en el mundo de lo legendario
afirmando sin rubor que publica dos mil ejemplares que leen
treinta mil personas, en mi barriada diríamos que es un
“Güachinton Pó” en versión local y un éxito editorial tan
estrepitoso y tan solo equiparable al “Opá ví a jasé un
corrá” que canta el Koala, un colega del Rincón de la
Victoria que ha puesto de moda el pop manúo.
Los fareros furiosos deberían tomar el “Opá” como himno de
batalla, pero en lugar de un corrá, han de decir “Opá vi a
jasé un editoriá” y colgar la versión en internet, así puede
que llegara a miles de personas, porque en la versión papel
convencional llega a dos mil escasas y por costumbre más que
por calidad literaria. Es lo mismo que la cerveza San Miguel
que hay quien dice que parece meáo de gato con burbuja y sin
embargo los ingleses se han acostumbrado a decir “San
Miguel”, se lo han aprendido, ha pasado a ser una tradición
y descartan otras marcas, no porque sean peores, sino por
aquello del derecho consuetudinario y de que, la costumbre,
hace leyes.
Ahora que, los tormentosos y furibundos fareros, no de la
Costa da Morte sino más cercanos a la Costa das Pateras, no
son leídos por treinta mil criaturas más que en el caso de
que, en su sede se cometa una especie de asesinato múltiple
con ritual satánico, entonces si que saltarían a los medios
y a los telediarios porque, desde el Código da Vinci lo
esotérico está más de moda que nunca, más que cuando los
milenaristas. ¿Qué si son los fareros milenaristas? No.Ni
New Age, son más bien de los tiempos del Alcázar y de “El
Caso” ¿Recuerdan? Pues si, lo reconozco, lo absolutamente
demodé y kistch tiene su encanto, es como llamar a una
pastelería una “confitería” y al mostrador de las palomitas
del Multicine “el ambigú” o a la cadena de música atronadora
“el picú”.
Ellos, la competencia que tan malamente compite y tan poco
espíritu de competición en plan olímpico demuestran, son
deliciosamente kistch y se han quedado en el túnel del
tiempo en cuanto a agilidad dialéctica y lenguaje
periodístico. El “Güachinton Pó” no son, pero en mi barriada
del Palo, a la vera de los mares, serían muy apreciados en
su versión papel para envolver esos churros que aquí se
llaman “tejeringos” y que son tan de antes y tan
tradicionales que pega farear acogiendo los churros
grasientos y luego (o aluego) leer si se puede los sucesos
sorteando los manchurrones de aceite.
¿Qué dicen ustedes con esos ojos traicioneros? ¿Qué también
sirven las páginas centrales para envolver los chanquetes? Y
una poco mierda, ustedes es que van a por ellos, a por los
del faro de la Costa dos Pateras, porque servir chanquetitos
en los chiringuitos está prohibidísimo por Sanidad y por la
Junta, es una conducta claramente delictiva y si encuentran
esas páginas de actualidad, torpemente redactadas pero
llenas de buena intención conteniendo chanquetes, el tipo
delictivo es un grado superior porque supone una complicidad
periodística en la venta y comercio de inmaduros.
Pezqueñines no, gracias, que el farero mayor de la Autonomía
los deje crecer y los envuelva en sus sosos contenidos
cuando tengan el tamaño de atunes o por lo menos de
boquerones, que aquí en el Palo se llaman “vitorianos” y
algunas veces se hacen echándoles un chorro de limón y están
de reputa madre, gloria bendita, la bendición de Dios. ¿Qué
si estoy hablando de articulismo? ¡Líbreme San Expedito
santo patrón de las causas justas y urgentes! La furia
farera no produce grandes plumas sino grandísimas plastas,
ideales para liar y envolver, precisamente los
boqueroncillos, pero no los que son al vinagre, sino los que
pregona el pescaéro por las calles paleñas y compramos las
marujas que aprovechamos para chafardear un rato y ponernos
julandronas y corraloneras.
¿Qué si a las corraloneras nos gustan las estadísticas? La
verdad es que nos importan un carajo, las estadísticas, la
fanfarronería y la autocomplacencia se nos antoja cosa de
mamarracherías (aquí decimos mucho lo de “mamarrasho” así
pronunciado) y con las bombas que tiran los fanfarrones, se
hacen las gaditanas, tirabuzones, que diría el tanguillo de
Cádiz. La furia española es fetén, la farera es fatal, pero
¡criaturitas! Dejarles estar, que lo mismo se creen sus
inventos, porque no hay que olvidar que la gente es muy mala
y hay mucha envidia en el mundo…¡Que dolor!.
|